JASP de la política

Muchos de ustedes, los que hayan entrado en la edad adulta, recordarán aquel anuncio de hace casi dos décadas de un coche, un pequeño utilitario pensado para jóvenes, cuyo eslogan se convirtió, como ocurre a veces para felicidad de los creativos publicitarios, en un lema adoptado por la sociedad: los JASP, Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados. En el éxito de la campaña estaba el entroncar con un sentimiento de orgullo herido de la juventud de la época, que se ha venido arrastrando hasta el momento. Era como un grito de auto reivindicación que había permanecido latente; era un pasar de pensar en silencio “che, tanto estudiar para qué” a decir con confianza: “cuidado conmigo, que ni generación x ni y ni leches, que somos jóvenes pero no tontos, que nosotros lo valemos, y lo vais a comprobar”.

Esta campaña me ha venido a la mente en los últimos tiempos, en los que la política se está nutriendo por fin de sabia joven y, lo más importante, muy preparada. Los Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Borja Sémper, o Ignacio Blanco en el ámbito autonómico, flamante ganador de las primarias de EU, pueden perfectamente representar los JASP del siglo XXI.

Estaremos más o menos de acuerdo con sus propuestas, pero es innegable que esta nueva hornada de representantes públicos es otra cosa. Es algo que todos veníamos pidiendo desde hace mucho; cuántas conversaciones cotidianas se han centrado en el tono gris de los políticos que nos habían tocado en suerte, en su falta de carisma, en su desconocimiento de la comunicación pública eficaz y de las nuevas formas de comunicar (que más bien parece muchas veces que a los asesores les paga el rival), en la repetición de formas y fondos caducos, en el desconocimiento de idiomas, especialmente el inglés, en la España de la UE y en un mundo global…

De nada de esto adolecen los jóvenes políticos que menciono: están muy formados, saben inglés, dominan la comunicación actual y, perdónenme la superficialidad, pero encima son guapetes, es decir, tiene ese enganche personal del que ni el más pepero me negará que carece Rajoy, por poner un claro ejemplo. Incluso la Casa Real se ha dado cuenta de esto y nos presenta a un Felipe VI que encaja perfectamente con el perfil JASP, no en vano si su padre era Juan Carlos I el Campechano a Felipe VI el Preparado.

Tienen estos chicos además una ventaja sobre los JASP del anuncio, ya no son veinteañeros, sino que están en esa valiosa edad de los treinta y pico a los cuarenta y pocos, en los que uno no deja de ser joven pero tienen la suficiente madurez y trayectoria como para tomarse y que lo tomen en serio. Pero además suponen un paso más: saben, sean del partido que sean, que la democracia española ya no es la que salió de la Transición, y la sociedad tampoco. Que hay que profundizar en crear más democracia y eso implica más comunicación, más información, más transparencia, mucha más limpieza, más eficacia en la gestión pública y una política más compensadora de las desigualdades. Esto es lo que está haciendo que los términos de izquierda y derecha empiecen a necesitar una redefinición.

Seguro que algunos de ellos llevarán más lejos estas ideas que otros y, espero equivocarme, pero pienso que los partidos con más trayectoria se lo van a poner más difícil a los JASP de la política actual, sobre todo en el caso de PP, principalmente, y del PSOE, en menor medida. Distinto es el caso de Izquierda Unida. Un caso que considero de cierta injusticia histórica, pues se trata de una formación que lleva mucho tiempo defendiendo lo que ahora propone Podemos en contenidos y también, aunque de manera algo más limitada, en forma de hacer política. No obstante, es cierto que IU partía con diversas desventajas, que quizás candidatos como Ignacio Blanco están en buena disposición para intentar superar. De hecho, creo que EU busca, con buen ojo, en este diputado, una forma de sobreponerse o sumarse al efecto arrasador de Podemos. Entre los obstáculos que tiene IU está esta potente tendencia al alza del partido de Pablo Iglesias, que ha pasado de ser un factor de empuje para las formaciones minoritarias, como ocurrió en las Europeas, a tragarse el voto de izquierdas (también gran parte del de centro e incluso derecha) fagocitando a izquierda Unida.

Otro factor en contra es la vinculación de IU en la opinión pública con los partidos tradicionales (que pesa menos que para el bipartidismo, pero existe), impulsada además por su implicación en ciertos casos de corrupción, como las tarjetas negras, y si bien es cierto que el alcance de las tramas sucias es mucho menor para IU que para otros partidos y su actuación contra los corruptos bastante más ejemplar, no lo es menos que algunos votantes pueden pensar que poco puede robar un partido que poco ha alcanzado el gobierno. Se añade como desventaja la conexión que hace un votante conservador con el comunismo (bien lo saben los críticos con Podemos que se empeñan en resucitar los fantasmas leninistas de Podemos en su juventud y su supuesto presente “bolivariano”).

Sin embargo, como digo, Blanco parte en buenos puestos de salida, pues tiene todas esas características beneficiosas de la nueva generación política y además su tarea de oposición y destape de casos de corrupción como diputado ha sido ardua e impecable.

En el panorama autonómico, queda por definir el papel que tomará Compromís. Al igual que EU, puede sufrir las consecuencias del ciclón Podemos, a pesar de que también partía de una situación ventajosa por su fructífera labor de oposición en Les Corts. En este caso, además se encuentra con la circunstancia de un relevo aún no definido, que le urge clarificar entre Oltra y Morera, y con la rémora de la procedencia bipartita de la coalición, que se reaviva al hilo de la sucesión. Aquí, además, el efecto JASP no actúa de la misma forma que en otros partidos, pues Oltra no encaja generacionalmente y Morera tampoco acaba de dar el perfil.

A esta situación novedosa he de objetar con ahínco que las numerosas mujeres JASP que hay en nuestro país no se ven representadas de momento en la primera línea política; se ve que el sexismo o el déficit en la igualdad real es un obstáculo aún más insalvable que los elefantes de la política nacional. Con esta importante salvedad, he de reconocer que el panorama es interesante, pues ha dado un vuelco inesperado en pocos meses resucitando y extendiendo el interés en la política y alentando un ánimo menos frustrado y más posibilista en la ciudadanía. Al menos, yo observo los cambios con ilusión, o será que siempre odié la frase que mi madre me repetía incansablemente cuando yo, por aquellos años 90 y quizás envalentonada por el anuncio del coche, me ponía en plan joven y sobradamente soberbia: “Sabe más el diablo por viejo que por diablo”.

Siento contradecirte, mamá, pero hay veces que la experiencia demuestra que nuestros mayores son diablos por lo malvados, pero de sabios tienen bien poco.