Toros y purgas en el sector cultural. El fugaz vicepresidente valenciano de Vox, el antiguo diestro Vicente Barrera (València, 1968), sale del Consell con un balance centrado en el mundo taurino y en la “cultura blanca”, la expresión que usó para justificar sus sonadas purgas en el sector. Barrera deja un primer presupuesto del corto bipartito de PP y Vox y una defensa cerrada de su “circuito valenciano de novilladas” para la promoción de los “jóvenes artistas”, en referencia a los toreros. En su última sesión de control en las Corts Valencianes de este jueves, Barrera también elogió la exposición programada en el Museu de Belles Arts de València de la pintora falangista Rosario de Velasco. “Al contrario que ustedes, no les preguntamos a los artistas si son de derechas o de izquierdas”, espetó a la diputada de Compromís Verònica Ruiz a pesar de que la pintora falleció hace más de tres décadas.
Barrera, cuyo cese y el de sus compañeros fue firmado por Mazón instantes después del anuncio de Vox, aterrizó en la vicepresidencia primera y en la Conselleria de Cultura y Deporte de rebote tras ser descartado Carlos Flores, catedrático universitario y dirigente de Vox, a consecuencia de su condena por maltrato a su exmujer. El diestro, dedicado a sus empresas privadas tras su paso por el mundo taurino, se había significado previamente por su amistad con Francisco Camps, a quien llegó a acompañar en el juicio de los trajes del 'caso Gürtel'.
Caracterizado por una capacidad oral más bien pobre y titubeante, Barrera ha sido un vicepresidente ideal para Carlos Mazón, con poco perfil político y sin grandes dotes para la oratoria. Casi como si personificara la profecía de Mazón antes de ser investido presidente: “En el peor de los casos tendríamos que chupársela a uno de Vox, que vienen aquí a tocar los cojones”.
El extorero se convirtió así en la cara más visible de Vox en el bipartito con el popular Carlos Mazón, el primer Gobierno autonómico pactado entre ambas formaciones. Sus primeras medidas, con una combativa secretaria autonómica de Cultura, se centraron en una purga realizada en el sector cultural. Empezó con la destitución de José Luis Pérez Pont, gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana tras una exitosa etapa en la que convirtió el Centre del Carme de Cultura Contemporánea en un auténtico epicentro de agitación artística. El reconocido gestor cultural fue sustituido por Nicolás Bugeda, un cargo con un trayectoria ligada al PP que tenía reconocida una incapacidad permanente total hasta poco antes de su incorporación.
En un segundo asalto, el departamento de Barrera denunció supuestas irregularidades en la gestión del Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), la joya de la corona de la Generalitat Valenciana. La Fiscalía archivó la denuncia de la Conselleria de Cultura y la directora del IVAM, la reconocida Nuria Enguita, abandonó el puesto. Ninguna de las dos instituciones parece haber levantado cabeza después de las purgas.
Barrera, a porta gayola, también centró su papel en el Ejecutivo autonómico en la promoción de su antiguo empleo: la tauromaquia. En los primeros presupuestos del bipartito, incluyó una inédita subvención de 300.000 euros a la Fundación Toro de Lidia, una entidad con sede en Madrid. También un drástico recorte de subvenciones para las entidades consideradas como catalanistas y una inyección de ayudas a las entidades que impugnan la unidad de la lengua catalana y religiosas.
De las cuentas autonómicas desaparecieron las ayudas a las fundaciones que difunden la obra de Joan Fuster, Vicent Andrés Estellés, se recortaron las de las fundaciones Bromera y Full y se suprimió la del Institut Ramón Llull para la promoción de la literatura valenciana. Un presupuesto “sin complejos”, tal como lo definió Barrera.
El fugaz vicepresidente de Vox, tras un breve paréntesis dedicado a la política institucional, cuenta con el colchón de su actividad como empresario en el sector inmobiliario y vitivinícola. Vicente Barrera, según su declaración de bienes del portal de transparencia, cuenta con participaciones en empresas de un millón de euros y otro millón en fondos de inversión.