Manuel Martín Collado, un pintor de Gandia, tenía 32 años cuando fue fusilado el 31 de octubre de 1940 por un pelotón tras un Consejo de Guerra Sumarísimo. Junto a Martín fueron ajusticiados otros 19 hombres, todos acusados de un intento de fuga de la prisión ubicada en el colegio de las Escuelas Pías de la ciudad. De él apenas queda una foto y la memoria de su familia, que sabía que fue enterrado en una fosa común en algún lugar del cementerio de la localidad. Esa “saca” de 20 hombres fue la última de 5 ejecuciones masivas iniciadas por el ejército franquista en Gandia una vez acabada la Guerra Civil. Desde el 25 de mayo de 1939 fueron fusiladas 62 personas, todos hombres, la mayoría agricultores.
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Se conocen sus nombres, sus oficios y lugar de procedencia gracias al estudio de Vicent Gavarda “Els afusellaments al País Valencià (1938-1956)”, y a la recopilación de datos realizada, entre otros, por la Associació Republicana de la Safor y el Arxiu Històric de Gandia. Pero no se sabe nada de sus familias, a excepción de los descendientes de cinco de los ejecutados, que acaban de agruparse en la Associació de familiars d’afusellats del cementeri municipal de Gandia.
Nuria y Ede Martín, dos de las nietas de Manuel Martín, decidieron romper el silencio que imperaba en la familia tras leer un artículo en prensa del historiador Eladi Mainar, “El Todos los Santos de Sangre de 1940”, donde se describía la ejecución, y tras conocer los trabajos de exhumación que se están realizando en las fosas de Paterna. La familia, como todas, conocía los hechos, pero su recuerdo no sobrepasaba los límites domésticos. Ahora, constituida la asociación, hacen un llamamiento para localizar a los descendientes del resto de fusilados con el fin de iniciar los trámites de localización de las fosas. “No sabemos si hay una o son varias, ni tampoco el lugar exacto donde se encuentran”, afirma Nuria.
A las nietas de Martín también se ha sumado Victoria Reig, nieta de Benjamín Bravo, un pastelero, militante del PSOE y alcalde accidental de Gandia, fusilado en la “saca” del 5 de mayo de 1939 junto a otros 11 hombres, y Trinidad García, nieta de Vicente Verdú, un labrador del municipio vecino de l’Alqueria de la Comtessa, ejecutado un día después, el 6 de mayo, con otros tres vecinos del pueblo. “Mi madre cuenta que de joven iba a rezar por mi abuelo al lugar donde estaba la fosa”, explica García. Aún vive el hijo de Tomás Albero Torres, comerciante de Oliva y uno de los 7 ajusticiados en agosto, que asegura conocer el lugar exacto de la fosa común donde enterraron a su padre, ahora situada bajo una de las calles del cementerio.
De las 62 víctimas, 48 eran de la Safor (Oliva, Gandia, Tavernes de la Valldigna, l’Alqueria de la Comtessa, Simat de la Valldigna, Xeraco, Xeresa, Benirredrà y Beniopa), cinco eran de Sueca, tres de Cullera, y otros seis de Ontinyent, Sollana, Moixent, Beneixama, Càrcer y Anna. La asociación está divulgando el listado de los represaliados con la esperanza de que el resto de familias se sumen a la iniciativa y aporten muestras de ADN para identificar los cadáveres, si se llegan a localizar. Mientras, continúa la recogida de información con ayuda, entre otras entidades, de la Diputació de València y ArqueoAntro, el equipo de arqueólogos que está excavando las fosas del cementerio de Paterna, el llamado “Paredón de España”, donde murieron más de 2.200 personas. Las familias de los enterrados en la fosa común número 100 de esta localidad, la mayoría de la Safor, también se constituyeron en asociación hace unos meses en Oliva para rescatar a sus muertos.