Una de las novedades del Gobierno valenciano en la segunda legislatura del Pacto del Botánico es Mireia Mollà (Elche, 1982). Pero no se trata de una desconocida, ni mucho menos, en la política valenciana porque, al lado de Mónica Oltra, a cuyo partido, Iniciativa del Poble Valencià, pertenece, ha sido una de las caras visibles de Compromís desde que la coalición irrumpió en la política valenciana. Diputada durante las tres últimas legislaturas en la Corts Valencianes, Mollà ha sido también concejala en Elche.
Su departamento, que engloba las áreas de agricultura y medio ambiente, y que incorporó el cambio climático a su denominación durante el primer Gobierno del Pacto del Botánico, con Elena Cebrián al frente, ha sido rebautizado ahora como Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica. La política verde apunta a un protagonismo especial, no exento de polémica, en el nuevo mandato del Gobierno que preside Ximo Puig.
Usted decidió no volver a repetir como diputada en las Corts Valencianes y centrarse en su cargo de concejala en Elche y en su trabajo político en las comarcas valencianas del sur. Sin embargo, ha vuelto para incorporarse como consellera del Gobierno valenciano. ¿Cómo ha ocurrido?
El segundo Gobierno del Pacto del Botánico tiene un proyecto político ilusionante. La transición ecológica, el momento de unir proyectos de vida digna, que era el rescate social en el primer Gobierno del Botánico, a entornos de vida digna, que es el objetivo de este segundo Botánico, para mí es apasionante. Ese era el trabajo que estábamos haciendo en Elche, y me siento identificada con él. También creo que hay que asumir que en la política, cuando te hacen ofertas como esta, cuando surgen peticiones como esta, has de estar al lado de personas con las que esta aventura vale la pena. En este caso, me anima trabajar en el Gobierno de Mónica Oltra.
Este segundo Gobierno del Botánico presenta algunas particularidades. Tiene un socio nuevo, Unides Podem-Esquerra Unida. Y su incorporación ha causado problemas en la negociación de las competencias y algunas interferencias en el área de cambio climático.
No son solo interferencias. Pueden ser también oportunidades de construir sinergias. He negociado durante cuatro años los presupuestos de la Generalitat Valenciana con el PSPV-PSOE y con Podemos y somos la única comunidad autónoma que ha sacado adelante cada año unas cuentas pactadas y acordadas en buenas condiciones. Creo que tengo experiencia en lo que se refiere a mi contribución personal a que haya diálogo y consensos. Pero además la mía es probablemente la conselleria con más mestizaje de todas [cargos de distintos partidos en el mismo departamento]. Pienso que eso es positivo. Desde nuestra conselleria se construye Botánico en su conjunto. Se nos quiere dotar de una transversalidad cuyo propósito es ser ejemplo para el resto. No convertir el mestizaje en un problema de interferencias sino en una oportunidad.
Su departamento ha cambiado de nombre. La nueva terminología incluye “emergencia climática y transición ecológica”. ¿Qué implicaciones tiene?
El cambio climático es un término que todo el mundo ha asumido pero que no transmite de forma pedagógica o divulgativa la situación crítica que afrontamos y que exige tomar decisiones justas en el momento justo. Y cada momento que se pierde en tomar decisiones de lucha contra el cambio climático, frente a la emergencia climática, resulta irreversible. No se podrán adoptar mañana las decisiones que podríamos tomar hoy si perdemos la oportunidad de hacerlo. Por eso se dota de esta palabra fuerte: emergencia. Cuando hablábamos en el primer Botánico de emergencia social, de emergencia política, de emergencia económica, estábamos hablando de una crisis que debía tener una respuesta urgente. En estos momentos, hablar de emergencia climática es hablar de crisis climática y de que toca adoptar decisiones. Es ahora o nunca.
Eso implica, sin duda, enfrentarse a inercias y, por otra parte, a lobbies de presión.lobbies
Claro. Y habrá que hacerlo contruyendo otros lobbies. La idea es impregnar, hacer que la sociedad valenciana se implique en una tarea de lucha contra el cambio climático, de construir nuevas oportunidades, nuevas economías, nuevas producciones, una nueva forma de entender el autoconsumo, de relacionarnos con los recursos naturales. Queremos montar un gran lobby como conjunto de la sociedad. Aparte de eso, los lobbies que interpelan los modelos energéticos desde las energías renovables, que hablan de la gestión de residuos, no desde las mafias que han funcionado tantos años, sino desde la reutilización, el reciclaje y la buena gestión individual, tendrán mucho portagonismo. Tendré mucha relación con la Conselleria de Economía Sostenible, porque hay muchas oportunidades desde la innovación, así como desde la ciencia, de ahí también la relación que tendremos con la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital.
¿A qué oportunidades se refiere?
Existen muchos yacimientos de empleo sobre los que hemos estado perdiendo mucho tiempo. Hablo de fórmulas que generan trabajo sostenible, riqueza y bienestar colectivo.
