Uno de los últimos guerrilleros contra Franco reclama al PCE autocrítica por las ejecuciones sumarias de camaradas
Francisco Martínez, “El Quico”, declara en una carta abierta que se siente con autoridad moral y política para exigir que el partido reconozca públicamente “los repugnantes métodos” que utilizó su dirección en los años del maquis
Tiene casi 91 años y vive en El Campello (Alicante). Su vida ha sido poco corriente. Francisco Martínez-López, conocido como El Quico, es uno de los últimos supervivientes de la guerrilla antifranquista, de la que formó parte durante su juventud en el movimiento que actuó en León-Galicia. Militante del PCE en Francia, tras su exilio a aquel país en 1951, a partir de la legalización del partido en 1977 en España dejó sus cargos orgánicos para centrarse en la reivindicación de la memoria de la resistencia armada a la dictadura de Franco.
En una carta abierta que publica íntegra eldiario.es,Quico reclama al PCE “que reconozca públicamente los repugnantes métodos que utilizó durante los años de la guerrilla antifranquista y que rehabilite a quienes los padecieron y particularmente a las víctimas de ejecuciones sumarias impuestas por la dirección del partido”. El exguerrillero pone varios ejemplos concretos, entre ellos el de Víctor García García, El Brasileño, asesinado en enero de 1948 por órdenes del Comité Central entonces dirigido por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. “Estos asesinatos fueron cometidos en un contexto de depuración política”, señala Francisco Martínez-López, que describe minuciosamente el ambiente y las sospechas que planearon sobre el maquis en aquellos tiempos.
“64 años esperando que mi partido condene esas ejecuciones inaceptables, absolutamente injustas”, lamenta Quico, que explica: “Durante mucho tiempo he callado públicamente porque las sospechas no son pruebas. Ahora, las pruebas existen”. El exgerrillero descarta el argumento de silenciar esos asesinatos de antifranquistas para “no hacer el juego al enemigo” y reflexiona: “Si no lo hacemos nosotros, con un necesario ejercicio de autocrítica que se ha retrasado tal vez demasiado tiempo, serán los herederos del franquismo y todos los que intentan establecer una equidistancia entre el fascismo del golpe de Estado y la defensa de la II República quienes impongan su interesada versión de los acontecimientos con el solo intento de desacreditar nuestra lucha y nuestro compromiso con la libertad”.
Como explica el historiador Secundino Serrano en un artículo que publica también eldiario.es para contexualizar el marco en el que se sitúan aquellos hechos: “Desde un punto de vista historiográfico, resulta poco comprensible el empeño del partido comunista imponiendo a partir de la transición la condición de invisible para el movimiento guerrillero, cuando la resistencia armada se configuró como la expresión más acabada de su política de los años cuarenta. Aparte de impulsar algunas narraciones ideológicas, el PCE quiso borrar al maquis de su pasado. En su historia oficial, se trata a la guerrilla como si fuera un episodio anecdótico de su trayectoria. El partido comunista, que eligió la vía armada para acabar con el franquismo, se desembarazó de la guerrilla no sólo como opción estratégica —lo que parecía obligado dada la evolución política del país— sino también como fragmento de su historia y de la historia de España”.
Francisco Martínez-López, El Quico, nació en el Bierzo el 1 de octubre de 1925, en una familia republicana de campesinos y de mineros implicada en la red de enlaces del movimiento guerrillero de León y Galicia. Este apoyo a la resistencia armada antifranquista constituye para Quico una escuela política y, desde muy joven, participa en el Servicio de Información Republicana (SIR) dirigido por la Federación de Guerrillas de León y Galicia. Descubierto por la policía en septiembre de 1947, por su actividad clandestina, consigue escapar y se incorpora a la guerrilla en el momento en que se forma la segunda agrupación del Ejército Guerrillero, vinculada al Partido Comunista de España.
Quico actúa primero en un grupo de resistentes anarquistas, socialistas y comunistas que no se han integrado al Ejército Guerrillero. En 1949, se une al grupo de Manuel Girón y combate a su lado hasta la muerte de éste, en mayo del 1951, y en septiembre del mismo año, con sus compañeros Manuel Zapico, Pedro Juan Méndez, Silverio Yebra, toma el camino del exilio, gracias a una red de evasión organizada fuera de los partidos políticos. Pasa clandestinamente la frontera por Navarra y llega a Francia.
