No hubo cartel de bienvenida a Mr guiri, pero casi. Desde el pasado lunes los hosteleros de los municipios costeros de la Comunitat Valenciana esperan a los turistas extranjeros, especialmente a los británicos, como agua de mayo. O como tinto de verano. Los empresarios de Benidorm y hasta el propio alcalde aplaudieron hace dos semanas la llegada de los primeros jubilados a sus playas y ahora ven con expectación a los primeros ingleses que aterrizan en los aeropuertos valencianos, aunque Reino Unido mantiene la recomendación de no viajar a España y exige pruebas a la ida y al regreso.
La petición de Ximo Puig al embajador británico de “territorializar” las restricciones -en otras palabras: pedir que la Comunitat Valenciana pase del ámbar al verde en su semáforo sanitario y excluir la cuarentena y las PCR- animó a los empresarios del sector turístico y hostelero, que enarbolan constantemente los datos de empleo e impacto económico del sector. En 2019, antes de la pandemia y el Brexit, los británicos suponían un 30% del turismo extranjero en la comunidad autónoma, con un gasto de 900 euros, unos 122 por persona y día. En total, según estima el gobierno autonómico, 2,8 millones de turistas y un gasto de 2.500 millones de euros en 2019.
Un turista británico gasta de media en sus vacaciones prácticamente lo mismo que cobra una kelly, una camarera de piso, en un mes si tiene un contrato a jornada completa. Antes de la pandemia, ser empleado en el sector hostelero en la Comunitat Valenciana significaba tener peores condiciones que en el resto del Estado, pero también que en cualquier otro sector valenciano. En 2018, un empleado del sector hostelero en territorio valenciano ingresó de media 12.157 euros, un 45% menos que la media de empleados del resto de sectores el mismo año, según el informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) para el Observatorio Valenciano del Trabajo Decente (OVTD).
En la que parece ser la fase final de la pandemia, no hay visos de que un trabajador en el sector turístico y hostelero vaya a tener mejores condiciones. Las camareras de piso que comenzaron a trabajar en la primera quincena de mayo han librado un día desde entonces, buena parte de la plantilla no ha salido del ERTE y la sobrecarga de trabajado ha regresado a sus vidas, según denuncia la portavoz de Las Kellys de Benidorm, Yolanda García.
Cansada de comparecer en el Congreso y en las Corts Valencianes, la representante de las trabajadoras de limpieza en hostelería se muestra pesimista de cara a la temporada estival. Las compañeras que han salido del ERTE lo han hecho con jornadas reducidas y la misma carga de trabajo, 26 habitaciones por persona y día en un margen de 6 horas, de las que dos se dedican a otras cuestiones independientes de los dormitorios. “Nosotras no queríamos volver a la normalidad de la sobrecarga de trabajo, la que nos causa lesiones, a limpiar 26 habitaciones por persona y día”, denuncia.
Los empresarios hosteleros enarbolan el discurso del sacrificio común, de arrimar el hombro, de tirar del carro, pero unos se suben y otros tiran, ironiza la trabajadora, que reconoce que entre sus compañeras hay miedo a protestar por la crisis económica. Las trabajadoras fijas discontinuas tienen una prestación por ERTE irrisoria -un 70% del salario, 700 euros en el mejor de los casos-, acorde a su jornada laboral precaria y las eventuales quedaron fuera de la cobertura, por lo que están “deseando” volver a trabajar para tener ingresos. Algunas, relata, han tenido que vender sus vehículos para hacer frente a los gastos; otras se han hartado de pedir ayudas en cada administración pública.
En los últimos años la portavoz ha comparecido en numerosas comisiones parlamentarias para hablar de la precariedad de las trabajadoras en el sector del turismo y los servicios, en las que ha reclamado la aplicación de los convenios, el reconocimiento de enfermedades laborales y unas jornadas que hagan compatible su trabajo con su vida: “Nadie nos ha escuchado. Hay sellos de calidad y Covid free pero no valen para nada. Vamos a volver a los viejos vicios”, lamenta en conversación con elDiario.es. “No tenemos previsión de mejora, nunca han tenido miramiento; están acostumbrados a que ese es nuestro trabajo”, incide.
Los sindicatos consideran que la Covid ha sido la “tormenta perfecta” para huir de la subida salarial preacordada en el sector hostelero. Así lo describe Salvador Mejías, de Comisiones Obreras en Valencia, que recuerda que las tablas salariales en el sector llevan sin actualizarse desde 2014. Antes de la pandemia hubo un preacuerdo que forzaba a subir un 8% del salario en cuatro años, una cuestión que en las últimas reuniones los empresarios han rechazado amparándose en la crisis, ignorando los cinco años de facturación previa. Los fraudes en los ERTE son el tema que preocupa a la delegación sindical: “Estamos detectando muchísimas empresas, sobre todo en hostelería, que rescatan a la gente dos o tres horas y trabajan jornadas de 11 horas”, denuncia, subrayando que los ERTE son una prestación pública.
García recuerda que en los últimos años la Comunitat Valenciana ha tenido cifras récord de turistas, que hay cadenas hoteleras en expansión y que varias empresas aprovecharon la pandemia para hacer reformas. El sector, según reconoce la patronal Hosbec, está llevando a cabo una reconversión que incluye inversiones millonarias –un total de 255 millones de euros en más de una treintena de actuaciones– que incluyen desde nuevas construcciones –cinco hoteles de nueva planta– hasta renovación y adecuación de instalaciones, como señalaron sus responsables a este diario. Sin embargo, ese récord de pernoctaciones no se ha traducido en una mejora de sus condiciones salariales, señala mientras muestra un cuadrante laboral.
La precariedad de las Kellys saltó el pasado jueves a la sesión de control en las Corts Valencianes, cuando el diputado de Compromís Fran Ferri interpeló al president, Ximo Puig, sobre las condiciones laborales de las trabajadoras. En su vaga respuesta, Puig coincidió en el diagnóstico de los problemas estructurales previos -precarización, temporalidad no deseada y economía sumergida- y apuntó que la respuesta de la Generalitat Valenciana es trabajar con patronal y sindicatos en la desestacionalización del turismo, diversificando la oferta para consolidar plantillas, en la firma de los convenios laborales “absolutamente necesarios” y en formación en las categorías menos reconocidas. Este miércoles se presentó un nuevo programa universitario para que las camareras de piso obtengan un certificado profesional, señaló.
La Generalitat prevé que entre junio y septiembre visiten la Comunitat Valenciana más de dos millones de turistas extranjeros y espera recibir a casi siete millones de visitantes de España. Las kellys, insisten, no quieren un certificado profesional. Quieren jornadas menos abusivas y que la dignificación de sus condiciones laborales no dependa de la voluntad del empresario. El Consejo de Ministros aprobó recientemente un paquete de ayudas para el turismo de más de 11.000 millones de euros y el Gobierno valenciano, en el marco del plan resistir, ha aprobado ayudas de hasta 380 millones de euros para turismo, hostelería y ocio nocturno y créditos bonificados para el sector, además de subvencionar el turismo interno con el Bono Viaje.