València, sede del mejor laboratorio en comunicaciones de alta potencia para la industria aeroespacial: “Nos anticipamos al futuro”

València está a la vanguardia mundial de la tecnología espacial de radiofrecuencia en alta potencia. Es un referente internacional, y lo es gracias al trabajo que desarrolla el Consorcio Espacial Valenciano (VSC), una entidad constituida en 2010 de la que forman parte la Universitat Politècnica de València (UPV), la Universitat de València (UV), la Generalitat Valenciana y el Ajuntament de València, que trabaja en estrecha colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA). Se trata de una entidad pública que se dedica a la investigación científica y a servicios de desarrollo tecnológico en cualquier ámbito relacionado con el sector espacial.

Esto es posible gracias a que València cuenta con el mejor equipamiento y con un equipo humano que aporta los conocimientos necesarios para convertir las instalaciones valencianas en las más importantes del mundo en su campo, tal y como destacan David Raboso, director del laboratorio con una experiencia de treinta años en la ESA; David Argilés, director gerente del VSC; y Vicente Boria, presidente de la comisión ejecutiva del VSC: “Estamos ante una exitosa alianza técnica a largo plazo”.

La creación de esta entidad se plantea en 2009, cuando la ESA publica una convocatoria para el traslado de su laboratorio desde sus instalaciones en Noordwijk (Países Bajos), que estaban limitadas en espacio y recursos humanos, como reconoce Raboso: “Teníamos un equipamiento único, pero necesitábamos crecer, externalizando el laboratorio, pero manteniendo el control desde la Agencia”.

Es entonces cuando surge la posibilidad de instalarse en València, que presenta la mejor propuesta “por la materia gris existente aquí”. “Contábamos con un equipamiento muy bueno, y apareció la posibilidad de contar con gente capaz de aprovecharlo”, explica Raboso. València llevaba más de una década trabajando en este ámbito, desde la segunda mitad de la década de los noventa del pasado siglo, tal y como apunta Boria: “Teníamos el know-how, los conocimientos y la especialización, y además veníamos colaborando con la ESA desde hacía años”. 

Laboratorios en los campus de Vera y Burjassot

En apenas tres meses, tres camiones trasladaron desde Noordwijk a València todo el equipamiento, que se instaló en la Ciutat Politècnica de la Innovació del campus de Vera de la UPV, de forma que en junio de 2010 ya estaba en funcionamiento el Laboratorio Europeo de Alta Potencia en Radiofrecuencia, especializado en la investigación y el testeo de los efectos multipactor, corona e intermodulación pasiva.

Este sería el primero, y dos años después, como complemento, se ubicaría en el campus de Burjassot de la UV el Laboratorio Europeo de Materiales Espaciales de Alta Potencia para el Espacio. Este segundo está especializado en la investigación y testeo de nuevos materiales y tratamientos para superficies que permitan incrementar la potencia de radiofrecuencia transmitida desde los satélites: “Más potencia significa más ancho de banda, más canales de televisión y más usuarios conectados al mismo tiempo compartiendo información”.

Los laboratorios ESA-VSC se dedican, principalmente, a probar el correcto funcionamiento de los equipos de telecomunicación de los satélites antes de ponerlos en órbita y a investigar sobre los efectos destructivos de alta potencia en radiofrecuencia: “Una vez en el espacio, no es posible subir a hacer reparaciones”, comenta Raboso, quien recuerda que en cada lanzamiento de un satélite hay millones de euros en juego, además de muchos puestos de trabajo. “Cuanta más información quieres transmitir, más potencia se requiere”, resalta Argilés, quien explica que en València lo que hacen es, en unas cámaras de vacío, simular las condiciones lo más parecidas posible a las que se van a dar en la misión: “Estamos hablando de fenómenos muy delicados de simular, detectar y mitigar”. “Estudiamos qué falla, porqué y cómo solucionarlo”, añade Raboso, quien insiste en que se resuelve con éxito “en prácticamente la totalidad de los casos. Un equipo que va a volar tiene que estar operativo el primer día y el último de la misión, que puede ser quince años después; tiene que funcionar a 150 ºC o a menos 150 grados; se debe tener en cuenta la radiación solar y el vacío, además de la falta de gravedad”.

En estos casi doce años de vida, los laboratorios ESA-VSC han desarrollado más de 300 campañas, que se traducen en más de 50.000 horas de ensayos de alta calidad para más de medio centenar de empresas espaciales europeas y entidades de investigación, aunque también ha trabajado para terceros países (que no son miembros de la ESA) como Estados Unidos o Argentina. Principalmente, los laboratorios ESA-VSC participan en la validación de equipos de telecomunicación espaciales desarrollados a través de programas financiados por la Agencia, “todo ello desde la confidencialidad y la independencia, y garantizando una rápida respuesta a las anomalías de vuelo”, destacan.