Entonces, Quico y sus compañeros buscan y encuentran el apoyo de sus compañeros de guerrilla que se habían exiliado anteriormente, en particular el de Amadeo Vallador, guerrillero anarquista de la Federación de León y Galicia. Se presentan a la policía francesa para pedir asilo político pero, a pesar de esa entrega voluntaria, las autoridades francesas los encarcelan dejándoles elegir entre dos opciones: o Franco -es decir la muerte con garrote vil- o la Legión Extranjera en Indochina. Al negarse, él y sus compañeros a incorporarse a esa guerra colonial, los encierran en un calabozo del Fort Saint-Nicolas en Marsella.
En esos momentos dificiles, les ayuda la solidaridad de Amadeo Vallador y de sus amigos de Perpiñan. Amadeo Vallador les pone en relación con José Ester Borras, un refugiado cenetista exiliado en 1939, combatiente de la resistencia al nazismo en Francia, superviviente del campo de concentración de Mauthausen. José Ester Borras trabaja como responsable de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos (FEDIP). Moviliza una red de solidaridad formada por antiguos combatientes de la resistencia francesa como Madame Gemähling, y Odette Ester, su compañera que es secretaria del periódico Franc Tireur. Los periódicos Franc Tireur y Luttes lanzan una campaña de información y solidaridad hasta conseguir, a duras penas, al cabo de tres meses la liberación de los guerrilleros.
Francisco Martínez López -como sus compañeros- consigue el derecho de residir en Francia como refugiado político y empieza a militar en los grupos de unidad antifranquista fuera de los partidos del exilio. El PCE -partido con el que se identifica- le pone en cuarentena durante cuatro años ya que tiene cierto reparo a admitir en sus filas a los militantes procedientes del interior. En cuanto puede, Francisco Martínez López recupera una actividad militante en el seno del PCE y poco a poco va asumiendo responsabilidades: primero en la comisón del Comité Central de Europa, más tarde como responsable de organización en Francia y miembro del Comité Central.
Durante todos esos años de lucha contra la dictadura, su memoria de guerrillero queda oculta pero, a partir de la legalización del PCE, Quico se preocupa al ver que su partido no reivindica el patrimonio histórico de la resistencia armada al franquismo. Decide liberarse de sus cargos de responsibilidad dentro del PCE para dedicarse al trabajo de exhumación de esa memoria del movimiento guerrillero junto con otros antiguos guerrilleros. Al principio aislados, sin apoyo por parte de los grupos parlamentarios y ni siquiera los partidos de izquierda recién legalizados, consiguen formar poco a poco una red de contactos compuestos por antiguos actores de la guerrilla antifranquista considerados todavía como «bandoleros» a pesar de la amnistía general de 1977 que luchan por conseguir su rehabilitación.
En 1997, su movimiento de guerrilleros por la memoria conecta con militantes de la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE). En el seno de esa asociación, y con intelectuales como el escritor Alfons Cervera o la historiadora Fernanda Romeu, participa en la elaboración de un texto de proyecto no de ley para el reconocimiento moral y político de la guerrilla antifranquista reinvindicando la creación de un centro de archivos abiertos a la ciudadanía para ese capítulo de historia. Participa en las «Caravanas de la memoria» organizadas por AGE en 2000 y 2002. El Congreso de los Diputados vota, en mayo del 2001, el reconocimiento de los guerrilleros como luchadores por la libertad pero no acepta la anulación de la sentencias pronunciadas contra ellos por los tribunales militares de la dictadura ni la creación de un centro de archivos sobre la guerrilla.
En su labor de transmisión de la memoria antifascista Francisco Martínez López multiplica los encuentros en los institutos, colegios, universidades, casas de la cultura, colectivos asociativos locales. En Alicante, donde vive, contribuye a colectas y grabaciones de testimonios sobre la guerrilla y sobre las detenciones en los campos de concentración y cárceles. Su actividad sigue centrándose en la lucha contra la desaparición de las referencias a la resistencia al franquismo.