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Sobre este blog

Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

Bruckner fin de ciclo en Granada

Manuel Muñoz

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Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

El perfume de los tilos se percibe intenso, penetrante, en el patio circundado de lisas columnas dóricas del Palacio de Carlos V, obra de Pedro Machuca, que contrasta con su imponente mole renacentista en el entorno nazarí de la Alhambra de Granada. La Orquesta Sinfónica de RTVE presenta una amplia plantilla, con una nutrida cuerda de 60 profesores y el viento reforzado con cuatro tubas Wagner. Estos instrumentos de metal, de característico timbre aterciopelado más grave que el de las trompas, fueron ideados por el compositor que les da nombre para ser utilizados en su Anillo del Nibelungo. En los atriles, la Séptima sinfonía de Anton Bruckner, quien dedicó la obra a Luis II de Baviera, si bien es un manifiesto homenaje fúnebre a su admirado Wagner. De hecho, Bruckner conoció la muerte de Wagner, que se produjo el 13 de febrero de 1883 en el Palazzo Vendramin de Venecia, cuando estaba inmerso en la composición del Adagio. Bruckner había estado el verano anterior en el Festival de Bayreuth, con motivo del estreno de Parsifal. Allí Wagner prometió a Bruckner que dirigiría todas sus sinfonías. Lo impidió su repentina muerte unos meses después.

En la primera parte ha sonado la Sinfonía nº 36, “Linz”, de Mozart, compuesta un siglo antes que la de Bruckner, y cuyo nombre evoca el de la ciudad austriaca donde este fue organista. Las tubas Wagner cantan el melancólico tema inicial acompañadas por violas, violonchelos y contrabajos. Christoph Eschenbach, renombrado pianista en su juventud y hoy centrado en la dirección de orquesta, empuña la batuta a sus 84 años con firmeza y pasión. La música de Bruckner, compuesta unos 350 años después de la construcción del palacio y a 2.500 kilómetros de distancia, suena como si hubiese sido concebida para ese lugar. En el impresionante clímax del Adagio suenan los platillos, el triángulo y el redoble de timbal. La parte de estos instrumentos de percusión fue añadida con posterioridad a la partitura inicial, y algunos directores optan por no incluirlos. La razón es que hay quien piensa que se trata de una anotación de Arthur Nikisch, el director que condujo con gran éxito el estreno de la obra en Leipzig en 1884. Al margen de la autoría del añadido, la obra suena mejor con ese refuerzo de percusión, como un estallido rotundo en el momento culminante de la obra.

No es casualidad que Antonio Moral, que deja la dirección de un festival asumido en los difíciles momentos de la pandemia, haya programado cuatro sinfonías de Bruckner en esta edición. Se cumplen ahora dos siglos de su nacimiento, en Ansfelden (Austria) el 4 de septiembre de 1824. El festival se inauguró el 7 de junio con una interpretación de su Quinta sinfonía. La tocó la Gustav Mahler Jugendorchester dirigida por el titular de la Filarmónica de Berlín, Kirill Petrenko. Después de la Séptima, interpretada por la OSRTVE y Eschenbach el 16 de junio, está previsto que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Vasily Petrenko, ejecute el próximo 12 de julio la número 4, “Romántica”, la más célebre junto con la Séptima del compositor de Ansfelden. El festival de este año se cierra dos días después con un concierto de la Orchestre national du Capitole de Toulouse, dirigida por Tarmo Peltokoski, que incluye la Sínfonía número 9 de Bruckner. Es la última escrita por el compositor, que se cierra con el bellísimo Adagio, ya que la muerte de Bruckner el 11 de octubre de 1896, le impidió acabar el cuarto y último movimiento.