Mientras que permanece perenne en mi retina como la hasta ese momento aspirante a alcaldesa de Valencia María José Catalá alzaba con fuerza el bastón de mando de la ciudad al igual que lo hace un púgil forjado a golpes en la periferia de una gran ciudad con su primer trofeo, con esa misma claridad veo en mis recuerdos las promesas rebosantes de cinismo y mentira que le llevaron a encandilar a un electorado que le votó más necesitado de cambio que convencido de su programa. Un programa trufado de falsas promesas y concebido desde una oportunista política forjada en la traición a Pablo Casado cuando tras apoyarlo en primera instancia, fruto del adoctrinamiento opusino y clerical que domina en el sector más rancio y conservador del PP, entendió que soltar el foque político de apoyar a un indefinido gallego como Núñez Feijoo, podría poner el rumbo a su salvamento político tras las no trascendidas y por todos conocidas rivalidades con Mazón y llevarla a conquistar, aunque fuera por un pírrico concejal, la Alcaldía de la ciudad del Turia.
Una vez conseguida su personal victoria, la ahora sí alcaldesa de la ciudad de Valencia necesitaba consolidar un espacio de votos que le permita no morir en el primer asalto que en política es la configuración del gobierno. Para ello creó lo que se podría denominar unas concejalías interinas y temporales, que no tenían más intención que demostrar a los aspirantes a compartir gobierno del partido verde, que solo podrían aspirar a conseguir aquello que a cambio de su apoyo incondicional, le fuera arrebatado a la oposición. Así que dicho y hecho, en un profundo ejemplo de inmoralidad política, Catalá arrebató dedicaciones exclusivas dotadas con 75.000 euros a la oposición para contentar a cuatro desmayados políticos y que, a cambio del vil metal, dieran apoyo a una alcaldesa subida en el postureo y carente de políticas más allá de la bajada de impuestos para algunos y el incremento de la deuda para todos. Así que la primera mentira fue para los valencianos, a los que les había dicho que sería la alcaldesa feminista y liberal y les mintió ocultando que se sometería a los designios del partido negacionista de la violencia de género en pro de un concepto casi metafísico de violencia intrafamiliar.
A partir de ese momento, al igual que hiciera en su época de alcaldesa de Torrente donde volvió a aupar al socialismo tras su controvertido y polémico mandato, había que poner en marcha la única maquinaría política que conoce, la generación del titular de prensa, donde piensa que vende una imagen de alcaldesa solvente olvidando que en el mundo de la postverdad, todo queda en las hemerotecas, para que lo analicemos y veamos como del dicho al hecho para algunos hay más que un trecho, hay una infinidad. Porque recuerdo como arremetía contra Grezzi por unas cámaras de la APR en Ciutat Vella que debían de ser desconectadas de inmediato por ser una fuente de exclusión vecinal y una medida únicamente recaudatoria. Las mismas cámaras que ahora, en claro ejemplo de traición a su electorado, se niega a parar, haciendo de las políticas de extrema izquierda del italiano, bandera azul con la sumisión callada de VOX, que antaño pedía su eliminación y ahora permanece impasible ante la traición a aquellos que tras un martillo neumático en el hombro de un aspirante a líder dispuesto arrancar los carriles bici, vieron un espejismo desvanecido por el imperialismo del sueldo público y la represión del silencio comprado.
Y es que señora Catala, ¿Dónde quedo esa defensa a ultranza de la transparencia en la EMT tras una comisión de investigación, que según usted se cerró en falso para tapar la salida de 4 millones de euros y las responsabilidades políticas de algunos? Me lo pregunto porque no ha tardado medio minuto en cambiar al Gerente para seguir con la política de amiguetes que históricamente ha caracterizado al partido azul, pero ha vuelto a traicionar a aquellos que pensaron, que con usted volvería la justicia a la Empresa de transportes de Valencia y se esclarecería donde fueron esos cuatro millones por los que interpelaba al concejal Grezzi en todos los plenos del mandato anterior. Lo único de la EMT que parece ser que le ha interesado es que los ingresos por la gestión de los parkings vaya directamente al presupuesto del Ayuntamiento, tal vez para descapitalizar la EMT todavía más y poder plantear una opción de externalización o de venta como ya sucediera con una universidad de la que el ahora sumiso portavoz de sus socio preferente de gobierno era rector.
Y es que cuando una llega a alcaldesa, parece que la injusticia jurídica sufrida por la empleada despedida de la EMT por la presunta estafa de cuatro millones, ya no lo es y que lo prioritario no es readmitirla y enmendar un despropósito del anterior gestor, sino que es seguir adelante con la hoja de ruta basada en la foto, capaz de vender una inauguración tras las reparaciones, esta vez del Palau de la música, que en menos de 24 horas se inunda y ya pasa a ser culpa de otros, de los anteriores. Y si alguna voz es crítica, no hay demasiado problema. Tapamos las mentiras u otras cosas que no son verdad con toros, hay que generar la polémica sobre asuntos banales y no importantes, como la vuelta o no de los bous al carrer en las pedanías valencianas para tener contentos a los del grito “follando también se hace cultura”, entretenida a la oposición y a la ciudadanía, mientras usted e dispone a seguir maquillando a una Valencia que sigue igual de sucia, con ratas y cucarachas, con un tráfico endiablado y con los mismos problemas que en la oposición denunciaba y que ahora pasa por encima de ellos dando saltitos de titular en titular, mientras el valenciano sigue soñando en soluciones.