El medio ambiente, desde el punto de vista de la gestión, ofrece muchos frentes. ¿Cuál es su prioridad?
Una de las cosas que estoy repitiendo es que esta es una única conselleria. Cuando hablamos de agricultura, de desarrollo rural, de emergencia climática y de transición ecológica, alguien podría tener la tentación de decir que Mireia Mollà gestiona dos conselleries. Y no es así. Es un todo. Tenemos nuestro sector primario por excelencia, la agricultura, ganadería y pesca, que ha de ganar potencia política por parte de la conselleria para hacernos fuertes en los ámbitos estatal y europeo. Habrá que hacer lobby valenciano. Y ese sector va a relacionarse con la parte ambiental, de nuestros entornos naturales y de cómo construir sociedad mediante la buena gestión de los recursos. Dicho esto, para mí hay dos elementos fundamentales: la energía y la gestión de residuos.
¿Esas serán sus prioridades?
Sí. Por ejemplo, la gestión del agua tendrá también una visión global, porque es gestión agrícola y propiamente ecológica. Tendrá un recorrido importante a través de la empresa pública Epsar (Entidad Pública de Saneamiento de Aguas Residuales). No hablaremos solo de agua de riego, sino también de agua de boca, de que nuestros limitados recursos sean gestionados con eficiencia. En este ámbito, la agricultura es un dique de contención de la desertificación del sur del territorio de la Comunidad Valenciana y de esta en su conjunto como parte del sur de Europa. El agua es un elemento fundamental, pero la energía y la gestión de residuos son dos pilares importantísimos en inversiones, en concienciación, en nuevos yacimientos de empleo, en volver a ser lo que nunca debimos dejar de ser: un país pionero en fórmulas de generación de energía renovable. Hay mucho que ofrecer y mucho trabajo por hacer.
La agricultura es un sector protegido. En eso se parece al medio ambiente: necesita protección. Pero hace un gran consumo de medio ambiente, de agua; tiene un impacto en términos de contaminación, como por ejemplo ocurre con la industria agroalimentaria; sufre permanentes problemas, como el de la plaga de Xylella o la crisis del sector citrícola. Se ha hablado en algún momento de buscar otro modelo: una agricultura con más valor añadido, ecológica. ¿Usted qué piensa?
El sector está dispuesto a recorrer el camino del cambio. Pero no nos equivoquemos, quiere herramientas, apoyo institucional, que se eviten las agresiones externas. Está dispuesto a cumplir todas las reglas del juego, en primer lugar las de protección de la salud, pero se trata de un camino que exige esfuerzos a un sector que no tiene colchón. En otros sectores económicos que han de hacer transición sí que existe ese colchón. En la agricultura, no. Hablamos de agricultores y ganaderos sometidos a una fuerte presión desde hace décadas, que han visto empeorar su situación y con un escaso relevo generacional. Se trata de una situación crítica. Están dispuestos a hacer ese camino, pero te piden que estés a su lado, que seas valiente, que busques los instrumentos de apoyo económico.
Y estaremos a su lado. Pero tendríamos que evitar elementos externos como el acuerdo de la UE con Suráfrica o el posible acuerdo con Mercosur, que agravan la situación de la agricultura o la ignorarn como un sector fundamental. En el sur, eso lo entendemos muy bien. Hemos hecho una gestión de recursos hídricos ejemplar, teniendo en cuenta la escasez, hemos hecho los deberes. Ahora bien, si queremos convertir el sur en un desierto, si no entendemos la agricultura como un instrumento fundamental, nos equivocaremos. Además, nuestra agricultura está sometida a unas reglas del juego que garantizan la alimentación saludable, pero se encuentra ante acuerdos de libre comercio que abren la puerta a que se pueda perder calidad en ese terreno.
Hace cuatro años, cuando se produjo el cambio de un gobierno del PP a otro de izquierdas, la titular de este departamento se encontró con una auténtica conselleria paralela. Una buena parte de la gestión se llevaba desde la empresa pública Vaersa (Valenciana de Aprovechamiento Energético de Residuos, SA). ¿Cuál es ahora la situación?
Hay muchas cosas por hacer, tanto en Vaersa como en Epsar, para que puedan ser intrumentos útiles. Vaersa es imprescindible desde una visión de la gestión presidida por la ética, la transparencia y el compromiso de no pervetir su función. La Epsar también debe seguir esos parámetros, pero además tiene una oportunidad de inversión y un objetivo de primer orden. La capacidad de inversión en depuración es irrenunciable.
¿La emergencia climática, en qué objetivos debe centrarse?
