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Palabra de político

En estas semanas no dejo de preguntarme sobre la trascendencia de la palabra de un político. Me indignan especialmente casos como el de Cristina Cifuentes y el de cuantos han obtenido y obtienen tratos de favor por su condición de políticos VIP,s. Me sobrepasan quienes en las Universidades públicas financiadas con recursos públicos crean chiringuitos donde se dispensan esos tratos de favor y subordinación, tan alejados del significado de la Academia.

Las instituciones universitarias son parte de la Administración pública y como tales tienen las mismas ventajas e inconvenientes, e incluso los mismos peligros. No están menos expuestas al riesgo de que en ellas aniden zombies, existan irregularidades y haya margen para el fraude y la corrupción. No lo están más ni menos que las demás Administraciones. Todas están dirigidas e integradas por personas.

Lo ocurrido y lo burdo de cómo ha ocurrido todo en la Universidad Rey Juan Carlos me golpea más quizá por mi vocación universitaria y de servicio público, antes y ahora; porque lucho por la regeneración democrática de las instituciones, que están para servir a la ciudadanía y no a los políticos que buscan consolidarse en ellas o beneficiarse desde ellas; porque sé de la importancia de dotarnos de mecanismos efectivos, preventivos y reactivos, contra el fraude y la corrupción en la Administración pública valenciana. Me resiento más porque sé de la cantidad de profesionales y académicos rigurosos que son intachables y la prestigian cada día con su buen hacer, y a quién la sombra de sospecha haciendo a todos por igual les daña sobremanera. Me consta el esfuerzo del alumnado por costear y obtener sus títulos y la indignación que tiene hoy. Por todo eso espero que lo que la opinión pública conoce como “el máster de Cifuentes” no pase a la historia como algo anecdótico y banal, espero que sea una lección para la política y para la Academia, y que como tal lección genere reflexión y aprendizaje.

La Academia debe sentirse interpelada y revisar en manos de quién se deja la imagen de la institución. Quién hace patria de ella, quién la lleva a gala, quién la encumbra, y quién la vende al mejor postor. Saber quién es quién en la institución universitaria es saber mucho, pero no basta; se ha de actuar cuando se sabe ante los órganos internos y/o externos, porque obviarlo o posponerlo puede ser peor, acaso irreparable. Ha de haber controles rigurosos, ex ante y ex post, de las relaciones que legítimamente los gobiernos decidan entablar con las Universidades, sus Institutos públicos o con las empresas.

La Política es el arte de la palabra. Si la palabra es el todo, el medio del que se sirve para expresarse la política, para llegar al destinatario y generar en él confianza; los partidos políticos en tanto que actores de la política deben apartar de si a quienes con la palabra engañan, mienten, y trasladan responsabilidades a otros, individuos o instituciones, para salvarse a sí mismos sin importar el coste que tiene hacerlo y el daño reputacional que generan. Ha de apartar de si también a quienes encubren a los mentirosos.

La palabra de una política o de un académico vale. Les doy la mía.

*Fabiola Meco. Diputada Corts valencianes. Podem