Cáscaras de limón y vinagre: para qué sirve esta fórmula casera de limpieza
El limón es una fruta que podríamos calificar de todoterreno. Es muy versátil en la cocina, y la podemos incluir en infinidad de recetas. Unas gotitas de limón bastan para imprimir un toque ácido y singular a aliños para ensalada, salsas o directamente sobre alguna preparación -como carnes, pescados o sopas- para realzar su sabor. Siempre sin pasarse para evitar que la personalidad del plato se vaya al traste bajo el gusto del limón.
Es un indispensable para macerar algunos alimentos, como en la elaboración del ceviche. Y también se utiliza su ralladura para dar jugosidad y aromatizar bizcochos y otros postres. Hay países como Marruecos donde se preparan encurtidos con limón y sal que luego se utilizan en otras recetas como ensaladas, sopas o sus tajines (guisos que preparan en unos recipientes típicos con una base redonda y una tapadera en forma de cono elaborados en barro).
Además, es muy popular entre los remedios caseros para curar -o sobrellevar mejor- un catarro. Seguro que con la caída de las temperaturas y cuando empiezan a asomar los resfriados, alguna vez has preparado una infusión calmante -y llena de vitamina C- con cáscara de limón y otros ingredientes como la raíz de jengibre, algunas semillas de clavo y miel.
Pero el limón -su jugo y su cáscara- no tienen solo propiedades culinarias. En la antigua Grecia se utilizaba como conservante para mantener frescos durante más tiempo algunos alimentos como la carne, o para desinfectar el agua. Y los romanos usaban el aceite elaborado a partir de limones para ahuyentar los insectos aplicándolo sobre sus ropajes.
El limón es uno de los productos naturales que más se utilizan en las casas como ingrediente para conseguir potentes limpiadores. Si además lo unimos al vinagre, la mezcla se convierte en una de las más potentes para acometer casi cualquier tarea de limpieza. Así que, cuando utilices limones en alguna de tus recetas, no tires las cáscaras. Te vamos a explicar cómo puedes hacer un económico y eficaz producto de limpieza en casa sin mucho esfuerzo.
- Vamos a ir acumulando todas las cáscaras de limón que desechemos en un recipiente.
- Cuando tengamos suficientes, vamos a llenarlo con vinagre blanco de limpieza.
- La clave ahora está en dejar reposar varios días -al menos 15- esta mezcla para que la cáscara desprenda todos sus beneficios y se unan a los del vinagre.
- Pasado este tiempo, vamos a filtrar el líquido y ya podremos desechar totalmente la cáscara del limón.
- Vamos a introducir nuestro limpiador casero en un bote con pulverizador, de forma que nos resultará mucho más fácil utilizarlo sobre las superficies que queramos desinfectar.
- Para que la fórmula sea menos agresiva, podremos ir diluyéndola en agua para utilizarla.
- Evitaremos emplearla -eso sí- para limpiar piedras naturales como puede ser el mármol de cocinas o baños, pues puede producirle algún daño. Lo más recomendable si crees que te encuentras ante una superficie delicada es que pruebes primero en una esquina con un poquito del limpiador y esperes a ver cómo reacciona.
Dónde utilizarlo
Esta mezcla nos dará muy buenos resultados para limpiar distintas zonas de la casa. Te vamos a dar algunas ideas, para que sepas en qué superficies puedes utilizarlo:
- Podemos utilizar la mezcla como desinfectante en encimeras de cocina, las piezas del baño, las paredes de azulejo o incluso podemos verter una pequeña cantidad en el cubo del agua para fregar, lo que nos ayudará a desinfectar nuestros suelos dejando una sensación de frescor en el ambiente y muy buen olor a cítrico.
- Por si no se te había pasado por la cabeza, también es una fórmula muy efectiva para limpiar cristales y los espejos que tengas distribuidos por la casa.
- Y es muy útil para neutralizar los malos olores, por ejemplo en el cubo de la basura, gracias a los aceites esenciales del limón macerado en el vinagre.
El poder del ácido cítrico y acético
El limón es un potente limpiador gracias al ácido cítrico, que es además un gran desinfectante -que nos ayudará en la batalla contra bacterias y hongos- y tiene un alto poder desengrasante. También podemos utilizarlo como blanqueador. Esta fruta es, por tanto, una gran aliada para terminar con manchas de grasa en la cocina, como producto abrillantador, como desodorante para eliminar malos olores o para eliminar algunas manchas en la ropa blanca.
Las mismas características que le atribuimos al limón como limpiador las encontramos en el vinagre: es un efectivo desengrasante y desinfectante gracias al ácido acético. Ambos ingredientes unidos los hacen muy potentes y capaces de eliminar bacterias y gérmenes de cualquier superficie sin necesidad de utilizar otros productos más agresivos que podemos encontrar en el mercado.
Para los usos relacionados con la limpieza, el vinagre que se suele utilizar es el blanco destilado que podemos encontrar en la sección de droguería del supermercado o tienda de barrio que frecuentemos. Presenta mayor grado de acidez, pero no deja manchas como sí harían el vinagre de manzana o el balsámico.
Al igual que el limón, el vinagre también tiene algún uso en el lavado de la ropa, pero en este caso lo utilizaríamos como suavizante, añadiendo unas gotitas en el cajetín de la lavadora; es una opción muy a tener en cuenta por personas con pieles atópicas y delicadas que pueden verse agredidas por los suavizantes comerciales.
Con bicarbonato
Si quieres -o necesitas- que el limpiador sea todavía más fuerte, puedes añadirle un poco de bicarbonato de sodio. Juntos son las tríada perfecta. Para realizar un limpiador con estos tres ingredientes lo que haremos será una pasta con la mezcla que ya teníamos de limón y vinagre. Usaremos una pequeña cantidad a la que iremos añadiendo los polvos de bicarbonato hasta conseguir la consistencia deseada.
Con esta pasta podremos limpiar sin demasiado esfuerzo encimeras, fregaderos y otras superficies expuestas a la acumulación de grasa en la cocina como hornos o microondas. Pero también nos resultará una gran aliada, por ejemplo, para terminar de una vez por todas con la cal acumulada en la grifería de la casa, devolviéndoles además el brillo del primer día.
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