Socio fundador y presidente de APP informática. Empresario vocacional, es un apasionado de los avances de la tecnología digital. Completó los estudios de Informática en la Universidad Politécnica de Valencia y muy pronto, sin acabar el proyecto fin de carrera, tiene las primeras experiencias laborales. En Enero de 1994, con 25 años, consigue ilusionado crear su propia empresa, “APP informática”, junto con sus dos socios y amigos. En verano de 1999, gracias al éxito de las cinco primeras tiendas de informática y las posibilidades de Internet, comienza la expansión de la empresa utilizando el modelo de franquicia. Actualmente APP informática lidera el sector con más de 650 Tiendas distribuidas por todo el territorio nacional.
¡No hay “futuros” como los de antes!
Algunas veces no entiendo nada y hoy me siento especialmente aturdido. ¿Pero qué ocurre? La crisis económica lastra y aburre. Supongo que nos ocurre a todos. Estoy cansado de arengas politizadas y esperanzas de humo. Buscar culpables no me motiva nada, son tantos. Prefiero pensar en soluciones para el futuro. Pero el calor del verano lo ralentiza todo, neuronas incluidas.
Me declaro “cafeinómano” perdido. El golpe de la cucharilla sobre la taza es lo único que consigue despejar alguna idea. El café es uno de los pequeños placeres de la vida, pero que no nos oigan, porque nos subirán los impuestos. ¿Quieres uno?
Es curioso que cuanto más se aclara la mente, más confuso veo el panorama.
Desde la transición hemos arrinconado todos los valores “carcas”, positivos o no, que sostenían a nuestros padres y abuelos. Nos han dejado algo vacíos y seguimos sin resolver las angustias vitales. Me gustaría no tener que elegir entre el dogmatismo sin sentido y la dictadura del relativismo. La sociedad no encuentra ningún punto de apoyo fiable y si lo encuentra, caerá al día siguiente.
Pero, sobre todo, vivimos tiempos de cambios frenéticos. La mayoría de estructuras políticas, las leyes, los sistemas de producción y comercialización, los medios de comunicación y de información, los servicios sociales, las fuentes de energía, las condiciones laborales. Todo está cambiando. Si, es cierto, siempre han cambiado. Pero esta vez, todo lo establecido carece de la elasticidad suficiente para adaptarse a este dinamismo. Todo está temblando, como si quisiera estallar.
Esto es la definición de una crisis total. Todo cambio radical nos provoca miedo y al mismo tiempo es una ventana de esperanza. ¿Alguien sabe qué va a ocurrir mañana? Adivinos y videntes aparte, sabemos que estos cambios se aceleran. Estamos en la antesala de una nueva situación dirigida por nuevas reglas que aún desconocemos. Vivimos uno de los momentos más caóticos e interesantes de la historia.
La tecnología digital no es la única responsable, pero tiene mucho que ver. Me viene al recuerdo la novela “1984” de George Orwell. Aquí estamos hoy, rodeados de cámaras, controlados por un smartphone y cediendo libertades.
La llegada de los ordenadores a nuestra vida laboral y a nuestros hogares. La comunicación vía Internet de los ordenadores y las personas, los tablets, los teléfonos móviles inteligentes. Nuestras vidas han cambiado con tanta rapidez que nos hemos quedado sorprendidos y al mismo tiempo, llenos de preguntas de futuro.
¿Qué va a ocurrir si la capacidad de computación se multiplica? ¿Qué ocurrirá si la comunicación de Internet se hace más rápida y efectiva? ¿Qué ocurrirá si mejoran los sensores digitales? ¿Qué pasa si la robótica da un pasito más? ¿O la domótica? ¿Qué ocurrirá si dotamos a los aparatos de inteligencia y comunicación? ¿Qué es el Internet de las “cosas”?...
¿Qué ocurrirá si los nuevos pasos son saltos?
Siempre ha sido divertido y complicado predecir el futuro. No podemos conseguir una imagen realista del futuro extrapolando en el tiempo un modelo tan complejo y dinámico. ¡Es imposible! Pero el planteamiento actual es algo diferente. El hecho de que los cambios sean tan rápidos está modificando el concepto de futuro. Actualmente el “futuro” llega mucho más rápido que antes. ¡Qué estrés!
Cuando somos niños los veranos son interminables, el tiempo transcurre lentamente y cada día es un mundo. A medida que nos hacemos mayores nos da la impresión de que el tiempo vuela. Pasamos del verano a Navidad en un suspiro. ¿Será también esta progresión un engaño del cerebro?
