La moratoria no es suficiente
La decisión municipal de establecer una moratoria para los apartamentos turísticos, avisando previamente de que se iba a adoptar, es una broma o una decisión bien calculada para lograr todo lo contrario de lo que se afirma querer alcanzar. Hace cuatro años escribí en este mismo diario un artículo en el que afirmaba la rémora que suponía la política turística mayoritariamente aceptada, opinión que provocó airadas críticas de propios y extraños, incluido una editorial del director valenciano de la cadena más escuchada de España. Sigo pensando que Valencia no es una ciudad turística, aunque sea una ciudad que se empeña en recibir turistas, pero esta es una diferencia demasiado sutil para tratarla aquí y ahora.
Si en aquel artículo afirmaba que nuestro país tiene turismo por encima de nuestras posibilidades y había que parar, ahora afirmo que las medidas que aplazan tomar decisiones para hacer decrecer la actividad turística tales como la moratoria de autorizaciones de licencias de los apartamentos turísticos, son insuficientes. Además, esta moratoria al haberse comunicado su aprobación privadamente con antelación -sospecho que mucho antes de que saliera en prensa- la primera consecuencia ha sido el aumento significativo de las solicitudes con lo que ahora el ayuntamiento tiene el problema de qué hacer con esas que entraron en registro antes de aprobarse, anulando así parte del efecto que la moratoria persigue.
En otro orden de cosas, cuando se discutía sobre si la implantación de la tasa turística tenía o no tenía impacto negativo sobre ese sector, la izquierda afirmaba que esa decisión no tenía tal impacto y que solo permitía disponer de recursos para recuperar los impactos negativos que el turismo provoca. Por su parte la derecha afirmaba que iba a tener un efecto disuasorio. Frente a esta discusión la realidad es que la tasa turística no supone un freno al turismo pero también es verdad que su recaudación no supone un aumento significativo de ingresos que sirva para corregir los impactos negativos sobre el medio ambiente, la economía y la vida social. Así pues, ni una cosa ni otra. Poner un euro o tres o cinco por pernoctación tiene un impacto nulo como freno para la llegada de turistas a nuestra ciudad, primero porque esa cantidad es tan pequeña sobre el total que se abona que prácticamente no se tiene en cuenta y segundo porque las empresas absorben de otra forma esa cantidad con lo que en muchos casos mantienen los precio. Sobre la segunda cuestión -disponer de recursos nuevos- la cantidad recaudada es tan pequeña en términos relativos al presupuesto de las administraciones públicas que no alcanza ni mínimamente para corregir los efectos negativos que el turismo tiene sobe el territorio.
Pongamos por caso Barcelona. Según datos del ayuntamiento lo recaudado por la tasa entre 2019-2023 fue de 54 millones de €. Este año entre la readaptación progresiva del recargo municipal y la tasa de la Generalitat serán 72 millones (20 para la Generalitat, 52 para el ayuntamiento). Bienvenidos sean esos dineros, pero está claro que, aunque para el común de los mortales esa cantidad es enorme, para las administraciones públicas es una minucia. El presupuesto municipal de Barcelona es de 3.807 M€ y el de la Generalitat 51.640 M€. El Consorcio de Turisme de Barcelona se gasta 45 M€ en diferentes acciones destinadas al sector turístico incluida la promoción. Lo que queda es imposible que pague la corrección de los efectos negativos sobre la limpieza, los destrozos urbanos -normales y anormales-, la contaminación en todas sus formas, etc. por no hablar de los efectos perversos sobre la vivienda, el nivel de vida, el coste de la vida, la pérdida de comercio tradicional, etc. Incluso suponiendo que esa cantidad se duplique por el IVA consecuencia del incremento de consumo turístico, el saldo sigue siendo negativo. Solo la creación de puestos de trabajo y el incremento de la actividad económica general es lo que da un saldo positivo, pero claro esa es la trampa, pues como el turismo es tan importante para el empleo y para nuestra economía, debemos sostenerla e invirtiendo para que no decaiga bruscamente, de tal forma que se entra en circulo vicioso de autojustificación sin fin. Otro pacto fáustico.
Si trasladamos esta realidad a Valencia las cifras son aún peores. Barcelona fue visitada por 12 millones de personas con una estancia media de 3 noches, València en 2023 por su parte recibió 2.319.546 de turistas que se quedaron 2,5 noches por persona. La recaudación grosso modo que generaría para València, aplicando las mismas tasas que en Cataluña, sería de una quinta parte, apenas 11 millones y aunque las noticias de prensa varían entre 5 y 22 millones, no sé de dónde salen. Solo el gasto en promoción de València como destino turístico supera con creces esa cantidad sumando lo que destina el ayuntamiento, la diputación y la Generalitat -por cierto, dispersa en innumerables partidas bajo nombres muy sugerentes- con lo que logramos que los ingresos de la tasa paguen una parte de los gastos que ocasiona la promoción de València para seguir recibiendo turistas sin destinar nada a corregir los efectos negativos que ese incremento de llegadas produce. Un sinsentido.
Teniendo en cuenta todo lo que estamos viviendo con la masificación turística en València, ahora creo que se deben adoptar decisiones para detraer recursos, públicos y privados, destinados al turismo para destinarlas a otras actividades, principalmente a la protección del medio ambiente y potenciar otros nichos de empleo. Definitivamente se deben activar políticas de decrecimiento del estado actual de la actividad turística en nuestra ciudad, extendiendo la moratoria a más años. Además, y entre otras medidas, se deberían eliminar las ayudas directas e indirectas a actividades turísticas, eliminando las diferentes campañas de promoción de nuestra ciudad como destino turístico, establecer limitaciones de visitas a determinadas zonas, reducir las licencias en servicios de restauración tales como terrazas y replanteándose muchas de las inversiones previstas en infraestructuras de transporte que coadyuvan a fomentar la llegada de turistas. Con eso a lo mejor logramos que algunos bajos se vuelvan a convertir en comercios de barrio, bajen la presión sobre viviendas, baje el precio medio del alquiler, se reduzca el ruido y que la ciudad vuelva a ser habitable para los que tratamos de habitarla. De qué pasa con el empleo al adoptar estas medidas hablaremos en otro momento.
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