“El PSPV muestra un odio y un interés de venganza hacia el PP que son capaces de rendirse a las propuestas de la izquierda más radical sin importarles las consecuencias que eso puede tener para los ciudadanos”, estas palabras dichas por el vicesecretario general del PP, César Sánchez, pasarían perfectamente como un reproche a un partido que acaba de entrar a gobernar y ha empezado a desmantelar la etapa que le ha precedido.
Pero no es así, el PP todavía gobierna hasta que los ciudadanos decidan lo contrario, aunque por el camino hasta las elecciones autonómicas de mayo ya está ensayando este discurso opositor, entendiendo a la vez que la mejor defensa es un buen ataque.
Su objetivo fundamental es el -todavía- partido mayoritario de la oposición parlamentaria, el PSPV, partido al que quiere envolver de la presunta radicalidad de sus socios potenciales (Podemos, Compromís y EU) para intentar pescar en sus caladeros de votos más moderados. Por ello insisten en atacar a la figura del que en teoría podría ser el futuro President de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, a quien la Coordinadora General del PP, Isabel Bonig, ha acusado de ser “un líder de paso” e “invisible para sus compañeros”.
La número 2 del PP valenciana quiere aprovechar la libertad de voto que dio el PSPV para defender los 'bous al carrer' (mayoritariamente los socialistas votaron junto a los 'populares') para decir que el partido “está roto”, y que Puig “no es capaz de liderar un proyecto de izquierdas con ideas y propuestas, está vendido a la circunstancias”.
Bonig es una de las principales dirigente que insiste en el mantra de los “pactos ocultos”, pactos que únicamente se alcanzan cuando se puede llegar a una suma que de una mayoría de gobierno, y por eso la teme tanto el PP. La Coordinadora General del PP, insistía en que los pactos entre partidos se tienen que anunciar “antes de las elecciones”, quiere por escrito los pactos 'naturales' entre las formaciones, como natural fue también el que hicieron los 'populares' con los regionalistas de Unión Valenciana en 1991 para desbancar al PSPV en la ciudad de Valencia, o en 1995 para llegar a la Generalitat.El papel de oposición se huele también cuando la Generalitat es preguntada por la todavía pendiente reunión del President de la Generlaitat, Alberto Fabra, y los empresarios valencianos con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Ninguna noticia, todo sigue igual, la resignación de la portavoz del Consell, María José Catalá, se plasma en sus reiterativa contestación, la Generalitat se siente “decepcionada”, no aciertan a levantar más la voz, mezcla de resignación y desencanto, no insisten en reclamar más dinero a Madrid por no molestar, nadie tiene el puesto asegurado (ni en la oposición) para las próximas elecciones.
Reformas para evitar la derrota
El miedo a perder del PP es evidente, y por ello desde las bases municipales se sentian entusiasmados con la posibilidad de la reforma electoral que vestía con la etiqueta de “elección directa de los alcaldes” la posibilidad de mantener el bastón de mando con una mayoría simple, eliminando la figura democrática de los pactos. Hasta la misma Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, reclamaba esta fórmula para elegir al President de la Generalitat, en vista de los negros augurios de las encuestas.
Pero esta propuesta ya tenía su precedente genuino valenciano que es la propuesta de Fabra de elegir un tercio de los diputados de las Corts de Forma directa, los llamados “diputados comarcales”. Con esta fórmula lo que el PP pretende es aprovecharse comarca a comarca de sus mayorías simples para rendibilizarlas con un buen puñado de diputados que anularía parte de la pluralidad política.
En este mismo sentido se encamina la reducción de diputados que persigue el PP, recortar de los 99 actuales a los 79 que defiende Fabra en pos de la austeridad económica. Pero la oposición, necesaria para ejecutar este cambio, lo rechaza de plano, porque más que austeridad económica (también se podría recortar en sueldos para el mismo objetivo y no se ha planteado), en realidad busca la austeridad de la pluralidad que menoscaba a las fuerzas política menores.
Mientras el PP empieza a ensayar este papel opositor que muestra cual será su hoja de ruta en los próximos meses, cabe esperar la confirmación de quién liderará su mensaje. Alberto Fabra todavía se mantiene al frente y quiere continuar, pero Génova aguanta hasta el último momento para ungir a una figura que lidere un partido que no sabe ya si será de vencedores o vencidos.