Que un ordenador escuche el lenguaje humano y sea capaz de convertirlo en texto escrito ya ocurre. La diferencia, “el pequeño paso”, es que la capacidad de proceso permita que esto ocurra con eficacia y fluidez.
Poder hablar con tu ordenador o smartphone, interactuar con la voz, no es un paso tonto. Podría ser el fin de los teclados. ¿Y de la escritura? ¿Y de los libros?... No lo sé, pero nuestros ordenadores son capaces además de traducir ese texto a diferentes idiomas. La traducción debe ser correcta y fluida. El ordenador también es capaz de leer el texto escrito y traducido, con una voz robótica más o menos sensual.
El “pequeño paso” que cambia nuestras vidas es que el ordenador sea capaz de escuchar, entender y traducir en tiempo real lo que hablamos. Más que una traducción simultánea, seremos todos capaces de hablar y comunicarnos en cualquier idioma, con fluidez, con cualquier persona del mundo.
Recuerdo de pequeño que la gente recibía clases de mecanografía generando expectativas laborales. Hoy es prioritario estudiar idiomas. ¿Es una pérdida de tiempo y dinero que nuestros hijos se esfuercen en aprender idiomas? ¿Y los profesores de idiomas?
Para bien y para mal, la capacidad de proceso de los ordenadores avanza de forma contundente y no hay marcha atrás. Según un informe de la Universidad de Oxford publicado en 2013, el 50% de los actuales puestos de trabajo de EE UU podrán ser automatizados en 25 años. ¿Cómo lo resolveremos? ¿Generará la nueva sociedad hipertecnológica suficientes empleos nuevos?
El periodismo no se libra de esta contrariedad. Está siendo complicada la transición entre el periódico de papel y el digital. La agencia Associated Press ha comenzado a utilizar robots para producir noticias automáticamente. Es desconcertante. ¿Más periodistas al paro?
Como decía un anuncio de televisión “Me gusta conducir”. Hay tecnología de sobra para que los coches circulen “solos”. Una vez más, el “pequeño paso” en la velocidad de proceso, la inteligencia artificial, la comunicación con el entorno, el avance de los sensores digitales táctiles, ópticos... Todo está preparado para que vehículos de todo tipo sean capaces de circular, navegar o volar con total independencia.
Quiero conducir mi coche particular, pero cuando imaginamos una situación diferente y tecnológicamente es posible, ¿qué paso falta? Los coches, autobuses, camiones, taxis, trenes, barcos, helicópteros y aviones, pueden circular sin conductor. Máquinas conectadas a Internet, interconectadas entre ellas, gestionadas por inteligencia artificial para un futuro demasiado cercano. ¿Puedo preguntar por el empleo de los conductores y pilotos profesionales?
La inteligencia artificial no es un concepto nuevo. Que las máquinas “piensen” es relativo. Pero la tecnología ha evolucionado lo suficiente para que los ordenadores consigan tomar decisiones interactuando con el entorno. Hemos visto plantas de producción totalmente automatizadas. Conseguir dotar de comunicación e inteligencia artificial a los objetos y las máquinas, es un paso de gigante.
Los robots humanoides siempre han sido un sueño propio de cuentos y películas. Ver que un robot está andando tiene más lecturas cuando pensamos en personas con prótesis robóticas. Sensores de todo tipo, articulaciones, mecanismos y procesadores, interconectados con el cuerpo humano. Pero además se desarrollan robots de muchos tipos. ¿Cómo evitar imaginar las ventajas, los inconvenientes y los nuevos retos? Parece casualidad que hoy coincidan tantos “pequeños pasos”, pero así es.
Los robots, en sus diferentes facetas, vienen ya, y vienen para quedarse con nosotros.
Uno de los robots humanoides más conocidos es el Robot de Honda, ASIMO. Este pequeño robot aprendió en 2002 a moverse en respuesta a la llamada de una persona, en 2006 a correr y a coger y llevar objetos, en 2007 a trabajar conjuntamente con otros ASIMO y en 2011, ya en su versión actual, equipa el primer control de comportamiento autónomo del mundo. De esta manera y tras sucesivas versiones, ASIMO ha pasado, según sus creadores, de ser una máquina automática a ser una máquina autónoma.
¿Cómo será ASIMO en 2017? ¿Quizás le dotarán del sentido del humor? Están trabajando en ello. ¿Y en 2020?
