Del tiempo de los balances electorales a esta parte, sin que ello suponga que sus dirigentes hayan de eludir la autocrítica, el PSOE se ha convertido en el muñeco de pim pam pum de la política española, en virtud de una pinza entre PP y Podemos no explicitada, pero notoria en sus efectos.
El descalabro electoral, responsabilidad directa de su discutible labor de oposición y otros problemas endémicos (minorización en las grandes ciudades, incapacidad para conectar con las cohortes más jóvenes…), ha abocado al PSOE a estar a merced de los embates del partido que le superó ampliamente y del que estuvo a punto de darle el sorpasso. Pero, más allá de los deberes por hacer de los socialistas españoles, no deja de resultar sorprendente cómo sus competidores, a derecha a izquierda, tratan de sumir a la formación en el desconcierto más absoluto. Con unos tempos y formas que no habíamos visto, hasta ahora, en la historia de la democracia española. Se daba por hecho que esta iba a ser la legislatura del diálogo y pacto, pero no eran las performances partitocráticas de este fin de semana lo que la ciudadanía esperaba. Y ambas, a kilómetros ideológicos de distancia, tenían el mismo objetivo: el PSOE, que muchos desean pasokizado, a golpe de abrazo del oso o repetición de elecciones.
Solo así se entiende la renuncia de Rajoy a intentar, en primera instancia, la investidura. Es obvio que espera un fracaso del pacto de izquierdas y que la Gran Coalición se erija, finalmente, en la única alternativa viable. Un cambio en el orden de los factores, para acabar alterando el producto. Solo así se puede interpretar, también, la escenografía de Podemos y su croquis de gobierno, que no parece la incitación más seria al diálogo, sino una afrenta pública en toda regla.
Y, por supuesto, hay que reservar una cuota importante de responsabilidad a quienes, en el seno de la formación del puño y de la rosa, han entrado al trapo desde el primer momento y se han dedicado a minar, haciendo valer sus apriorismos y menospreciando las preferencias mayoritarias de la militancia, la posición pivotal del PSOE en el tablero de las alianzas. Desde antes de comenzar las mismas conversaciones (que, por otra parte, brillan por su ausencia (otra decepción que acumula la ciudadanía)) y sin tener la capacidad de traspasar la tensión a los adversarios. Unos linces de las negociaciones. Patxi López lo describió, certeramente, como “espectáculo lamentable”.
Cuando yo era pequeño, los barones (qué palabra más rancia e inapropiada para un partido progresista…) ganaban con mayorías absolutas. Los que ahora se arrogan el título gobiernan transitoriamente con el apoyo del socio innombrable.
En definitiva, se esperan próximas sesiones de PSOEmasoquismo ménage à trois.