Muchos no asimilan la diferencia. En lo referido a los hijos, da fe una sola letra: Crear o criar. Un símbolo, dos significados. Gran brecha existente entre ofrecer instrumentos que permitan que el individuo se dote de contenido y de sentido para toda una vida. Misión y propósito. Libertad e intención. Frente a la opción muchas veces interiorizada por una suerte de automatismo atávico basado en dejarse discurrir por la inercia provocada dentro del discurso mainstream.
Hace algunos años tuve el placer de descubrir “Ser y tener”, una pequeña joya de Nicolas Philibert, producida por Gilles Sandoz. Una poderosa metáfora visual, la narración de una lucha entre fuerzas que evacuan una huida inconsciente.
Se vive el debate. Las humanidades en la universidad o producción para el mercado. Susto o muerte. El sistema educativo colapsa sobre su propia caricatura.
Curiosamente, los más prestigiosos centros de enseñanza acostumbran a formar interdisciplinarmente a sus alumnos. En los primeros cursos, multiplicidad de enfoques. Interacción de disciplinas. Las humanidades en el fondo. Letras y ciencias. ¿Por qué ese sesgo? En España, aprovechando el marco de opciones que despliega el EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) asistimos a interesantes iniciativas en este sentido. Debates fundamentados en ideas, pero la excepción no es norma. La concreción temática llega en los últimos cursos del grado, y en máster y doctorado. El intercambio de puntos de vista, la especulación retórica y el desarrollo de instrumentos de análisis lógico de los argumentos. El sustento no manido de las ideas. Deducción, inducción, abducción y metáfora.
¿Debe la universidad servir al mercado o no debe hacerlo? Esto entronca con el problema fundamental de los fallos de mercado. Si acaso el Sector Público debe proveer servicios que, siendo deseables, no serían atendidos en libre competencia y sin intervención pública.
¿Son las humanidades un bien público que debe ser protegido? ¿Está la empleabilidad en el fondo de cualquier acción formativa de tipo profesional o universitaria?
¿Tiene sentido que formemos un millar de estudiantes de arpa cada curso en nuestros conservatorios superiores de música cuando contamos con sólo cerca de unas 40 orquestas profesionales en España y un arpa, en el mejor de los casos, en cada una de ellas? ¿Pese a las implicaciones del correspondiente efecto spilover, podría resultar perjudicial que el Sector Público fijara un precio de matrícula tal que implicara un incentivo irrenunciable para el estudio del arpa frente al del violín?
Un economista debe comprender muchas cosas además de los fundamentos del análisis económico. Matemáticas, análisis estadístico y econométrico, big data, legislación, grandes hits de la psicología y el comportamiento humano, sobre incentivos y desincentivos, incluso sobre cuestiones informáticas. Pero… ¿debe un economista conocer el año en que nació Beethoven? ¿Aportaría algo a sus análisis? Quizá todo conocimiento que pueda ser “localizado” en Wikipedia no debería formar parte de su expertise. O quizá sí, pues la relación de las corrientes estéticas previas y posteriores, sus interrelaciones con el dominio de las ideas, incluso con la organización de la sociedad un poco más allá, todo ello sin duda resultaría de gran importancia para su capacidad de análisis. Es posible, además, que conocer las condiciones en que vivió su infancia Beethoven, su nivel de frustración personal, incluso el rechazo social que sentía, finalmente, con su imparable sordera, le ayude a comprender su fuerza expresiva. La necesidad de su pulsión, en el rechazo afectivo, como reducto del alma del artista.
Las humanidades actúan como catalizador perpétuo haciendo posible que cualquier profesional, ya sea del campo de ciencias o del de las letras, logre comprender más y mejor. Quizá de un modo distinto.
La función de las humanidades pasa por dotar de profundidad al individuo, ofreciéndole múltiples pistas sobre el qué y sobre el porqué, mucho más que sobre el cómo. Profundidad de análisis último y de las consecuencias de las acciones individuales y colectivas.
La reflexión filosófica, con su lenguaje propio, ofrece una visión que multiplica los puntos de vista propios. El cambio de perspectiva emerge con tal fuerza que hay a quien muda en catarsis. En ocasiones, la digresión implícita envuelve al pensamiento en una espiral decisiva, con la potencia desoladora que representaron las torres de asalto en el siglo IX a. C. Todo cambia, para bien. O para mal. Con todo, representa una puerta que conviene abrir. Al otro lado, quizá nos sintamos un poco como Alicia. Pero la maravilla de la reflexión llega desde su principio de digresión. Duda como sistema y construcción como método.
La literatura ofrece vivir otras vidas, puntos de vista que permiten conocer los otros pliegues de otras vidas, de las que quizá nunca fuimos. De las que podremos ser. Profundidad, coherencia e integridad. Verdad que, en su serpenteante evolución, recoge toda una biografía.
El arte conmueve y alienta en la comprensión de la nada. Solaz en el desaliento de la certeza de la muerte. La inexplicable conexión con el Todo. Verdad última y primigenia. La visión de un propósito en la explicación de la vida. La decisión sobre este centro de gravedad como una antítesis frente a los profesionales sin alma.
Tomemos estos ejemplos como las indelebles metáforas de la cuestión. Las humanidades a debate y la mercantilización del mundo como gran nudo gordiano. Deshagámoslo y tersemos la cuerda.