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Un teatro pequeño para Donna Leon, la mujer más buscada de la literatura negra: “Luchen por la cultura e implíquense”
“Parece que me vayan a arrestar, tengo todos los focos en mi cara” espetó Donna Leon nada más subir al escenario del Teatro Talia, en el centro de Valencia, y que los fotógrafos de prensa la avasallaran a flashazos. La madre literaria del comisario Guido Brunetti fue víctima por un momento de sus propias tramas policiacas y de la fama que tanto dice detestar. Como si de una estrella del rock se tratase, cerca de 400 valencianos llenaron la noche del míercoles el teatro para verla, y más de medio centenar se quedaron sin poder entrar. Se encontraba con sus lectores con motivo del VI Festival Valencia Negra, que llena la ciudad de suspense entre el 4 y el 13 de mayo.
Leon (New Jersey, 1942) los deleitó con una hora de anécdotas y simpatía, que derrocha con una teatralidad muy natural. Sin pelos en la lengua y muchas bromas cargó contra la religión, la voracidad contra los recursos naturales y el turismo de masas, temáticas que pueblan sus libros. Lleva 27, prácticamente uno por año, con el inspector Brunetti como protagonista. “Me gusta, es un tipo simpático, no es un perdedor como la mayoría de inspectores sajones a los que estamos acostumbrados en el género: divorciados, que apenas comen, beben mucho, ven la tele solos en su casa... Me parece que muchos de los protagonistas del género ahora están enamorados de la muerte. Son unos amargados que solo quieren revelar un crimen. Brunetti en cambio está enamorado de la vida, él está interesando en sus hijos, en su mujer, y en comer bien”, explica León. Efectivamente, Brunetti, el inspector veneciano, come todo el tiempo. En sus historias el lector saliva por los bacarai –una especie de pinchos venecianos– sin perder el suspense. “Brunetti quiere entender los porqués de la muerte para entender a los vivos, y luego se interesa por lo cotidiano, tiene una vida con la que cualquier lector puede sentirse identificado”, añade y el público asiente entusiasmado.
La construcción de sus personajes pasa por el diálogo. Es en las conversaciones donde Brunetti revela su humanidad y sus contradicciones, como sus prejuicios de italiano del norte hacia los sureños, o sus reticencias a la vida aristocrática de su esposa. Dentro de sus preocupaciones cotidianas está la avalancha de turistas que padece la ciudad, 30 millones cada año. Ante ello, Leon da su peculiar receta: “cocodrilos”. Meter cocodrilos en los canales de Venecia. “En Valencia podéis buscar una solución similar, tenéis playa”, bromea.
En su penúltima novela, Restos Mortales –la número 25 con Brunetti como protagonista– la historia de fondo es la devastación medioambiental. “Es el tema que más me preocupa y me repugna. Vivo en un país (Italia) donde hay regiones donde los niños mueren por la contaminación de empresas corruptas, se puede ignorar, la mayoría de la gente lo hace, pero algunos no podemos (...) y cada libro intento llevarlo a uno de los temas que me importan”, reflexiona.
La escritora americana, de origenes irlandeses, alemanes y hasta con un abuelo español culpable de su apellido, descarta totalmente volver a los Estados Unidos. “Fue una suerte vivir en los EEUU a los veintitantos en 1968 y 1969 pero ahora prefiero estar lejos de un país donde su gente está convencida de que vive en el mejor país del mundo”, critica y asegura que también detesta la fama. “Tengo muchos amigos cantantes y compositores de éxito y no, no conozco a nadie que sea mejor persona por ser famosa. La gente a la que la fama le ha cambiado no le ha cambiado para bien”, señala y relata la historia de una soprano rusa en Nueva York que no aceptaba críticas a su interpretación y para zanjar la conversación decía “yo soy la estrella, tú no”. “El peligro de volverte famosa es ese, que te traten como una persona especial, nadie lo es. Con ser una persona normal ya es suficiente”, alega.
“Es muy maja, ya se nota en cómo escribe, he leído 4 o 5 libros suyos y en todos se intuye ella”, cuenta Jose María Costa, de 25 años, uno de los más jóvenes de un auditorio que mayoritariamente ronda la tercera edad. Costa se ha formado para que le firmara el libro número 15, Veneno de cristal. En la cola de firmas se acumulan las fotos, los saludos, los besos a Dona Leon y hasta algún grito de emoción. Oscar, por ejemplo, le hizo firmar su ejemplar de Líbranos del bien, el libro que más le gusta de Leon, y un dossier con sus fichas de lectura datadas de 26 de los 27 libros de Brunetti. “La novela negra es mi filia, leo unos 60 libros al año y muchos cómics también”, relata este perito agrícola recién jubilado.
Leon es una best seller y en Valencia muestra que la literatura puede ser un fenómeno de masas. “Luchen por la cultura e implíquense, los gobiernos están más preocupados en pagar bombas que cultura, así que vayan a los museos, a conciertos, donen a fundaciones culturales, cuestan solo 5 o 10 euros”, anima. Mañana volverá a escribir, debe hacer al menos una por día para mantener su ritmo de publicación. “No pienso matar todavía a Brunetti, me cae bien”, concluye.
“Parece que me vayan a arrestar, tengo todos los focos en mi cara” espetó Donna Leon nada más subir al escenario del Teatro Talia, en el centro de Valencia, y que los fotógrafos de prensa la avasallaran a flashazos. La madre literaria del comisario Guido Brunetti fue víctima por un momento de sus propias tramas policiacas y de la fama que tanto dice detestar. Como si de una estrella del rock se tratase, cerca de 400 valencianos llenaron la noche del míercoles el teatro para verla, y más de medio centenar se quedaron sin poder entrar. Se encontraba con sus lectores con motivo del VI Festival Valencia Negra, que llena la ciudad de suspense entre el 4 y el 13 de mayo.
Leon (New Jersey, 1942) los deleitó con una hora de anécdotas y simpatía, que derrocha con una teatralidad muy natural. Sin pelos en la lengua y muchas bromas cargó contra la religión, la voracidad contra los recursos naturales y el turismo de masas, temáticas que pueblan sus libros. Lleva 27, prácticamente uno por año, con el inspector Brunetti como protagonista. “Me gusta, es un tipo simpático, no es un perdedor como la mayoría de inspectores sajones a los que estamos acostumbrados en el género: divorciados, que apenas comen, beben mucho, ven la tele solos en su casa... Me parece que muchos de los protagonistas del género ahora están enamorados de la muerte. Son unos amargados que solo quieren revelar un crimen. Brunetti en cambio está enamorado de la vida, él está interesando en sus hijos, en su mujer, y en comer bien”, explica León. Efectivamente, Brunetti, el inspector veneciano, come todo el tiempo. En sus historias el lector saliva por los bacarai –una especie de pinchos venecianos– sin perder el suspense. “Brunetti quiere entender los porqués de la muerte para entender a los vivos, y luego se interesa por lo cotidiano, tiene una vida con la que cualquier lector puede sentirse identificado”, añade y el público asiente entusiasmado.