La valencianidad de nuestra política es como la poesía: le gusta a todo el mundo, pero nadie la compra. En las autonómicas del pasado 28 de mayo todo pivotó cansinamente en torno a la política nacional. El votante valenciano no se sintió interpelado sobre lo que importaba en nuestro ámbito competencial. El Botànic no pudo reconducir aquel peligroso marco hacia lo que realmente estaba en juego: nuestra red sanitaria, la educación pública o nuestro patrimonio histórico y cultural. El pulso de la campaña tenía un solo foco: Pedro Sánchez. También sus socios, sus decisiones conjuntas o aisladas, sus acuerdos y desacuerdos, las consecuencias deseadas o indeseables de sus leyes y decretos. Al tiempo, la derecha colapsaba la eterna nota a pie de página sobre el fin de ETA, colando de golpe todos sus renglones. No se pudo enfocar la cámara hacia algo que no figurara en el guion de los Ipads del tertulianismo profesional con sede en Madrid. Mondo difficile.
Qué cosas. Ahora, con unas generales a la vuelta de la esquina, gira todo el debate en torno a la política autonómica y, en especial, la valenciana. Los pactos de aquí son la salsa de todos los platos y Twitter se incendia con acalorados golpes de pecho y fervorosas llamadas a la unidad de la izquierda. A buenas horas. Mazón abrazó a un maltratador condenado por violencia machista como escribía su teatro Lope de Vega: “en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro”. Menudas musas. Menudo teatro. Un sainete con torero franquista incluido e impostados vetos para encumbrar en Madrid -cómo no- a un maltratador condenado. Ahora vas y lo cascas.
Escucho y leo numerosos lamentos: que qué harán ahora estos en los coles públicos valencianos. Que cómo van a fastidiar estos a las mujeres que decidan abortar aquí, en la Comunitat Valenciana. Que qué pasará ahora con las valencianas maltratadas que sufran “un mal divorcio”. Que si vuelve el blanco y negro a los balcones de Náquera. Que si se acabó el carril bici de Elx para llevar a los niños en coche hasta la mismísima puerta de la concertada. Que lo de reducir el tráfico en las grandes ciudades, si eso, ya te lo miro otro día. Aquí sus musas, y este teatro.
No estoy bien informado, lo confieso, pero apuesto a que Pedro Sánchez no habló de la atención primara valenciana ni de la xarxa llibres cuando se reunió con Biden al inicio de la campaña electoral de las Elecciones Autonómicas. No le culpo. Tampoco me gustaría estar en sus zapatos. Menuda responsabilidad. Honestamente pienso que es un buen presidente y da pavor lo que vendría si él fallara ahora. Pero llegamos tarde para hablar de verdad y serenamente sobre lo que nos importa aquí, en la Comunitat Valenciana. Confío en que hayamos aprendido, al menos, esta valiosa lección: la política valenciana es la que te afecta a ti, a tus hijos, a tus necesidades más primarias. La derecha no tiene un proyecto político autónomo para la Comunitat Valenciana. Pero tienen su sainete, el de siempre, el de llamarte antiespañol si no les votas, el de estirar un poco más el sufrimiento de mucha gente.
La elección que hemos dejado pasar era esa: poesía o sainete.