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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

Las mujeres somos mucho más independientes de lo que nos han hecho creer

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¿Alguna vez te has dado cuenta de qué suele ocurrir cuando una mujer mayor se queda viuda?, y ¿te has fijado, en contraposición, lo que suele ocurrir cuando es el marido quien se queda viudo?

Cuando son las mujeres las que enviudan, suele ser habitual que tomen la decisión firme de no volver a estar con otro hombre, porque no quieren seguir ejerciendo el rol de cuidadora que, seguramente, han ejercido toda su vida con su difunto marido y prefieren empezar a vivir todas aquellas experiencias que, quizá, no habían podido vivir antes.

Deciden hacer muchos planes con sus amigas, se van a bailar, se van a merendar, hacen excursiones y también disfrutan de su tiempo a solas y empiezan (a veces por primera vez), a invertir en su autocuidado personal, sin estar pendiente de cuidar a otra persona primero.

En cambio, cuando es el hombre el que se queda viudo, lo que suele suceder es, o bien, su familia contrata a alguna mujer para que le cuide y le cocine todos los días, o bien, vuelven a emparejarse con otra mujer en un período relativamente corto de tiempo, que sigue ejerciendo ese rol de cuidadora que ya ejercía su difunta mujer.

Esto es algo que, prácticamente, todas y todos hemos presenciado alguna vez en personas allegadas, conocidas e, incluso, nuestros propios abuelos y abuelas.

La conclusión a la que he llegado de porqué, en líneas generales, este suele ser el patrón que se sigue, es muy sencillo: esas mujeres no necesitan esta con otro hombre para sobrevivir, ni para tener suplidas sus necesidades, porque son muy autosuficientes y no se plantean vincularse con otro señor que, seguramente, no lo sea tanto.

Y, por otro lado, el patrón de conducta de los hombres viudos, en general, ocurre porque sí necesitan a una mujer que siga cuidándoles, haciéndoles la comida, llevando la carga mental de la casa y de la pareja, la carga mental de las citas médicas, de sus pastillas, de la compra y de la limpieza del hogar. Estos hombres, al enviudar, queda patente el grado de “inutilidad” entendido como la incapacidad para saber realizar tareas cotidianas y de cubrir sus propias necesidades básicas, de manera autónoma e independiente.

Y, sabiendo todo esto que todas y todos hemos presenciado alguna vez, me pregunto: ¿Por qué las consultas de psicología están llenas de mujeres jóvenes, independientes y válidas que creen que necesitan a un hombre para sentirse completas y felices?, ¿por qué siendo mujeres con un trabajo estable, independientes económicamente y muy capaces de sobrellevar su vida con normalidad, sufren tanto y necesitan tanto la validación masculina, para sentirse realmente válidas y suficientes?

Y, la más importante; ¿por qué teniendo como ejemplo a nuestras abuelas o a la amiga de nuestra abuela, viuda e independiente, seguimos buscando esa validación masculina, porque pensamos que sólo somos alguien a través de su mirada y su aprobación?

En consulta es muy habitual encontrarte a pacientes mujeres que han visto su vida trastocada emocionalmente, al haber conocido a un hombre que no las ha tratado bien, que les ha hecho ghosting, o que les ha advertido que no quería un compromiso, mientras le presentaba a sus padres y se iban de viaje de pareja.

Estas mujeres, que se demuestran día a día lo capaces que son en su trabajo, que tienen buenas amistades, incluso que, algunas de ellas, viven independizadas, que van a terapia y trabajan en su desarrollo y crecimiento personal… son incapaces de poner límites, de recordarse lo que valen y que no necesitan a ningún hombre para que les complete.

Lo llamativo de esto y, a la vez, lo que me genera más impotencia es que, en ese sentido, (como en muchos otros), los hombres llegan a tener ese poder sobre algunas mujeres. El poder de hacerles creer que les necesitan. Y, mientras estas mujeres contaminadas por los mensajes recibidos del amor romántico, durante toda su vida, priorizan conocer a hombres y establecer una relación sexo-afectiva, ellos sí priorizan en sus trabajos, en sus amigos y en encontrar a una mujer que quiera cumplir el rol de cuidadora que siempre cumplió su abuela, hasta que enviudó de su abuelo.

Creo que urge recordarnos a nosotras mismas lo suficientes y válidas que somos sin necesidad de encontrar a un hombre que nos lo diga.

Creo que urge coger ejemplo de esas mujeres mayores que deciden conscientemente no tener pareja, porque están cansadas y sólo quieren vivir y estar con sus amigas.

Creo que urge seguir enviando otro tipo de mensajes a las nuevas generaciones, que favorezcan su independencia emocional y su empoderamiento.

En definitiva, creo que urge educar a hombres más funcionales y a mujeres más conscientes.