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La ilusión como combustible

“De ustedes depende. O aprendemos a pelear como equipo, o perderemos como individuos.”

(Un domingo cualquiera/Any Given Sunday, 1999)

Ya estamos en precampaña, está claro. Ya llega el momento en el que nos planteamos qué partido nos va a gobernar los próximos cuatro años. Al menos así era hasta que surgió Podemos. En ese momento comenzamos a pensar que nosotros podíamos formar parte de ese cambio, que la democracia iba a ser, por fin, algo más que meter el voto en la urna, y que el 15M, el sentido común, la lógica del 99%, iba a poder llegar a las instituciones. Aún recordamos con ilusión el momento de votar los candidatos para la lista a las Europeas, ¿cómo olvidarlo? Viendo los perfiles de gente corriente haciendo política: activistas, profesores, parados, funcionarios, estudiantes… La ilusión con la que participábamos en el programa y pegábamos los carteles. Llegábamos a casa de quien fuera y no podíamos más que explicarles lo diferente de Podemos, lo nuevo, lo participativo e ilusionante que resultaba. Convencimos a mucha gente para que nos votara, para que se uniera a nosotros. Mucha más gente de la que cabía esperar en aquel momento.

Después llegó Vistalegre y nos dimos cuenta de que había dos formas de ver Podemos. Las dos formas compartían lo esencial: No perderíamos de vista la situación que viven muchos ciudadanos en nuestro país, que no pueden garantizar la comida de sus familias, pasan frío en invierno, no pueden pagar los libros de texto, ni cubrir las necesidades más básicas. La diferencia era la forma de afrontar la llegada a las instituciones, si como una herramienta participativa o como una máquina de guerra electoral. Elegimos la máquina de guerra, y no nos ha ido mal, pero no lo suficientemente bien como para salir de esa situación de emergencia social en la que viven muchas familias. Necesitamos aunar la estrategia con la ilusión. Por eso, no podemos desandar lo andado, pero mucho menos perder a la gente. Tenemos que trabajar por un proceso participativo donde elijamos a quiénes van a estar en el Congreso de los Diputados y en el Senado llevando nuestras propuestas, defendiendo los intereses de las personas y no los de los mercados. Porque tenemos una gran responsabilidad y todos lo sabemos. Por eso tenemos que hacerlo bien y tenemos que hacerlo juntos.

Es el momento de tomar decisiones complejas, arriesgadas y difíciles. Estas decisiones no pueden estar motivadas exclusivamente por querer conformar una lista perfecta que no tenga rival, ni a si en un futuro próximo se crearán barones territoriales si se cambia la circunscripción única, ni a cómo hacer que sean listas más plurales. Estas decisiones tienen que tratar sobre cómo devolverle la palabra a la gente.

La máquina de guerra electoral requiere de ilusión como combustible. Hace un año los tanques de combustible estaban a rebosar, desbordábamos ilusión. Pero hemos visto cómo se va agotando, y no es sólo culpa de si el programa es más o menos de “izquierdas”, de si somos más o menos plurales, de si los medios de comunicación atacan sin descanso a nuestros portavoces. Va mucho más allá. Se debe también a sentimientos y temores, a haber dejado de sentir el proyecto como propio, a saber que las grandes decisiones ya no son, ni siquiera, consultadas.

El papel de los activistas es fundamental en este proceso. Los círculos y todas las personas que participan en ellos son efectos multiplicadores de la ecuación de consumo/generación de combustible. Un activista ilusionado genera ilusión en quienes le rodean, uno desilusionado genera miedo y desgaste.

Es por tanto, el momento de demostrar que no somos lo mismo de siempre, que somos diferentes. Que nosotros no funcionamos con lógicas de familias ni con pactos en despachos o llamadas telefónicas. Que Podemos nació para ser la herramienta de la gente, y eso es lo que seguimos siendo. Y no sólo debemos serlo, sino también demostrar que lo somos.

Es el momento de que la máquina de guerra electoral sea también una máquina de participación. No están contrapuestas. Elijamos lo mejor de cada una de las dos visiones de Podemos, ambas son necesarias. Si algo nos ha enseñado Grecia estos días, es que no es suficiente con asaltar las instituciones. No nos lo van a poner fácil. Van a intentar acorralarnos, van a tratar de que tomemos decisiones en contra de los intereses de la gente. Por eso, necesitaremos apoyarnos en las calles, en los movimientos, en las mareas… Por eso, la lista debe ser la lista de todos y no la lista de unos pocos. Para que cuando nos ataquen en las instituciones sepamos que nos están atacando también en nuestros barrios y en nuestras ciudades. Para que sintamos que somos parte del proyecto y también de la solución. Aún estamos a tiempo, no perdamos esta oportunidad. No sabemos si se va a repetir.

Alba Contreras Corrochano

Miembro del Consejo Ciudadano de Podemos de la Comunidad de Madrid.

Roberto Jaramillo Martínez

Concejal del Ayuntamiento de Valencia por València en Comú