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¿Qué es la tierra palestina?

Hoy, 30 de marzo, se celebra el Día de la Tierra palestina, esa tierra a la que quieren y tienen derecho a volver los 5 millones de personas refugiadas, expulsadas por la ocupación israelí. Y hoy los palestinos y palestinas vuelven a manifestarse en Gaza, en el primer aniversario de la primera Marcha del Retorno, una movilización respondida por Israel a sangre y fuego: 195 asesinatos (41 de niños) y 29.000 personas heridas, según la UNRWA. Pero, ¿qué es la tierra palestina?

La tierra palestina son las imágenes que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en Palestina: un mapa, un muro, un olivo. Es esa progresión de mapas de dos colores, uno para Israel y otro para Palestina, en el que a cada paso, a cada fase, va aumentando el color de Israel y disminuyendo el de Palestina, hasta el 5% que controlan actualmente de su territorio originario. Y el expolio no cesa, estas fronteras no son fijas porque Israel sigue anexionando ilegalmente territorio palestino, construyendo asentamientos, desplazando a la población, ocupando sus campos, arrancando sus olivos, robando su agua. Palestina es una tierra ocupada, una tierra que necesita un Estado reconocido internacionalmente.

La tierra palestina es ese territorio atravesado por una cicatriz sangrante, la de un muro de hormigón de más de 800 km que separa a las familias, a la gente de sus campos, a los niños de sus escuelas, a los enfermos de los hospitales, que Israel utiliza para quedarse con tierras que no son suyas. La tierra palestina es ese territorio salpicado de check points, controles militares permanentes o móviles situados en carreteras, caminos o calles, a las entradas y salidas de ciudades y pueblos. Por esos controles militares israelíes han de pasar al día miles de palestinos y palestinas para ir a trabajar, estudiar, al médico o a visitar a familiares. Algunas veces pasan y otras no. ¿De qué depende? De un permiso totalmente arbitrario o de la voluntad de los soldados israelíes. En esos controles y en manos de esos soldados está la vida cotidiana de los palestinos y palestinas, incluso la de muchos niños y niñas que tienen que atravesarlos para llegar al colegio, niños y niñas inocentes que son registrados cada día por hombres armados con la tecnología militar más puntera del mundo. Que puedan llegan a la primera hora de clase o a la segunda, y por tanto que tengan o no garantizado su derecho a la educación, depende también muchas veces de la voluntad de los soldados, de si abren o no a tiempo la barrera del check point, de si les dejan o no pasar. Hay criaturas cuyas vidas dependen todavía más de estos controles militares, pues en ocasiones los soldados no abren la barrera para que sus madres pasen y les puedan dar a luz en un hospital. Las mujeres paren en controles militares en la tierra palestina, y a veces mueren por falta de asistencia. Sus hijos e hijas a veces mueren antes de empezar la vida en esta tierra palestina.

Pero la tierra palestina también es todo aquello que las imágenes no nos pueden mostrar. La tierra palestina son miles y miles de sueños truncados. Son planes de vida que nunca se podrán realizar. Son historias de amor imposibles, interrumpidas por el muro y por un sistema de apartheid. Son familias rotas. Son los traumas de niños y niñas en Gaza que tienen 12 años y han vivido tres guerras. Es el miedo de los padres que no saben si un soldado disparará hoy a su hija camino del colegio. Es el dolor de una madre que no puede proteger a su hijo de la violencia de la ocupación. Son las familias beduinas de Khan al Ahmar con sus cosas siempre a punto por si llega una noche el ejército a demoler su aldea y hay que salir corriendo. Es la impotencia de un agricultor que pierde su campo de olivos y el sustento económico. Es tener que suplicar un permiso al ejército ocupante para entrar o salir de tu ciudad o de tu país. Es el dolor de los millones de personas refugiadas que no pueden volver. La tierra palestina es un lugar donde la vida parece imposible y donde, sin embargo, hay mucha vida.

Los check point, el muro, el expolio de tierras, la demolición de casas, las cárceles llenas de menores inocentes... Todo ha sido condenado por la ONU, que dicta muchas resoluciones exigiendo a Israel la paralización de la ocupación y de sus políticas de apartheid. La tierra palestina es sinónimo de violación de todos y cada uno de los Derechos Humanos, sinónimo de todos y cada uno de los sufrimientos que se le pueden infligir a un pueblo. Es abandono y vergüenza de la comunidad internacional, la occidental y la árabe, que sigue negociando con Israel y vendiéndole las armas con que ha asesinado a más de 2.000 niños desde el año 2000. Y a pesar de todo, la tierra palestina es esperanza y ejemplo de resistencia pacífica frente a la injusticia, en Palestina y en todo el mundo, como muestra el movimiento para el boicot, desinversiones y sanciones al estado de Israel.

La tierra palestina, lo sabe cualquiera que haya pasado por allí, es dignidad. Y la dignidad de los palestinos y las palestinas hace más grande, si cabe, la vergüenza de la inacción de los gobiernos que se llenan la boca con la defensa de los Derechos Humanos, que hacen comunicados condenando las agresiones de Israel pero siguen consintiéndolas. Esa dignidad del pueblo palestino es contagiosa y se convierte en solidaridad, y por eso no están solos ni les vamos a dejar solos. Esa dignidad y esa fuerza para defender su tierra es la que quiero recordar, celebrar y agradecer hoy, 30 de marzo, Día de la Tierra palestina.