“Un mundo aparte”. Es el lema que recibe al visitante que llega a Cortes de Pallás, un pueblo 78 kilómetros al interior de Valencia, incrustado bajo los pliegues de la muela del mismo nombre y bordeado por el embalse que encajona al río Júcar. Un mundo aparte, singular, único, en lo paisajístico.

También en lo político. Con apenas 800 habitantes (unos 900 si sumamos la población de sus siete aldeas), el Ayuntamiento gestiona un presupuesto anual de 4 millones de euros, cantidad poco habitual para una localidad minúscula y cuyo origen está en los cerca de 2,5 millones en impuestos que abona Iberdrola por el uso de sus instalaciones en lo alto de la muela para producir electricidad con saltos de agua y el medio millón con el que la central nuclear de Cofrentes compensa a los municipios que quedan dentro de su radio de acción.

Toda esa riqueza dejaría una renta de 4.444€ anuales por habitante si es que respirar aire puro fuera un epígrafe más dentro del Impuesto de Actividades Económicas. Más allá de la imposibilidad de un reparto tan estrictamente democrático, el Ayuntamiento de Cortes sí que destina buena parte de lo recaudado a contratar personal. Al menos un centenar de vecinos cobran un salario público, entre ellos seis de los siete concejales. Incluso hasta el pasado mes de agosto lo cobraban los siete, pero la cabeza de lista del PP, Pilar Navarro, renunció al acta y su sustituto rechazó el sueldo porque ya tiene un bar.

Esta transversalidad salarial es fruto del acuerdo de gobierno surgido tras las pasadas elecciones locales. El PSPV-PSOE, con tres concejales, ofreció a los dos del PP y a los otros dos de Compromís conformar un gobierno de concentración en el que todos tendrían responsabilidades y una nómina, pese a que la ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local, en el caso de “miembros de Corporaciones locales de población inferior a 1.000 habitantes”, señala que solo “excepcionalmente podrán desempeñar sus cargos con dedicación parcial”. ¿Cuál esa excepcionalidad?

Según el alcalde, Fernando Navarro, todo ello se justifica por lo abultado del presupuesto, aunque eso no supone necesariamente, así lo reconoce, un mayor volumen de trabajo.

“Venían a por el dinerito”, señala Navarro, quien vive sus últimos días como alcalde después de que este viernes los dos concejales del PP y los dos de Compromís anunciaran una moción de censura que, como pronto, se celebraría la semana del 5 de octubre. “El pueblo está paralizado”, denuncia David Herrera, concejal de Trabajo y, hasta hace dos semanas, miembro de Compromís, partido del que se dio de baja para evitar ser expulsado, puesto que el “Pacte del Botànic” impide la desavenencias hasta ese punto entre socios de gobierno autonómico.

“El alcalde ni nos llama, todo lo hace él y la teniente de alcalde”, le secunda otro David Gras, del PP. No es la única queja. Según estos regidores, el alcalde no vive en el pueblo, viene dos veces a la semana y llevaba dos meses sin venir. Navarro, de profesión corredor de seguros, lo reconoce y explica que el oficio de alcalde “es las 24 horas, siempre atiendo a las llamadas”. Y contraataca: “Ellos sí que no trabajan, va a ser una ruina para el pueblo”.

“Son gente advenediza, bisoños, incluso un poco burrillos”, prosigue antes de exhalar un suspiro de arrepentimiento: “Fue una mala idea, una idea romántica, que todos cobraran un sueldo”, prosigue y concluye: “Solo quería unir al pueblo”.

Con salario, sin trabajo

En el boletín oficial de la provincia han quedado registrados los valores “románticos” de los sueldos de los políticos de Cortes. El alcalde, con una dedicación del 75%, percibe 31.918,78€ brutos anuales en 14 pagas. La teniente de alcalde, María Rosa Robledo, también del PSOE, con un 70% del sueldo, gana 29.790,86€ brutos en 14 pagas. Idéntica cantidad a la de David Gras, hasta 2015 becario de Procono. El resto de concejales trabaja un 65% del horario, lo que equivale a 27.662,94€ brutos.

“Nos ha querido comprar con un sueldo”, lamenta Herrera en referencia al alcalde, a quien achaca la falta de trabajo real. “Tenemos delegaciones, pero no se hace nada”, sostiene con un dejo de rubor común al de su compañero de moción, David Gras: “No queremos que por el pueblo vayan diciendo que aquí dentro hay siete tíos y que no se hace nada”.

Pero es imposible que los rumores no rueden calles abajo del viejo núcleo morisco de Cortes, un mundo aparte en un tiempo aparte, ya que la moción tampoco puede prosperar porque el secretario está de baja y la secretaria accidental de vacaciones. Por ello los concejales de Compromís, pese a darse de baja del partido, no han podido deshacerse de la marca Compromís y conformar el Grupo de los No Adscritos.

“Ya dije que eran muy bisoños”, revuelve, cáustico, el alcalde, quien se niega a dimitir, única condición para desistir de la moción de censura. “Por ética, por respeto a mis votantes y porque en mi agrupación mando yo”, enumera a la contra. Enfrente, Herrera y Gras, los David, admiten que quedan flecos por atar en la moción de censura y que solo saben que ambos partidos se repartirán la alcaldía durante lo que resta de legislatura. ¿Seguirán cobrando salario parcial todos los concejales? “Eso aún no lo hemos especificado”, apunta Gras.