Conejos de las chisteras

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Llevamos en la izquierda tanto tiempo sacando conejos de la chistera que no hemos caído en la cuenta de que llegará un tiempo en que el conejo, engordado por la complacencia y la impostura, no podrá siquiera asomar las orejas.

La dirigencia de los partidos, digamos progresistas, llevan décadas sometiendo a su tradicional electorado a durísimas pruebas de estrés: probamos coaliciones; abandonamos el marxismo; buscamos candidatos estrella o renacidos; volvemos a reinventar una coalición donde dentro esta la última coalición de la que forma parte nuestro partido;  o en el peor de los casos somos huérfanos de partido y llega un momento que en esa muñeca rusa no sabemos dónde estamos; volvemos a intentarlo con ilusión y con la cara casi tocando la lona, pero sacamos fuerzas para una vez más… volver a intentarlo (solo nos falta decirnos que podemos dejarlo cuando queramos…) y nos dejamos llevar por las teorías de los ciclos o las de las olas…. ¡Dios! Con lo que aciertan los economistas…. De una manera u otra caemos como ratones en ese “determinismo-trampa” deslumbrados por ese queso mediático que todo lo predice al día siguiente.

Sé que se habla mucho del voto obrero a las candidaturas de VOX, un partido sin programa que maneja las vísceras como un buen Dj. No le hace falta agenda, si pusiésemos interés en conocer al enemigo, veríamos que es la misma que la de las oligarquías económicas y los fundamentalistas cristianos, solo que no hacen bandera de ella, solo se dedican a trabajar todas las mañanas la casquería en la barra del bar. Ese es uno de los problemas: la izquierda ha abandonado esa trinchera, se ha retirado; ya lo hicimos en su día con otros espacios de socialización política (los deportes, las fiestas etc…). Pero volviendo al obrero y VOX, desde los pulpitos de la Gauche Divine se suele apelar a la ignorancia, a la manipulación de los medios, a esas mentes débiles e influenciables que no saben oponerse a mensajes que en el fondo van en contra de sus intereses de clase etc, etc, bla-bla-bla…... Steve Bannon el gurú ideológico de Donald Trump y de los nuevos fascistas, explicaba su método en el documental “Steve Bannon: El gran manipulador” (The Brink de Alison Klayman): apelar al horror de eventos pasados para construir el terror (futuro) por los conflictos contemporáneos, a través de un populismo manipulador que busca exaltar a las masas con cuatro mentiras bien diseñadas que, repetidas hasta la saciedad, acaban por convertirse en verdad. Su principal enemigo la inmigración. Sabemos que para ellos el odio y la ira son elementos motivadores, y cocinan su relato sobre esos cimientos.

¿Y qué opina la izquierda de todo esto? De entrada, la izquierda opina mucho, pero parece que reflexiona poco. Desde hace años se ha instalado en el apriorismo, y esa manera de NO pensar estratégicamente hace que no haya un pensamiento a largo plazo, y si no lo hay es difícil ofrecer un horizonte. Sin este apriorismo sería difícil entender que la izquierda no saque conclusiones de hechos incuestionables por el aval electoral: los municipios que más dedican a políticas inclusivas y a construir ciudadanía desde abajo son territorios donde barre la izquierda (estoy hablando también de municipios con hegemonía del PSOE); los partidos que nacieron desde las bases, con una toma de decisiones horizontal, buscando la participación de la ciudadanía, movilizaron y obtuvieron buenos resultados. Cuando se reconvirtieron a la vieja política, aparecieron las jerarquías y se institucionalizó el papel del dirigente, sus números comenzaron a descender… Nadie parece caer en la cuenta de que esas políticas socioculturales o esos partidos de carácter asambleario no solo convertían a la ciudadanía en votantes, sino que servían como potentes espacios de socialización política para un pueblo al que ahora solo apela directamente las empresas de alarmas y Ana Rosa Quintana advirtiéndote de que si vas a comprar el pan es posible que a la vuelta te hayan ocupado la casa….

La democracia y las grandes utopías de la humanidad siempre ha sido relatos, visiones que, desde los ámbitos creativos, desde las artes se les ha dado forma. Esa conjunción entre la filosofía, las artes y la política del bien común han producido los grandes avances de nuestras sociedades. Es una pena que hayamos perdido ese sentido de la historia por venir y ese Know How que tanto nos ha hecho avanzar. Desde final del siglo XIX y primer cuarto del XX, liberales y después socialistas, anarquistas, comunistas tuvieron claro la necesidad de socializar políticamente a la clase obrera. Y lo hicieron desde la educación y el ocio. Fueron los años de los Ateneos, Casinos, escuelas obreras, Casal del Pueblo, se fundaron equipos deportivos y un largo etcétera… así como prensa, editoriales, todo tipo de publicaciones propias, en general, centros de transmisión de sus ideas y de investigación sobre sus objetivos.

El politólogo Ramón Cotarelo plantea, que los partidos obreros tenían como objetivo afianzar una conciencia de clase además de preservar y transmitir pautas de comportamiento y valores que conformaban la subcultura de la clase trabajadora. Se trataba de pautas de comportamiento y valores que no encontraban otro procedimiento de transmisión extra partidista en una sociedad en la que los escasos medios de comunicación existentes no hacían sino perpetuar la ideología de las clases dominante. Que curioso que en estos momentos la izquierda estemos justo ahí, sentados de público en el programa de Pablo Motos.

El sociólogo norteamericano Eric Klinenberg en su interesante ensayo “Palacios del pueblo” (Editorial Capitán Swing), propone que el futuro de las democracias no pasa únicamente por los valores compartidos, sino en la importancia también de los espacios compartidos (Bibliotecas, Centros Comunitarios, Culturales, Juveniles, Plazas etc…). Espacios de encuentro, intercambio, socialización y vida. No entender que esa fue la fortaleza de la clase trabajadora y de las ideas que de allí salieron es como no entender de dónde sale la tortilla de patatas. Deconstruyámonos, desaprendamos y volvamos a construir una propuesta de sociedad ilusionante que convoque a todos y todas los que buscan un buen futuro compartido. Si la izquierda no interpreta estas señales, y que, en lugar de poner las luces de cruce, se trata de poner las luces largas. Me temo que el futuro se nos va a complicar, y es una pena porque es un lugar demasiado importante y hermoso para dejarlo en manos de los enemigos del bien común.