Aquest blog, que coordina Josep Sorribes, respon a una iniciativa de l'associació Malalts de ciutat, amb la intenció d'aportar idees i reflexions al debat multidisciplinar sobre les ciutats del nostre temps, començant per València.
Área metropolitana de València... ¿sin València?
O “contra” València, que ambas circunstancias pueden coincidir, dada la profundidad y amplitud temporal de la discusión, cuando esta existe, todo hay que decirlo. Se recupera una histórica contraposición entre la ciudad y su entorno cultivada tanto por los conservadores como por el blasquismo. Contraponer un paisaje idílico, poblado de gentes laboriosas, a los vicios y ociosidad de los urbanitas resulta entretenido. En unos casos con retazos costumbristas : de la cordà a bous de carrer, con barracas com gavines de la mar blavosa, y demás escenas costumbristas. Y algunas gotas de Blasco Ibáñez, (la Valencia laica, la nueva Atenas “blindada ”frente al agro inmediato rural, clerical) sin pasarse, claro. Y como conclusión provisional los quejíos de los nuevos hortelanos, trasplantados del asfalto urbano...al asfalto con árboles en las aceras de las urbanizaciones periféricas.
La contraposición admite superposiciones. Algunos ejemplos pueden contribuir a iluminar el escenario. La ciudad central, València, como devoradora del recurso escaso, la huerta y su paisaje físico y humano. Ciertamente, un modelo de éxito: todos los municipios salvo raras excepciones, en algunos casos derivados del agotamiento del suelo del término municipal, se han dotado de: a) urbanizaciones de adosados y sin adosar, b) de polígono industrial, uno o más, y c) han procurado PAI por todas partes hasta que se han recuperado los abrojos espontáneos por deserción de los promotores a raíz de la crisis.
Segunda superposición, la de las clientelas políticas y los resultados electorales y su efecto sobre las oligarquías partidarias. Se cuentan los efectivos militantes de cada localidad además de los emigrantes del centro a la periferia que pueden inclinar la balanza del poder territorial.
La repetición de una experiencia, la del Consell Metropolità de l'Horta podría ser, como todas las repeticiones, una nueva farsa. En aquél las competencias quedaron en manos de la Generalitat y los recursos en sus arcas. Nada nuevo. Los gobiernos de Pujol y Thatcher hicieron lo propio con Londres y Barcelona y sus respectivas Áreas metropolitanas: suprimirlas, y en esto al menos fueron más transparentes. Aquí se segregaron segmentos: el transporte en una parte; los residuos y el tratamiento de las aguas residuales y el suministro de agua potable por otra. En estos casos, sobre todo, la apropiación privada por dejación de las instituciones públicas en el agua y el asalto al negocio en lo demás nos ha conducido donde estamos: a los procedimientos judiciales por corrupción.
La pregunta puede ser, ¿para qué queremos un gobierno metropolitano? La respuesta existe incluso en los textos jurídicos de que gozamos. Artículo 140.3 de la Constitución española: “se podrán crear agrupaciones de Municipios diferentes de la provincia”, ay!. O de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local de 1985, art. 3.2 c) [Son entidades locales territoriales] “las Áreas metropolitanas”, y precisa, art. 43.2 “Las Áreas metropolitanas son Entidades locales integradas por los Municipios de grandes aglomeraciones urbanas entre cuyos núcleos de población existan vinculaciones económicas y sociales que hagan necesaria la planificación conjunta y la coordinación de determinados servicios y obras”, y deriva a la Comunidad Autónoma la legislación al respecto.
El Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana de 1982 y su Reforma de 2006, en su art. 65.3 reza “Las áreas metropolitanas y las agrupaciones de comarcas (!) serán reguladas por Ley de Les Corts aprobada también por mayoría de dos tercios, después de ser consultadas las entidades locales afectadas”. La mezcla de comarcas y áreas metropolitanas resulta cuando menos sorprendente: la singularidad valenciana alcanza a textos jurídicos fundamentales.
La definición de la Ley estatal de Bases del Régimen Local entendemos que en su concisión responde a la pregunta que nos hemos formulado, y desde luego se ajusta al Área Metropolitana de València, como por cierto a la de Alacant-Elx.
La ordenación del territorio, los usos del mismo y la conservación del paisaje y las actividades, el ciclo integral del agua desde su producción a la depuración y reutilización, la gestión de los residuos urbanos e industriales y su reciclaje, el transporte público, la ordenación de la movilidad y el diseño de redes de comunicación y su interconexión e intermodalidad, el medio ambiente y la sostenibilidad por citar unos pocos ejemplos, dan más que sobradas indicaciones sobre la necesidad de un gobierno metropolitano, representativo y transparente como ente local por supuesto, de los propios municipios sin injerencias de otras administraciones como se deduce expresamente de las normas citadas. Con recursos económicos y capacidad autónoma de gestión de los mismos, por supuesto.
Corresponde al Consell de la Generalitat promover la institucionalización de lo que son necesidades manifiestas de los Municipios metropolitanos y sobre todo de sus ciudadanos. La segmentación ya fue experimentada: concluyó en fracaso y en consecuencias peores. Pero promover es algo muy diferente a la omnipresencia, con tintes de tutela. Los ejemplos recientes del PAT de l’Horta, del Plan del Litoral, del Plan del Area Metropolitana de Valencia (con importantes solapamientos entre los tres ) e incluso de la non nata todavía Agencia Metropolitana de la Movilidad no sólo caen en el más puro enfoque sectorial y no territorial sino que, además, ningunean casi siempre de forma un tanto escandalosa a la ciudad central. De nuevo, parece que no interesa un Alcalde que se pueda erigir en líder- como le corresponde – de la realidad metropolitana. A los sucesivos inquilinos del Palau nunca les ha hecho gracia.
O “contra” València, que ambas circunstancias pueden coincidir, dada la profundidad y amplitud temporal de la discusión, cuando esta existe, todo hay que decirlo. Se recupera una histórica contraposición entre la ciudad y su entorno cultivada tanto por los conservadores como por el blasquismo. Contraponer un paisaje idílico, poblado de gentes laboriosas, a los vicios y ociosidad de los urbanitas resulta entretenido. En unos casos con retazos costumbristas : de la cordà a bous de carrer, con barracas com gavines de la mar blavosa, y demás escenas costumbristas. Y algunas gotas de Blasco Ibáñez, (la Valencia laica, la nueva Atenas “blindada ”frente al agro inmediato rural, clerical) sin pasarse, claro. Y como conclusión provisional los quejíos de los nuevos hortelanos, trasplantados del asfalto urbano...al asfalto con árboles en las aceras de las urbanizaciones periféricas.
La contraposición admite superposiciones. Algunos ejemplos pueden contribuir a iluminar el escenario. La ciudad central, València, como devoradora del recurso escaso, la huerta y su paisaje físico y humano. Ciertamente, un modelo de éxito: todos los municipios salvo raras excepciones, en algunos casos derivados del agotamiento del suelo del término municipal, se han dotado de: a) urbanizaciones de adosados y sin adosar, b) de polígono industrial, uno o más, y c) han procurado PAI por todas partes hasta que se han recuperado los abrojos espontáneos por deserción de los promotores a raíz de la crisis.