Sorprende el silencio y se adivina, para algunos, el desconcierto que se ha apoderado de Compromís. A las personas que estamos dentro no nos sorprende. De hecho, los últimos acontecimientos al norte, centro y sur de nuestro territorio dejan poca duda de que hay pocos silencios y sí mucho enfado descoordinado pero confluyente. Hace tiempo que se advirtió del desconcierto y desgobierno en Compromís, algo que se alarga desde hace meses, mucho antes de las elecciones. Ambos estados nacen de la misma incapacidad, esta es, la de descifrar, no ya las causas de la pérdida de gobiernos sino del telos mismo de la existencia de Compromís en época de cambios. Cierto es que fue un elemento capital, determinante se afirma, pero no por sí mismo y en ausencia de otros, sino por haber sido capaces de sumarse a otras circunstancias para generar expectativas colectivas de cambio, entre las que no son despreciables la casual división de la derecha, el no menos casual cansancio electoral de ver a los mismos gobernando desde hacía dos décadas y el nada casual estropicio que trajeron las corruptelas todavía hoy en fase de juicio. Su carácter determinante de futuro dependía de decisiones que no se adoptaron y se han aplazado sine die, entre otras, saber por qué se logró ese triunfo.
Comparto la descripción del inmediato empobrecimiento que nos trae el actual gobierno autonómico y el lamentable acceso de la extrema derecha a espacios tan importantes como la cultura, cierto, pero también a la gestión medioambiental, las políticas de igualdad, empleo, economía etc. y comparto la urgencia de profundizar en el análisis de por qué hemos llegado a este punto. Su ausencia es poco alentadora, tan poco alentadora como lo es la incertidumbre en la que vivimos todas aquellas personas que dentro de Iniciativa –Bloc/Més tiene su propia dinámica—, denunciamos la fraudulenta inconsistencia de los argumentos que se esgrimieron para tomar ciertas decisiones políticas y orgánicas, o la actitud impositiva de la actual dirección. A pesar de todo esto personalmente no me iré de Iniciativa aunque pongo en duda la propia existencia de este partido dada la inactividad, ideológica, orgánica y política, en la que se ha subsumido. Muestra palpable de ello son los informes políticos que se presentan al máximo órgano de decisión entre congresos, la Mesa Nacional, que son un mal «resumen de prensa», reuniones esporádicas en las que te conceden tres minutos para hablar de lo divino y lo humano, o el escrito, supuestamente un resumen de los debates habidos en las diferentes asambleas locales aunque ya estaba redactado previamente, y que se presenta a discusión para la próxima asamblea de Iniciativa y que reduce todo el debate a «qué somos: partido único o federación de partidos». Últimamente se han inventado lo de la Mesa de Partidos. Veremos cuál será la siguiente ingenuidad pues ingenuo es querer tocar una sinfonía de Mahler con una pandereta.
También es muestra de su morbidez la inexistente actividad social y orgánica reducida a la actividad institucional de quienes han sido elegidos, las notas de prensa y los «canutazos» de radio y televisión –no siempre con resultados acertados— o la convocatoria, correos electrónicos mediante, a convocatorias de manifestaciones en las que, a buen seguro, no faltarán banderas y pancarta. ¿Dónde quedan debates sobre políticas de alianzas sociales más allá de las electorales, sobre los cambios sociales en la estructura de clases, sobre los factores que apuntan a esos cambios, sobre los procesos de transición, sin alarmismo, que traerá la crisis ecológica, o sobre acciones para intervenir sobre ellos? ¿Dónde queda preguntar a quienes saben de estos temas fuera del partido?. Pareciera que las cosas –el ascenso de la extrema derecha, las nuevas tecnologías, el cambio climático, las crecientes desigualdades, el capitalismo financiero— suceden por mera coincidencia temporal o peor aún, como si cayeran “como un rayo desde un cielo sereno” y sobre las que no tuviéramos nada que hacer, como si no fuera con nosotros y nuestras acciones. De estos debates y de otros, nada de nada. Todo se reduce a aquello que decía el personaje del cómic, el visir Iznogud, «ser califa en lugar del califa».
Pero no nos desangremos con asuntos tan baladíes. Tenemos un consuelo aunque sea el de los tontos, ya que esta enfermedad es el mismo mal que afecta a toda la izquierda –¿valenciana, española, europea, mundial?- resultado de encontrarnos en «el claroscuro donde surgen los monstruos» que decía Gramsci, ese espacio entre la lenta moridera del viejo mundo y el tardío alumbramiento del nuevo mundo. Nuevo sí, mejor o peor está por ver pues el cambio civilizatorio es imprevisible, indeterminista, quizás caótico y al estar en medio de ese cambio nos resulta difícil describirlo. Y así y con esto, nos encontramos como debieron encontrarse los siervos de la gleba al ver aparecer nuevos actores en escena, esos burgueses y esos proletarios que compran y venden la fuerza de trabajo como si fuera mercancía para producir otras mercancías mediante el intercambio de un papel o un trozo de metal que alguien, al que se le da la autoridad para decidirlo, dice que vale algo. Pero debería ser precisamente en este momento, en esta época de claroscuros, cuando en lugar de purgar a personas que tienen demostrada capacidad de dar respuestas a algo más que al último chascarrillo, error, comentario malintencionado o diferencia de criterio, se ampliasen las conversaciones, los debates y su participación activa en las decisiones. Es mi opinión.
Pero descendamos un poco más hasta llegar al nivel de ciertas entendederas. A los interrogantes que se plantean sobre el futuro de Compromís pocas respuestas se pueden dar. La combinación de comportamientos de los cinco actores principales en el escenario de la izquierda –me resisto a llamarlo teatro— y la dificultad para aventurar sus respuestas, envueltas como están en afectos, manías, emociones, filias y fobias, construido todo ello bajo la nueva ideología del “afectivismo” en la que todo es cuestión de quererse, hace muy difícil descifrar, cuando los hay, los argumentos de las partes. Todo esto añadido a la real y objetiva ausencia de quien está ausente, de la que reclaman su regreso pero con la boca pequeña no vaya a ser que se haga realidad. Todo ello por efecto de una persecución político-jurídica coordinada, consecuencia de otra realidad de la política realmente existente, esta es, la del hiperliderazgo asumido por propios y extraños. Bueno, de todos no, pero esta es una condición objetiva. Fin de la cita.
Eso sí, algunos indicios resultan preocupantes, como las afirmaciones públicas de que «este año ha de ser el año de la construcción nacional del País Valenciano» (Morera dixit) o «No hay diferencias ideológicas entre los partidos de Compromís» (Marzà dixit). Creo que confunden, uno los deseos con la realidad, y el otro, el concepto, pues no es lo mismo ideología que política o que gestión. Ambos, sin embargo, a mi juicio yerran el diagnóstico. Ante esto ¿Cuándo se perdió la capacidad de interpretar la realidad en toda su complejidad? ¿Tan poco tiempo se dispone para hacer una lectura aunque solo fuera echar un vistazo a las encuestas del CIS? ¿Tan alejados están de la gente para no saber cuáles son sus preocupaciones reales y para darse cuenta de cómo sus declaraciones y acciones confunden más que clarifican?.
Así y con todo, para no hacer más largo el artículo, diré que todo se resolverá. Es inevitable que se resuelva aunque, como todo sigue su curso, habida cuentas de las reacciones ante las críticas a este estado de cosas, la entropía manda.