Los problemas legales para exhumar a un genocida filonazi de un cementerio español

En los cementerios españoles hay unos cuantos nazis enterrados. Tras la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista hizo de España un país de acogida de los fascistas de cada territorio. Los refugiados de Franco eran dictadores, generales o altos cargos de los regímenes filofascistas de Europa que fueron acogidos en pequeñas localidades, dispersos por el territorio, con una identidad falsa.

En Carcaixent vivió durante 20 años Vjekoslav Luburic, allí conocido como don Vicent, el dirigente croata del campo de prisioneros de Jasenovac durante el conflicto bélico. Luburic pertenecía a los “ustashas” -“rebeldes” en serbocroata-, seguidores del dictador Ante Pavelic que gobernaron Croacia y Bosnia Herzegovina desde abril de 1941 a mayo de 1945 bajo la protección de Hitler y Mussolini, hasta que los desalojaron del poder las tropas de Tito y el Ejército Rojo. Se calcula que bajo su mandato murieron asesinadas cientos de miles de personas (entre serbios, judíos, gitanos y croatas disidentes).

Con el nombre de don Vicent, bastante más fácil de pronunciar, el lugarteniente de Poglavnikse - un neologismo que en serbocroata viene a significar “el jefe de clan”, como llamaban a Pavelic- que viajó con él a España, montó una imprenta y pasó sus días en el pueblo valenciano hasta que un enviado de Tito lo borró del mapa de los vivos en 1969. Sin embargo, al genocida le pusieron una tumba en el cementerio municipal, una sepultura en primera línea sufragada por un individuo de origen croata que el ayuntamiento no ha conseguido identificar.

La consellería de Memoria Democrática ha comenzado una serie de reuniones con el consistorio, liderado por Compromís, para sopesar alternativas para desenterrar al dirigente nazi. La situación, reconoce el alcalde, es complicada a nivel legal, puesto que el panteón está pagado a perpetuidad y lo protegen varias normativas. Según han comentado el dirigente y el responsable de Memoria Democrática, Ferrán Puchades, la Administración baraja contactar con la embajada de Croacia para ver si sus dirigentes quieren hacerse cargo de los restos o tienen alguna normativa sobre crímenes de guerra. “Alemania sí ha actuado en Madrid retirando simbología nazi”, recuerda Puchades.

El asunto se complica atendiendo a las leyes de Memoria Histórica y Memoria Democrática, que no hacen referencia a los conflictos más allá de los Pirineos, sólo a las víctimas de la Guerra Civil española y de la represión franquista. Los nazis y fascistas del resto de Europa no se contemplan ni en la normativa valenciana ni en la estatal, por lo que no se puede apelar a ella para la exhumación del cadáver. Además, la tumba no tiene simbología nazi ni de los “ustashas”, sólo su nombre y el escudo croata.

“Hace veinte años venía gente de fuera a homenajear al genocida. Desde entonces no tenemos constancia de que se haya repetido”, explica el primer edil, Paco Salom. El alcalde manifiesta que están barajando todas las alternativas posibles para sacar al dictador, aunque lamenta las posibles trabas judiciales. “Es complicado”, apostilla.

En Carcaixent, algunos vecinos no están por la labor de desenterrar al dictador, argumentando que es un gasto innecesario o que era una persona integrada. Muchos incluso dudan de sus crímenes en Croacia. Luburic vivió dos décadas en el municipio de La Ribera , tuvo cuatro hijos que fueron a la escuela municipal, se montó una imprenta desde la que despotricaba sobre la Yugoslavia de Tito e hizo unos cuantos amigos. Según explica el periodista Francesc Bayarri en su libro 'Cita en Sarajevo', el genocida estaba protegido por el párroco del pueblo, un rector de los Franciscanos. Era, para muchos, un vecino más.

Por el momento, ambas administraciones barajan varias alternativas, entre las que también estaría poner una placa explicativa sobre los orígenes y actividades del dictador.