El 24 de abril de 2014 presenté, como diputado de EUPV, la primera denuncia sobre la Fórmula 1 a la Fiscalía Anticorrupción. Acumulada a otra de mi amigo Josep Moreno y la también diputada del PSPV Eva Martínez, tras varios meses de investigación del fiscal Vicente Torres se materializó en una querella criminal contra Jorge Martínez Aspar, Lola Johnson y Francisco Camps. Los palmarios indicios contra Alberto Fabra y los miembros de su gobierno, que colegiadamente decidieron la ruinosa compra de Valmor, quedaron -por el momento- fuera de la instrucción judicial que se abrió en el TSJ y pasó a un juzgado ordinario al perder el ex presidente Camps su aforamiento. Pero todo llegará.
Estos días se están sucediendo las declaraciones de testigos en sede judicial y la opinión pública comprueba cómo cambia la versión del cuento de la F1: del gran evento que iba a poner a Valencia “en el mapa” sin costar ni un euro a los contribuyentes -Ric Costa dixit- al delirio megalómano que nos ha salido por 300 millones del ala. Por fin, los urdidores y ejecutores del negocio triangular entre Ecclestone -que siempre gana-, Valmor -que nunca quiso perder- y la Generalitat -pagana de todo- reconocen ante un juez lo que venían diciendo en privado. El representante de Bankia admite que Valmor fue creada como empresa pantalla a instancias de la Generalitat y rendía cuentas al entonces vicepresidente económico, Vicente Rambla. El mismísimo Fernando Roig deja claro que la F1 era una ruina y que el Consell sabía que estaba adquiriendo deuda cuando decidió ser avalista, pagar el canon y finalmente comprar Valmor. Todo fue una gran estafa a la ciudadanía valenciana.
Un ejercicio interesante de memoria sería rescatar antiguas y recientes declaraciones de los líderes del PP y recordar así como criminalizaron la crítica -por entonces minoritaria- al circuito urbano de la F1 en Valencia. Y no digamos ya sus reacciones a nuestras denuncias. Para el ex vicepresidente José Císcar, que me había amenazado con una querella por divulgar los contratos confidenciales con Ecclestone, mi escrito a la Fiscalía Anticorrupción «no tenía fundamento». Para el ex presidente Alberto Fabra, que nunca se atrevió a entrar al fondo del asunto en los debates parlamentarios, con la compra de Valmor «se hizo lo menos gravoso». Y cuando César Sánchez, ex diputado autonómico y actual presidente de la Diputación de Alicante, tuvo que justificar el voto en contra del PP a mi propuesta de una comisión de investigación sobre el caso de la F1 recurrió a argumentos tan pueriles y manidos como “ustedes están instalados en la crispación”, “les interesa que las cosas vayan mal”, “quieren manchar la imagen de la Comunidad Valenciana”...
¿Mantendrán la misma versión los capitostes del PP cuando les llegue el turno de declarar ante el juez? ¿O la visión del banquillo les hará recuperar la cordura que perdieron a golpe de talonario con cargo a los presupuestos públicos? De momento, el cuento de hadas de los tiempos de vino y rosas ha mudado en crónica de tribunales. Mucho han cambiado las cosas desde aquella foto icónica de Francisco Camps y Rita Barberá en un descapotable conducido por Fernando Alonso. El final del cuento de la Fórmula 1 aún no está escrito pero no me extrañaría que el Ferrari se convierta en un furgón policial y la bandera de cuadros en un pijama de rayas.