Si vemos en el cine y te gustan películas como “Terminator” o “Robocop” nos divertiremos mucho. Pero ¿Estamos preparados para la realidad? Pronto drones, robots de defensa, de ataque, formarán parte de los ejércitos, de los cuerpos de policía, de la seguridad de nuestros hogares. O podrán ser utilizados por desalmados. ¿Cómo se regulan situaciones de este tipo? ¿Cómo culpar a un robot de apretar el gatillo?
Los robots asesinos, (o sistemas de armas autónomas letales, como los denominan los gobiernos) ya ha sido tema de debate en la sede de la ONU en Ginebra. En los próximos años nos vamos a enfrentar con nuevas situaciones difíciles de controlar con la mentalidad y la metodología convencional.
Se construyen drones (vehículos aéreos no tripulados) del tamaño de un mosquito que toman fotografías o vídeo sin llamar la atención de la persona espiada. No pretendo sembrar el pánico. Sólo quiero dejar interrogantes, negro sobre blanco, sobre un futuro cercano.
Las impresoras 3D también invadirán nuestros hogares para la impresión de de objetos con volumen. Y cada objeto creado por una impresora 3D no habrá necesitado ninguna fábrica, ninguna manipulación, ni empaquetado, ningún transportista, ninguna intermediación, ningún comerciante… ¡ninguna empresa! ¡ningún trabajador!
Por desgracia en España sufrimos especialmente el problema del paro. La metamorfosis tecnológica amenaza con destruir empleo o transformarlo. Sería positivo adelantarse, desde el consenso de todas las tendencias, para analizar las puertas que se abren. En una situación tan dinámica es necesaria la elasticidad de todas las estructuras, incluida la educación.
Si nos cuentan que las impresoras 3D pueden “fabricar” órganos artificiales, nos quedamos sorprendidos. Imprimiendo con células vivas ya se han creado mini-hígados y mini-riñones que funcionan perfectamente. También se imprimen con células vivas tejido óseo fabricando huesos. Una vez más, son investigaciones actuales en fase de laboratorio, pero reales.
Hoy podemos ir al cine y ver películas 3D. En los próximos años veremos cine 3D sin gafas y con una calidad excelente. También en casa, con normalidad, veremos los productos a comprar en 3D. En nuestras videoconferencias veremos a la otra persona en 3D, como si estuviera presente. No son sueños lejanos, ni promesas impactantes.
Los últimos avances tecnológicos dan una nueva dimensión a la realidad virtual. Viviremos nuevas experiencias que nos hagan confundir la realidad de nuestros sentidos con la ficción virtual para los campos del entretenimiento y de la investigación.
Son solo algunos ejemplos concretos, podríamos enumerar cientos, pero no servirían para definir una situación general mucho más compleja. Es imposible calcular todos los efectos colaterales que nos lleven a esa imagen realista del futuro. Todo junto, la biotecnología, la inteligencia artificial, la robótica, los drones, la domótica, la nanotecnología, el internet de las cosas, una nueva dimensión de la comunicación, la visión 3D, la realidad virtual,... Todos estos “pequeños pasitos” coincidentes son realmente un salto de trampolín.
No existe ningún precedente en la historia de una situación igual. Desde siempre el hombre ha querido imaginar y soñar con un futuro mejor. Pero siempre ha sido un futuro distinto al que describimos. Con una lenta evolución, era un futuro alejado, idealizado e inalcanzable. ¡Ya no hay futuros como los de antes!
En el pasado las predicciones las hacía un señor con túnica, con una bola de cristal, o un novelista con mayor o menor acierto. Hoy son científicos de prestigio los que nos anuncian experiencias de laboratorio y nos ilusionan con el florecimiento de una nueva época. No es ciencia ficción. No es tecnología para dentro de 30 años. Estos cambios nos “atacan” de forma inminente. Y no estamos preparados.
¡Qué peligro tiene el café!
Algunas veces no entiendo nada y hoy me siento especialmente aturdido. ¿Pero qué ocurre? La crisis económica lastra y aburre. Supongo que nos ocurre a todos. Estoy cansado de arengas politizadas y esperanzas de humo. Buscar culpables no me motiva nada, son tantos. Prefiero pensar en soluciones para el futuro. Pero el calor del verano lo ralentiza todo, neuronas incluidas.
Me declaro “cafeinómano” perdido. El golpe de la cucharilla sobre la taza es lo único que consigue despejar alguna idea. El café es uno de los pequeños placeres de la vida, pero que no nos oigan, porque nos subirán los impuestos. ¿Quieres uno?