Tiene que ver con movilidad, con energía, con la ordenación del territorio. Muchas de esas cosas tienen la sede competencial en otras conselleries, pero lógicamente hay un trabajo conjunto por hacer. No se entiende la lucha contra el cambio climático, frente a la emergencia climática, sin una buena ordenación del territorio. Se ha avanzado mucho en eso. En el anterior Gobierno valenciano, el director general, que después fue secretario autonómico, Lluís Ferrando, puso en marcha herramientas importantísimas, de forma conjunta con la Conselleria de Medio Ambiente. El Pativel (Plan de Acción Territorial de la Infraestructura Verde del Litoral) es una de ellas. No solo es una norma de protección del litoral sino de los pulmones y corredores verdes fundamentales frente al cambio climático. Otro ejemplo es la Ley de l'Horta, en la que colaboraron esta conselleria y la de Obras Públicas. Está también la Ley de Estructuras Agrarias. Se trata de construir diques y pulmones contra las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otra parte, la movilidad es fundamental. Nuetra conselleria tendrá mucho que aportar sobre la forma de concebir en las próximas décadas la movilidad en nuestras ciudades y nuestro territorio.
También tiene que ver la emergencia climática con las industrias, y en eso trabajaremos de forma coordinada con la Conselleria de Economía. Cuando se programan, por ejemplo, entornos o parques empresariales, tendremos que colaborar para impulsar economías verdes, sectores innovadores que hagan empresa. Pero también tienen que adaptarse las empresas que existen a la emergencia climática. Hablo de la inustria tradicional, de la agricultura... Deben tener pautas para reducir la huella ecológica.
Una de las grandes asignaturas pendientes heredadas de la época del PP era poner orden en la gestión de residuos, en la que campó la corrupción y que presentaba graves problemas.
En la anterior legislatura se ha dejado programado el Plan Integral de Residuos (PIR) y ahora hay que poner en marcha las medidas concretas. Es verdad que ha sido una legislatura sin grandes acciones, pero hacía falta un marco normativo que requería mucho diálogo. Yo tengo la responsabilidad de desarrollar los modelos que se han creado. Tienen que ver con ordenar el territorio para organizar los residuos, sabiendo por ejemplo que el concepto de macroplanta de residuos está caduco. Hemos de poder desarrollar microplantas que reduzcan el impacto en emisiones que representa el transporte de residuos. Hay que integrar en esta lucha a los ayutamientos y los consorcios, que son actores imprescindibles, y a las diputaciones. En algún momento tendremos que denunciar comportamientos que rompen con esos nuevos modelos y empoderar a quien se compromete con ellos de manera decidida. En defintiva, tendremos que asumir que la fiscalidad verde será fundamental.
¿Se refiere a impuestos relacionados con el medio ambiente?
No tienen que concebirse necesariamente como gravámenes. Defiendo que la buena gestión debe reflejarse en el ámbito impositivo.
¿Apuesta por las bonificaciones?
Sí. Los buenos comportamientos ahorrarán más dinero del que podemos imaginar. Uno de los grandes costes de los ayutamientos es la recogida, tratamiento y limpieza. Saber que podemos contribuir a hacer bien las cosas y que eso nos reportará un ahorro puede ser una buena opción.
El Gobierno del Botánico era en el anterior mandato un bipartito. Ahora se ha convertido en tripartito. ¿Prevé que el funcionamiento sea más conflictivo?
Prefiero las tensiones que son evidentes a las que se esconden. Las tensiones que se esconden acaban beneficiando a intereses ocultos. Los gobiernos monocolores han tenido tensiones escondidas que produjeron efectos nocivos para el interés general. Alguien puede pensar que las tensiones son malas porque generan polémica mediática o incertidumbre, al ver que se prolonga la negociación o que encalla en algún punto. Ha ocurrido con mi conselleria, porque era importante. La transparencia, si al final se resuelve, construye más unión, hace más fuerza.
Pero la negociación de este segundo Gobierno ha producido una imagen en la que Compromís y Podemos, que parecían aliados potenciales, se han convertido en rivales...
Nosotros en el Gobierno valenciano no tenemos rivales. Se trata de un Gobierno plural, con lo que conlleva la pluralidad. Acordar objetivos comunes y hacer de las diferentes visiones renuncias acordadas es democráticamente saludable, aunque sea costoso y duro. Estoy convencida de que refuerza el proyecto.
¿Se llevará bien con el nuevo vicepresidente Rubén Martínez Dalmau?
Seguro. Cuando me preguntaban al tomar posesión por qué esta conselleria había sido el foco de discusión, entendí que este será un Gobierno que cree de verdad que la labor de esta conselleria tiene un valor imprescindible para la Comunitat Valenciana. El primer Botánico se centró en construir proyectos de vida digna. El segundo Botánico será el de construir entornos de vida digna. Y no es una renuncia al primer objetivo sino que se entienden como objetivos integrados. Le dije una cosa a Mónica Oltra, que ella ha repetido alguna vez, el reto es “ser capaces de aliar al que está preocupado por el fin del planeta con el que está preocupado por el fin de mes”.