El día después es hoy y fue ayer; será mañana y los que están por venir.Estamos inmersos en un shock, algo ha sucedido, que jamás lo hubiéramos podido creer o imaginar, una situación que parece irreal pero que forma parte ya de nuestras vidas y de nuestro mundo global.
Lo inmediato es pensar, porque en nuestra sociedad del poderlo todo, es posible que surja algo que sacuda nuestras vidas y nos haga tambalear, algo que nos preocupe, que coarte nuestra libertad, que nos frene en nuestra capacidad, que nos distancie de los demás, que nos de miedo o que no podemos controlar. Cualquier simple explicación nos llevaría a los avances de nuestras sociedades, la facilidad de intercambio en las redes, la posibilidad de volar a cualquier país del mundo, de consumir y poseer, ¿porque, porqué, porqué…?
La pregunta así está mal formulada, la cuestión a responder seria: ¿para qué? La respuesta parte de una reflexión individual y colectiva que nos lleva a ser conscientes de que hemos vivido en la sociedad de las prisas y la inmediatez, de que todo tenía que ser para ayer y no para hoy, del ir y venir y no estar, del consumir para tener y sin embargo no ser. Nos ha faltado y no lo hemos considerado así, escuchar nuestra voz interior, aquella que nos dice: busca tu propia felicidad, y no, eso no lo hallarás en lo material, está en nuestro propio disfrute y en la cooperación con los demás. Ahora cuando se nos ha obligado, hemos tenido que encontrar nuestro verdadero potencial y hemos valorado la emoción de nuestros pequeños logros; hemos cocinado, dibujado, pintado, cantado…algo en lo que antes no habíamos invertido apenas tiempo y que nos había parecido tan banal, se ha convertido ahora en una forma de compartir lo mejor de nosotros mismos con nuestros seres más queridos.
Esta ha sido y es nuestra crisis social, sanitaría, económica e institucional… ¿amenaza u oportunidad? ¿Qué podemos cambiar o dejar atrás? ¿qué podemos transformar, para encontrar la verdadera felicidad? Lo que ayer no nos importó y hoy nos cuesta creer, mañana podrá volver a suceder, este es nuestro momento para reiniciar, para valorar quien ha sido esencial, en nuestra sociedad, gracias a quienes nos hemos podido curar o alimentar, o incluso han dado sus vidas por salvar las de los demás, esos realmente deben ser nuestros modelos a seguir, lo vocacional y la actitud de servicio hacia los demás han de prevalecer para tener las sociedades que el mundo desigual exige, porque son lo que nos merecemos. Nuestros reconocimientos y admiración deben dirigir una mirada de atención, por ejemplo, hacia los padres y su capacidad de creatividad para jugar y distraer a sus hijos durante un largo periodo de tiempo no vacacional, para las personas en soledad, que han sabido resistir y vencer su aislamiento social, para quienes han cuidado y protegido a las personas mayores, a quienes esta situación les ha alejado de sus seres queridos. Todos tenemos que reconocernos, y sentir nuestro poder, ya que hemos estado y estamos aprendiendo a ser el cambio que queremos ver, en el ámbito social.
Un cambio y una transformación que ha de pasar por un modelo económico que sitúe a la persona en el centro de la acción, que prime el ámbito personal, sobre el económico, que sustituya la competitividad por la cooperación, que sume y no divida que acepte que todos formamos parte de una sociedad global y que podemos sentir una mayor generosidad hacia los demás.
El día después no puede volver a ser el de ayer…deberíamos haber aprendido la lección, no tendría sentido volver a esa supuesta “normalidad” porque nada ya, puede volver a ser igual.
Toda gran crisis en la humanidad ha generado cambios, es de esperar que los que nos depare el futuro estén enmarcados en la línea de un replanteamiento general de nuestros modelos sociales, económicos y culturales, entre otros, sin olvidar la gran oportunidad que nos brinda la situación actual para acometerlos y desarrollarlos de forma gradual. Esta situación nos ha enseñado que las empresas son capaces de innovar y adecuar sus tecnologías para servir y ayudar a las personas a satisfacer las necesidades más básicas, a fabricar elementos de protección para cuidarnos, pensando en el bien común y social. Las empresas pueden ser resilientes y ocupar un espacio relacional, sin perder su beneficio ni patrimonio, para cooperar con su comunidad más cercana y la sociedad global. Ahora somos conscientes de que podemos y debemos potenciar lo cercano, lo local, reduciendo la huella de carbono y preservando al mundo de los gases invernadero, contribuyendo a la protección del clima y al cuidado de nuestro planeta, ese que nos ha mostrado que el cielo puede volver a ser azul, que los suelos pueden ser regados por abundante agua de lluvia natural, que las aguas de canales estancados pueden ser transparentes y nadar una medusa por ellos…y que esa belleza creada, la podemos disfrutar y admirar por el resto de nuestros días, si conseguimos valorar lo prioritario y lo primordial, sobre aquello que es innecesario o superficial.
En el nuevo horizonte podemos visualizar una inteligencia colectiva, capaz de salir de su zona de confort, que desarrolla su vida en torno a su parte más ética y a unos valores de justicia redistributiva, sostenibilidad, participación democrática, dignidad y solidaridad que están promoviendo una nueva construcción social, en la que nuevas economías circular, verde…se aúnan y forman un todo para implementar nuevas políticas y formas de hacer en las instituciones, centros educativos, a nivel municipal, y en definitiva valorar, reconocer y recompensar a quienes hagan más por la sociedad. Ahora lo hemos visto todo desde un prisma diferente, hemos invertido nuestros ideales y valores…
El balance financiero de cada empresa ya no va a ser el modo de reflejar el éxito ni la maximización del beneficio económico, de hecho, este, será sólo el medio para contribuir a aumentar el bien común, que se podrá medir a través de la matriz donde se establecerá una correlación entre los valores humanos y las partes que interactúan con la empresa, como clientes, proveedores, financiadores, trabajadores…
Nuestro dinero en moneda y papel también ha dejado de ser útil…se ha convertido en un foco de contagio de un sistema económico y financiero, enfermo. Necesitamos una banca ética que convierta los ahorros de las personas, en créditos accesibles para las empresas y los hogares, que no colaboren en la destrucción de vidas humanas y que cooperen en proyectos de desarrollo social e inversiones sostenibles de carácter local.
Y es desde ese territorio cercano, en los municipios, donde se implementan políticas que generan una participación e implicación de la ciudadanía en su propio bienestar, y en el de los demás, con corporaciones municipales que llegan a un consenso y que optan por hacer las cosas mucho mejor, que arriesgan para lograr acuerdos que acompañen a procesos y acciones de mejora que beneficien a su comunidad y que dejen a un lado sus intereses partidistas, que cada vez demuestran mas que no conducen al mejor de los destinos, que es el bien común, aquel que las Constituciones democráticas de la mayoría de países definen como objetivo de la economía, el que deseamos potenciar, ya que es la acción para este bien común, lo que realmente nos aportara felicidad en la consecución de un nuevo paradigma social.
*Mª Pilar Rueda Requena, presidenta de la Asociación Valenciana Economía del Bien común