La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

De Mestalla a Mestalla, la trama Gürtel bajo el poder de Aznar

“Yo hacía eventos, hacía mítines por toda España”. Álvaro Pérez explicaba así al diputado socialista Artemi Rallo su trabajo durante años en la sede central del PP, en la madrileña calle de Génova, a la que tenía acceso con “tarjeta VIP” y a la que “iba a diario”.

La comparecencia de El Bigotes en el Congreso, el 20 de febrero, en la comisión de investigación sobre la financiación del PP, no defraudó. Locuaz hasta el exceso, ratificó unas cosas, eludió otras y se escudó en el juicio sobre la financiación ilegal del PP valenciano que se desarrolla en la Audiencia Nacional para no alimentar más su carrera penitenciaria. Tuvo tiempo de poner en la diana a Ignacio López del Hierro, el marido de María Dolores de Cospedal, y de dejar en barbecho de nuevo a Francisco Camps (“Si el Tribunal Supremo dice que no le he regalado trajes, no le voy a llevar la contraria”).

“Yo hago otro tipo de espectáculos”, contó que le dijo a su amigo Alejandro Agag, cuando le propuso encargarse de los actos del PP. Y describió cómo se movía, por Génova y fuera de allí, en una tarea que hacía por cuenta de Francisco Correa, cabecilla de la trama Gürtel.

El diputado de Esquerra Republicana de Catalunya Joan Tardà quiso saber qué tipo de mítines había organizado, y le preguntó concretamente por un acto en Mestalla “en febrero de 1996”. A lo que Álvaro Pérez contestó: “Si, una de las dos veces que hemos hecho el acto de Mestalla”. En tan frondosa testificación, quedó perdida la respuesta, que sin embargo invita a observar el caso Gürtel desde una perspectiva poco frecuente.

El mitin de Mestalla de 1996, que la trama organizó después de convertirse en productora habitual de los actos del PP “por todo el territorio”, fue una abrumadora manifestación de fuerza de la derecha que no escatimó en gastos. Se fletaron cientos de autobuses, los grupos de jubilados fueron llevados allí con merienda incluida, Julio Iglesias estuvo en la tribuna de invitados y un aparato de propaganda enorme consiguió llenar a rebosar el estadio del Valencia. Eduardo Zaplana, ya instalado en la Generalitat Valenciana, brindó a José María Aznar una plataforma multitudinaria en la campaña electoral que le llevaría por primera vez a la presidencia del Gobierno.

El segundo acto de Mestalla, celebrado en mayo de 2003, fue muy diferente. Incapaces de llenar, ni de cerca, las casi 50.000 localidades, los populares transmitieron la imagen de un partido dado a los excesos, que no calibraba bien sus propias fuerzas. Esta vez la campaña era la de las autonómicas que entronizarían a Francisco Camps. Actuando como estrella invitada, Aznar no podía imaginar que en 2004 perdería el poder frente al socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

El primer y el segundo Mestalla, de un éxito desbordante a un clamoroso pinchazo, jalonan la época de poder de Aznar. Y la Gürtel estaba allí desde el principio. No es de extrañar que en la organización de la boda de la hija del entonces presidente con Agag, celebrada en 2002 en El Escorial, tuvieran algo que ver Correa y Pérez, además de un papel llamativo entre los invitados. El segundo Mestalla marca, además, el punto de inflexión que llevaría al Bigotes a Valencia. No solo porque conoció al nuevo presidente valenciano, su “amiguito del alma”, sino porque apenas un año después el PP se quedaría sin el Gobierno de España, lo que obligaría a la trama a retirarse hacia territorios que seguían bajo la hegemonía de la derecha, como la Comunidad Valenciana y la de Madrid.

De boca de Álvaro Pérez pudieron oír los diputados en la comisión del Congreso que su relación con Mariano Rajoy fue cordial, pero no de amistad, especialmente sostenida “en la época del dramático y trágico atentado de Atocha, cuando el PP pensaba que iba a ganar las elecciones y no las ganó”. Al explicar, sin que se le hubiese insistido demasiado, que la última vez que había estado en el Congreso lo hizo para llevarse a Rajoy “por la Carrera de San Jerónimo hasta una óptica que hay justo a la vuelta del teatro Reina Victoria” para cambiarle “las gafas de pasta amarillenta” por unas “más modernas”, El Bigotes, que también confirmó su viaje de “poco más de un mes” a Argentina y Uruguay con el actual presidente del Gobierno cuando todavía no lo era, socavó la declaración que el líder del PP hizo en el juicio de Gürtel: “Soy incapaz de decir cuándo conocí a Álvaro Pérez. Lo he visto en algunos actos públicos, pero saber la fecha es imposible. No me acuerdo de si viajé con él a Argentina y Uruguay, donde estuve en actos políticos”.

La credibilidad de Rajoy ante las evidencias de corrupción y, en concreto, ante las actividades ilegales de la trama que lideraba Correa está muy devaluada. Pero no menos implicado estuvo Aznar, que se ha limitado a decir sobre la corrupción en el PP: “No soy responsable, pero no me siento indiferente”. Y tan tranquilo.