Europa nos mira

Cuando Donald Trump se convirtió en un actor normal de la vida política norteamericana comenzó la normalización de lo que antes parecía inaceptable. Eso mismo está sucediendo con la extrema derecha en los países de tradición democrática. Con la ‘normalización’ de Trump, se normalizaron comportamientos antidemocráticos, la corrupción, la vulneración de las leyes y extremismos inaceptables. Por esa senda, hay politólogos que auguran una dictadura de derechas en los EE. UU en un futuro cercano.

Algo similar ocurre en la política europea. Cuando Jörg Haider, líder del partido austriaco de extrema derecha FPÖ, hizo declaraciones de simpatía con el régimen nazi e hizo coalición de gobierno con el Partido Popular austriaco hubo protestas en Viena y en toda Europa, y la UE impuso a Austria sanciones diplomáticas por haber cruzado una línea roja. Sin embargo, cuando el FPÖ formó coalición de gobierno en 2017, apenas hubo protestas. Hoy, el FPÖ ha ganado elecciones locales y lidera las encuestas de opinión de Austria: es la principal fuerza política del país, con posibilidades de gobernar. Además, bajo la presión del FPÖ, el Partido Popular austriaco ha asumido políticas antiinmigración cada vez más duras.

La tendencia se repite en otros países europeos. En Alemania, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) está creciendo. Algunos sondeos le atribuyen el segundo puesto en las elecciones generales, por delante del SPD, partido socialdemócrata en el gobierno. Aunque se mantiene el cordón sanitario para el gobierno de la República, sin embargo, el AfD ya gobierna en coalición en algunos municipios ¿Se está resquebrajando el boicot a la extrema derecha en el gobierno del Estado?

Ese tránsito ha sucedido también en Suecia, donde los partidos se negaban a colaborar con el partido neonazi Demócratas de Suecia. En 2016, el partido conservador lo denunció por racista. En las últimas elecciones quedó en segundo lugar y negoció un acuerdo para un gobierno de derechas.

En Francia, Marine Le Pen y su Agrupación Nacional obtuvieron los mejores resultados de su historia en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias (2022). La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, lidera el partido de extrema derecha Hermanos de Italia. En Europa del Este, Hungría está gobernada por una autocracia de extrema derecha, con un partido más extremista, el Movimiento Nuestra Patria, que crece en las encuestas. Lo mismo que Polonia, gobernada por la extrema derecha, que utiliza la crisis de Ucrania para crear una comisión de investigación sobre la influencia rusa en el país, lo que le permite hostigar a la oposición.

En España estamos asistiendo a ese mismo fenómeno con riesgo de involución en las políticas públicas, los derechos sociales y las libertades tras las elecciones del 23 de julio. Cada vez más, en Europa se diluye el veto a la extrema derecha por parte de los partidos conservadores, que necesitan sus votos para gobernar. Tras el 23 de julio, un gobierno conservador sólo será posible en coalición con la extrema derecha franquista. Si así fuera, contribuiríamos a extender el cáncer, el veneno antidemocrático que promueven poderosos grupos internacionales. En 1936, el mundo miraba a España, donde se libraba la batalla entre el nazismo/fascismo internacional y los ideales democráticos y republicanos de libertad, igualdad, fraternidad. La superioridad moral no fue entonces suficiente para vencer al poder de la barbarie. Ahora Europa nos mira, porque los españoles podemos revertir la tendencia internacional de expansión de la extrema derecha. Es un momento crucial para reafirmar la apuesta por una sociedad más libre y menos injusta, porque la derrota nos trasladaría a un escenario neofranquista insoportable, alentado por los medios. Hay que apartar a quienes siembran el odio, desprecian la libertad (especialmente la de las mujeres), persiguen a los emigrantes y siembran de bulos las redes sociales para extender la ignorancia. Frente al veneno de la serpiente solo hay un antídoto. Europa nos mira para iniciar una reacción progresista y republicana frente a esta ola neofascista. Una reacción que impulse a la izquierda y sus valores. No podemos fallar.