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La rémora turística

15 de febrero de 2021 17:00 h

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Como se suele decir, lo poco gusta lo mucho cansa. El turismo y todo lo asociado al consumo de ocio representa un porcentaje de entre el 13% y el 20% de nuestro PIB (dependiendo de lo que incluyamos en ese concepto) lo cual es una mala noticia. Ese peso en nuestra economía y su presencia en nuestra sociedad arrastra a otros sectores que viven de él indirectamente lo que incrementa la mala noticia de nuestra excesiva dependencia de este sector. Eso es tan malo como si fuéramos monoproductores de patatas, producción de un solo modelo de chip informático o dependientes de cualquier otra actividad económica y lo es porque condiciona el futuro, limitando las posibilidades de diversificación de la economía. Definitivamente el sector turístico es una rémora, es a decir de la RAE, “persona o cosa que retrasa, dificulta o detiene algo”. En este caso, la transformación de nuestra economía, su diversificación y la aparición de otras iniciativas y esto es así porque por más que se diversifiquen las actividades turísticas, todo depende de algo tan voluble e inestable como el gusto y la disponibilidad de excedente de ingresos para destinar a una actividad que no es esencial por más que las campañas de publicidad la califiquen como tal.

La lógica del círculo vicioso del turismo supone que como tiene mucho peso en empleo y genera riqueza (con todas las comillas a este concepto) es necesario que las administraciones destinen recursos y muchas ayudas para sostenerlo, bien directamente o bien invirtiendo en las infraestructuras que le dan apoyo, con ello se logra primero no destinarlo a otros fines (impidiendo la diversificación o a la transformación productiva) y segundo consolidar su peso en la economía, así reforzamos el peso del turismo en empleo y en el PIB y así vuelta a empezar. 

Con el turismo pasa como con el uso del vehículo privado en las ciudades. La única forma de limitar su omnipresencia y con ello favorecer el desarrollo de otros sectores es imprescindible ponerle impedimentos. No hay otra. Impedimentos fiscales, limitación de ayudas, limitación de inversiones y dimensionamiento de infraestructuras de apoyo, destinando esos recursos a mejorar las condiciones de vida de las personas e incrementar las inversiones en sectores industriales más diversificados y capaces de reinventarse en épocas de crisis.

Pero junto a los impedimentos, en paralelo y sin solución de continuidad, se debe incentivar otras salidas para evitar que nadie se quede al margen. Igual que con el vehículo privado, junto a las restricciones de uso se han de aumentar las inversiones en transporte colectivo y otros sistemas que permitan el trasvase de un sistema a otro. Con el turismo hay que hacer lo mismo. Dejar de invertir, directa e indirectamente, desde lo público en ese sector desincentivando su crecimiento y desplazando las inversiones hacia sectores que pudieran absorber mano de obra procedente del excedente del turismo. Estoy pensando, por ejemplo, que, si uno de los pilares de los programas europeos es la digitalización, hay un nicho importante para que empresas y administración absorban buena parte de ese empleo, dado que hay tareas asociadas a ese proceso que perfectamente pueden dar cobertura a empleados procedentes de la “industria turística” con cualificación acorde, pero hemos de acordar que en la Comunitat Valenciana tenemos turismo por encima de nuestras posibilidades. Posibilidades sociales, económicas y ambientales.

Este asunto es controvertido porque decirlo desde el ámbito político se interpreta que -con una lógica limitada e interesada de los grandes extractores de recursos - si no se apoya al sector en la cantidad y en los términos que los implicados dicen, dado su peso y capacidad de actuar como grupo de presión, la Comunitat Valenciana no tiene futuro. Pero si le damos la vuelta al argumento, la Comunitat Valenciana tendrá un mejor futuro si destinamos a otros sectores el dinero que dejemos de destinar al turismo. El presupuesto no da para todo.

Lo ha escrito el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) en su documento sobre las perspectivas post COVID. Hasta 42 veces aparece la palabra “turismo” en este documento. La mitad como meras referencias bibliográficas, la otra mitad con un evidente tono crítico en la línea de lo escrito en este artículo. A pesar de ello, parece que poner negro sobre blanco en un documento (y no es el único) de una institución de asesoramiento a la Generalitat, no hace mella en aquellos que siguen insistiendo en hacer crecer este sector con campañas publicitarias, ayudas mal destinadas, estudios justificativos con deficiente argumentación, compendios normativos e infraestructuras de apoyo que nos atan más a ese sector y nos condicionan el futuro. Todo ello contra una transformación económica resiliente, pues todo apunta a un futuro con un desplazamiento progresivo del turismo hacia el norte de la península de la mano del cambio climático que el propio turismo ayuda a acelerar.

¿Qué es resiliencia? ¿Y tú me lo preguntas? Resiliencia es destinar recursos a aquellos sectores económicos que son capaces de soportar las crisis económicas cíclicas con mínimo o nulo impacto en la calidad de vida y la empleabilidad, y recuperarse muy rápidamente o cambiar de orientación productiva. Es decir, resiliencia es todo lo contrario a turismo, y si ya es negativo para una economía ser dependiente de un solo sector, lo es mucho más en actividades que se abandonan masiva y rápidamente cuando las cosas vienen duras.

Aquí hay libertad de empresa establecida en el artículo 38 de la constitución y por tanto no se puede negar que quien quiera montar una agencia de viajes, hotel, restaurante, bar, pub, discoteca, badulaque, tienda de souvenirs, tienda de conveniencia, apartamento turístico, cafetín, pizzería, bus turístico, guía turística, o cualquier otra actividad relacionada con las decenas de códigos de CNAE relacionados con el turismo y el ocio, la monte. Pero corresponde al gobierno regular que las actividades económicas no comprometan el futuro social, económico o ambiental del país que es lo que dice, en resumen, el artículo 131 de la Constitución española. 

Di clases de sociología del turismo durante siete años y acababa mis cursos con el siguiente consejo “dedicaos a otra cosa”. Lo mismo que digo ahora a los gestores públicos de este asunto. Aprovechar esta crisis para transformar nuestra estructura productiva es una oportunidad que no debemos perder. Pero es una afirmación que de tanto decirlo parece que ha perdido su significado.