Desde aquel aquel primero de mayo de 1886, en el que cientos de miles de obreros con orígenes y nacionalidades diversas confluyeron en Chicago al calor de una llamada solidaria y pacífica a la huelga, y fueran reprimidos brutalmente por la policía, los trabajadores de todo el mundo han salido a las calles en esta fecha, para reivindicar, no solo derechos, sino también participación en los asuntos públicos.
El objetivo siempre fue el de trascender las paredes de los centros de trabajo, y llevar a los espacios comunes de todas las ciudades y pueblos, a sus calles y sus plazas, el eco de los conflictos que allá se originaban. Se trataba –se trata todavía- de dar a conocer, de reivindicar unos derechos que, de otro modo, jamás conquistaríamos. Efectivamente, ha sido en esas mismas calles donde hemos aprendido que solo convirtiendo los problemas laborales en materia política –en asunto de todos y todas- pueden ser estos resueltos.
Esa importantísima lección que nos legó la Historia ha adquirido un particular significado en la España de los últimos años. Y es que no por casualidad aquel embrión destituyente que nació en la primavera de 2011, se gestó precisamente en los espacios públicos que ocuparemos mañana, día del trabajo. Hoy, como hace más de un siglo, millones de ciudadanos y ciudadanas saldremos a decir que hay un problema laboral en España, y que sus orígenes, y sus soluciones, están en la política.
Porque fueron los políticos los que aprobaron sendas reformas laborales. Reformas que nos han hecho retroceder décadas en materia de derechos sociales, y que han convertido el trabajo en efímero, en temporal. Ha sido desde la política que se han aplicado los malditos recortes contra los servicios públicos, que no solo se han convertido en un verdadero drama para muchas familias, sino que han contribuido decisivamente a colocar los niveles de desempleo en nuestro país sistemáticamente por encima del 20% -más del doble de la media UE-.
Pues bien; solo desde la política lograremos revertir esta situación. Y precisamente, han sido las calles desde las que se ha abierto la vía política; en las que se ha materializado toda una agenda social que comparten hoy grandes mayorías en nuestro país. En este sentido, los principios de de manifestación, reunión y participación han demostrado formar parte, nuevamente, de la esencia democrática de un Estado; tanto como lo son las urnas.
Sin embargo, ¿Cómo reaccionó el Gobierno español ante este fenómeno histórico? Básicamente, aprobando una Ley Mordaza. Frente a las reivindicaciones populares de más democracia, la respuesta fue menos. Quizá pensaron que así eliminarían esta molestia de las calles… y se la han encontrado ahora en las instituciones. PODEMOS nació precisamente con esa vocación; la de trasladar a los espacios de decisión y deliberación política esa agenda social y democrática que el bipartidismo había relegado. Desde el comienzo, nos propusimos crear una organización política que sobre todo, sirviera de cauce y expresión democrática a esas reivindicaciones. Efectivamente, junto con otras fuerzas políticas del campo popular, hemos ido abriendo las grietas por las que, poco a poco, ha penetrado el clamor de mucha gente.
Ciertamente, ya han cambiado algunas cosas. No solo escuchamos hoy a algunos políticos de la vieja escuela repetir frases y fórmulas que hace muy poco tildaban ellos mismos de “populistas”. Hay pruebas tangibles: las alcaldías del cambio han demostrado hasta qué punto un municipalismo plural, por encima de las siglas y las organizaciones, puede incidir positivamente en la vida de millones de personas, combinando una gestión responsable y transparente de los asuntos públicos con mejores servicios a la ciudadanía. A nivel autonómico, ha sido aquí, en la Comunitat Valenciana, en la que mejor se ha demostrado la posibilidad cierta de revertir el drama de las políticas implementadas por un Partido Popular, literalmente enquistado en las instituciones, a partir de un acuerdo de gobierno entre diversas fuerzas progresistas.
No obstante, la sensación que deja esta undécima legislatura fallida en las Cortes Generales es la de que aún estamos a medio camino. El ciclo de cambios en España está lejos de concluir. Las buenas y malas noticias son, a la vez, que seguimos en la lucha; que la ventana de oportunidad histórica está aún entreabierta. Por eso, ahora más que nunca debemos ser conscientes de que el esfuerzo por llevar a buen puerto los cambios en curso no se puede limitar al trabajo en las instituciones. Las calles, las plazas, los centros de trabajo, los bares, los patios vecinales, los círculos… desde donde se alzaron las voces que hoy pretendemos representar, están vivos, y siguen pronunciándose. Es también nuestro deber como respresentantes del pueblo, por tanto, seguir ahí, por fidelidad a lo que somos. Por mi parte, si algo ha aprendido un servidor en tan solo cuatro meses de experiencia parlamentaria -como diputado de la Agrupación Valenciana de Podemos-En Comú Podem- En Marea- es que, frente a la enfermedad de normalizarnos y homologarnos al bipartidismo, está siempre la vacuna de la calle. Nos vemos el 1 de mayo.