La decisión adoptada por parte del Ministerio de Educación a la hora de suprimir un elevado porcentaje de la becas de estudiantes erasmus esta última semana ha saltado por los aires.
Conocido es por todos que no es la primera vez que el Ministro Wert toma decisiones, que suflamen la convivencia social, pero si existe un umbral inferior al que descender en términos de impopularidad y crispación social, este es ocupado de manera taxativa por el contertulio llegado a ministro.
Es una evidencia que cada vez que Wert habla, sube el pan. Un genio y figura al que no sólo hemos llegado a conocer por sus intentos de “españolizar” a Cataluña, sino que por su gran habilidad por ser el primero que logre poner a toda la comunidad educativa de acuerdo, pero contra él, y contra el Gobierno de España desde la aprobación de una Ley de Educación sin ningún tipo de respaldo.
Pasar a ser uno de los ministros peor valorados del Gobierno de España, tiene su mérito. Todo y que paradójicamente en política la búsqueda del consenso y el acuerdo es a lo que se debe de tender, al parecer, Ignacio Wert, se empeña en ser un adalid de todo lo contrario.
No obstante, tampoco nos equivoquemos. La acción de Wert le viene muy bien al Gobierno. Esto es, por un lado, que se ponga el foco sobre el principal mandatario del Ministerio de Educación hace que se pase más de puntillas por parte de los medios de comunicación sobre otros asuntos que al actual Gobierno del PP no le interesa que sean portada: por ejemplo, la corrupción de sus principales dirigentes orgánicos e institucionales. Y por el otro, la acción de Wert, no es casual. No responde al azar, sino que atiende al trazado de un plan que tiene por objetivo el segregar a la población española. Tiene como fin el crear una sociedad dual de pobres y ricos. Un modelo dual como los de antes, de hijos de ricos con acceso a los recursos y a los puestos reservados para las élites, y de hijos de curritos, que se deberán conformar con las migajas de lo que quede. Abro paréntesis: atención aquí dónde creen algunos estar ubicados en términos de estatus socioeconómico cuando votan al PP. Esto es: ¡Pepe ser autónomo y del PP no te hace rico! ¡¡La propiedad conmutativa entre la elección de marcas políticas y renta sólo existe en el pensamiento mágico!!!
Así, el problema no es Wert, porque el ministro pasará. Dudo mucho que a éste le preocupe en exceso lo que puedan pensar de él. A la vista está. Rajoy lo apartará a meses de las elecciones si lo considera oportuno y pasará a la historia con pena pero sin gloria. Ahora bien, lo dramático del caso es que el plan habrá triunfado, y una vez instalado, el daño perdurará.
Emplear términos como clase obrera, marxismo, lucha de clases… son conceptos que pueden sonar a antiguos, a descatalogados, a trasnochados. Pero más allá de la semántica, lo bien cierto es que el liberalismo económico y la aplicación de políticas conservadoras campan a sus anchas desde que a la derecha política y económica se le dio un cheque en blanco en las pasadas elecciones.
Ahora nos quejamos, nos frustramos, nos rasgamos las vestiduras preguntándonos sin encontrar respuestas a tantos desmanes. Pero la cuestión es lo que es, y será lo que será. Si no le ponemos remedio.