Seis meses después de la elección de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE, la percepción de la ciudadanía respecto al partido socialista ha variado, me atrevería a decir que de forma radical. Tras el terrible Comité Federal del 1 de octubre que supuso la materialización de las conspiraciones y el mandato imperativo al grupo socialista para abstenerse en la investidura de Rajoy, la ciudadanía volvió a enarbolar aquel “PP/PSOE la misma m…. son” que tanto nos costó acallar en las campañas electorales.
Fueron meses muy duros en los que los enfrentamientos internos hicieron muy difícil el trabajo externo, las argumentaciones sonaban a excusas y los contenidos programáticos sencillamente no existían. Solo cuando militante tras militante, de forma individual o colectiva, con cabezas visibles o a través de las plataformas, unimos nuestro ímpetu y nos movilizamos en torno a Pedro Sánchez, comprobamos que era posible sacar adelante un proyecto en el que todos debíamos decidir entre un PSOE intervenido o un PSOE que retornará a sus raíces ideológicas al tiempo que modernizaba sus estructuras. Demasiados años evitando calificarnos “rojos” para no molestar a quienes nunca nos respaldaron ni lo harán en el futuro; demasiados años ejerciendo una “responsabilidad de Estado” que no solo no nos beneficiaba a nosotros, si no lo que es más grave, no beneficiaba a la ciudadanía; demasiados años dejando que unos pocos decidieran qué hacer en nombre de todos; demasiados años alejándonos de ser ese referente de la izquierda española que antaño cambió este país para que fuera de todos y no solo de unos pocos privilegiados.
Ni Pedro Sánchez es hoy el mismo que se presentó a la secretaria general del PSOE en 2014, ni los militantes tampoco. En el Sánchez del 2017 hemos encontrado el líder que necesitábamos, capaz de aglutinar a la gran mayoría de los socialistas y sobre todo de ilusionar, motivar y emocionar a esa ciudadanía antaño desencantada con el PSOE. Con él hemos recuperado la credibilidad y el respeto perdidos y que quienes hace apenas unos meses se sentían traicionados vuelvan a creer en nosotros.
El Secretario General del PSOE es la cabeza más visible de un profundo cambio que ha sido posible gracias a todos. Decía antes que sólo cuando nos dimos cuenta que el PSOE no lo podía gobernar una minoría, empezamos a caminar hacia la construcción de un nuevo PSOE. Ahora, casi un año después de aquel 1 de octubre debemos recordarlo como el punto de inflexión de una nueva época. No vamos a agradecer aquel desafío pero sí hemos de ponderar la parte positiva del desastre: el PSOE resurgió con una llamarada roja y reluciente. Los hubo hundidos que abandonaron el barco sumidos en la vergüenza y el desencanto, pero la mayoría de militantes nos organizamos para trabajar por aquello en lo que creíamos, surgieron las plataformas reivindicativas – de celebración de un Congreso extraordinario - y de apoyo a Sánchez – para su presentación a Secretario General-, y entre todos, incluso con aquellos que volvieron o se sumaron a la causa común, logramos el PSOE que hoy tenemos.
Y el papel del militante, de las agrupaciones y de las plataformas no acaba en la elección del secretario general y los órganos de dirección, continuar la tarea emprendida es una de las bases para que se mantenga esa conexión entre nosotros y nuestra con la ciudadanía, con sus necesidades, sus ambiciones, sus preocupaciones. Hemos elegido entre todos a los directores y los contenidos – en los debates de los congresos- pero si ahora una de las partes se desconecta volveremos a cometer los mismos errores de siempre. Los secretarios generales, las ejecutivas y los comités son nuestros representantes y con ellos hemos de seguir trabajando para que sus decisiones sean las nuestras y sus propuestas las que entre todos decidamos.
Quedan procesos abiertos y debemos abordarlos con la inteligencia suficiente para que no se esfume la magia. Todos tenemos mucho que aportar y entre todos conseguiremos desarrollar en cada estructura ese proyecto del nuevo PSOE liderado por Pedro Sánchez para que llegue a cada rincón de nuestro país.
Y por cierto, que nadie plantee reticencias a las consultas cuando el tema lo requiera porque por mucho que algunos piensen que eludes la responsabilidad otorgada, nunca estarás más seguro del acierto de sacar adelante una propuesta o tomar una decisión que cuando aquellos a los que representas han emitido su voluntad de forma libre y objetiva. Eso es en parte la política, la voluntad de las mayorías. Así lo entendimos el 21 de mayo y cualquier rectificación sería un revés que la militancia no entendería y la ciudadanía no nos perdonaría.