Hasta la fecha, los dos laboratorios valencianos han participado en importantes misiones de la ESA como el programa Galileo, que es el sistema europeo de navegación por satélite; Sentinel, la familia europea de satélites para la observación de la Tierra; Biomass, para medir la masa forestal; los satélites meteorológicos europeos Metop y MTG; la primera misión europea a Mercurio Bepi-Colombo; el proyecto Exomars, para el desarrollo del orbitador y el módulo de aterrizaje de Marte; la misión europea más próxima al Sol, Solar Orbiter; o en ATV, el transporte para el reabastecimiento de la estación espacial internacional, entre otros proyectos.

Precisamente, Galileo es “nuestro buque insignia, un programa muy ambicioso”. “Estamos en este proyecto desde su puesta en órbita hace una década y ya nos están financiado equipos nuevos y nos estamos preparando para la segunda fase, que calculamos que se lanzará en dos años. Tenemos que prepararnos bien para la flota Galileo de segunda generación, anticiparnos al futuro”, relata Boria, quien explica que deben anticiparse, saber qué es lo que se les va a pedir para dar una respuesta lo más inmediata posible. Además, también trabajan en la elaboración de normativas europeas del espacio,  ECSS, que validan el trabajo que realizan.

Una plantilla estable

En València trabajan directamente unas 25 personas, nueve de ellas dependientes directamente del Consorcio y el resto personal dependiente de la Agencia Espacial Europea, la Universitat Politècnica de València y la Universitat de València. Se trata de ingenieros en Telecomunicaciones y Física -prácticamente todos salidos de la UPV o de la UV-, algunos de ellos con el doctorado, que han hecho posible que València tenga “el mejor laboratorio del mundo en su clase”, que trabaja con un presupuesto anual de aproximadamente un millón de euros. “Aquí hemos logrado un éxito más allá de lo imaginado”, asegura Raboso, quien añade: “Hemos multiplicado por diez la capacidad de ayudar a la industria espacial europea”. Entre los objetivos, destaca Boria, también se encuentra el abrir los laboratorios a la investigación: “Ya hemos colaborado en algunos programas de doctorado y múltiples proyectos de investigación”.

Entre sus características se encuentra la rapidez y la eficiencia: “Uno de nuestros fuertes es la capacidad de respuesta inmediata, que además siempre suele ser exitosa”, sostiene el director del laboratorio, quien detalla que, en menos de 24 horas pueden estar operativos y se resuelven los problemas lo más rápido posible: “En plena pandemia, éramos prácticamente los únicos que estábamos trabajando en todo el campus”.

Otra de sus características, muy valorada por la ESA, es la estabilidad en ese capital humano: “Somos las mismas personas prácticamente desde el principio. No hemos tenido que prescindir de nadie, ni nadie se ha querido marchar”, destaca Argilés, mientras que Raboso destaca el crecimiento “sostenido y sostenible” del laboratorio en los últimos años.

Gran reconocimiento en el sector

El sector aeroespacial a nivel global no es excesivamente grande, y los laboratorios ESA-VSC gozan de gran reconocimiento. “Como te he dicho antes, resolvemos problemas, somos rápidos, eficientes y fiables, y no existe ningún riesgo de que copiemos el diseño de nadie. No hay que olvidar que nosotros no somos un negocio”, apuntan. En este sentido, Raboso explica que la responsabilidad es enorme: “Ha habido casos en los que éramos conscientes de que cada día que se retrasara un lanzamiento suponía un sobrecoste de un millón de euros para nuestros usuarios (no nos gusta llamarles clientes, porque no somos una empresa)”. “Aquí nadie se va a dormir si no estamos seguros al cien por cien de las conclusiones”, insiste.

Sobre el poco conocimiento que existe en la Comunitat Valenciana de la existencia de un proyecto tan puntero en el mundo como este, reconocen que tal vez fue un poco frustrante al principio, pero que eso contrasta con lo valorados que están en el sector, donde sí que son muy reconocidos. Además, muchas de las soluciones que pasan por sus manos no se patentan, sino que quedan como secreto industrial, ya que es un ámbito muy competitivo, y a la vez muy discreto donde la confidencialidad es fundamental. Sostiene Argilés que “es un privilegio trabajar en esto y a estos niveles tecnológicos aquí, en casa, en estrecha colaboración con la Agencia Espacial Europea”.