La primera vez que escuché la palabra insumiso fue hace muchos años cuando mi hermano se declaró objetor de conciencia al servicio militar obligatorio. Junto a los objetores que, como mi hermano, preferían dedicar el tiempo de la ‘mili’ a otros menesteres que consideraban más importantes, estaban los insumisos. Durante mucho tiempo mi subconsciente ligó la insumisión a lo antimilitar y a un cierto temor a esa forma de “rebeldía” castigada con la cárcel.
Posteriormente, escuché el término insumiso fiscal: “Los vecinos de tal sitio dejarán de pagar impuestos si el alcalde no dota al municipio con X cosa…” He de admitir que los insumisos empezaron a contar con mi simpatía.
Ahora, con la anunciada puesta en marcha de la LOMCE (la Ley Wert) la palabra insumisión se asocia en mi cerebro a educación. Padres y profesores se han unido en algunos centros para no aplicar la nueva Ley (son insumisos). Mi simpatía hacia la palabra sigue aumentando.
Hace unos meses, un libro, “Cásate y sé sumisa”, publicado por el Arzobispado de Granada demonizó en mi subconsciente el término sumisión. Creo que con leer el título el porqué es más que evidente.
Ahora vivimos el fenómeno Gamonal o, lo que es lo mismo, vecinos unidos para parar una situación que les parece injusta. Y, por el momento, lo han conseguido. Desde los sectores más conservadores del Gobierno se han dedicado a alertar sobre el peligro de estos comportamientos, a criminalizar la desobediencia civil. En mi opinión, lo que estos políticos conservadores nos vienen a decir es: “Vota y sé sumiso”.
Pues es complicado callar…
-Cuando, a pesar de pagar puntualmente los impuestos, una amiga te dice que tiene que esperar dos años para una intervención de espalda.
-Cuando nadie recoge tu basura porque el empresario con más contratas municipales en Alicante es incapaz de negociar un nuevo convenio con la plantilla de la concesionaria.
-Cuando el tiempo donado sin contraprestación económica por asociaciones de padres para crear bancos de libros se viene abajo por los caprichos de un ministro de Educación que obliga a comprar nuevos textos que se adecuen al texto normativo.
-Cuando el Consell ignora sus deudas con organizaciones que luchan contra la drogadicción o con el sector de la dependencia.
-Cuando la excusa para cerrar un medio de comunicación público es no cerrar colegios ni hospitales y, al mes siguiente, se anuncia el cierre de varios centros y de aulas en colegios públicos de toda la Comunitat.
Si, es muy difícil ser sumiso ante todo esto. Ni se me pasó por la cabeza lo de la sumisión cuando decidí casarme ni me da la gana tragarme lo que se le ocurra al político de turno sólo porque ya ejercí mi derecho al voto. Creo que la democracia es algo más que votar cada cuatro años y que mayoría absoluta no es, para nada, sinónimo de poder absoluto.
Ahora, cuando oigo la palabra insumisión pronunciada con tanto temor por políticos de la talla de María José Catalá o Ana Botella me acuerdo de Gandhi…un desobediente ilustre. Y les aseguro que el término cuenta con toda mi simpatía.