Seguramente muchos y muchas de nosotras no nos hemos hecho nunca esta pregunta y hemos dado por sentado que el gazpacho es un puntal de la dieta mediterránea y por tanto a la fuerza tiene que ser sano y equilibrado desde el punto de vista nutritivo. En vista de estas premisas, es imposible que el gazpacho engorde. ¿Error o acierto?
El problema con este producto es que es muy peligroso dar por sentada cualquier hipótesis de base, porque todo en el gazpacho “depende”, incluido su origen. Lo cierto es que no es un alimento ancestral, apegado a nosotros desde la época de los tartesios, sino que la mayor parte de sus componentes nos llegaron con el descubrimiento de América desde el otro lado del Atlántico.
Podemos especular sobre si tuvo sus antecedentes precolombinos en forma de sopas con hortalizas autóctonas en la edad media, tal como hicimos en año pasado en este artículo, pero no hay duda de que debe su sabor único y especial a las llegadas del nuevo mundo. Aun así, es cierto que ha entrado a formar parte de nuestra dieta tradicional veraniega y cumple la mayor parte de los patrones de la mediterránea.
Entra como el agua, pero no es agua
Sin embargo no podemos decir que es oro todo lo que brilla en el gazpacho sin añadir el “depende”. ¿De qué? En primer lugar de la manera de elaborarlo; recordemos que además de hortalizas ricas en fibra, al gazpacho se le añade pan, aceite de oliva y sal. El “depende” está en la cantidad que añadamos de estos tres elementos, porque un exceso de los mismos, aunque dé un excelente gazpacho, puede cambiar su equilibrio nutricional.
Y lo mismo pasa cuando lo colamos mucho: le quitamos toda la fibra vegetal, que es una de las cosas que lo hace saludable. Pero, el “depende” se puede enfocar desde otro punto de vista: un vaso puede ser saludable, hidratante y nutritivo, pero quizá dos vasos grandes, que hacen el medio litro, ya aporten un exceso de hidratos de carbono, azúcares, sal y grasas. Sobre todo debemos fijarnos en los azúcares y la sal.
El problema del gazpacho, por consiguiente, no está tanto en su composición -que también- como en que entra como si fuera agua, pero no es agua... Podemos bebernos un litro fácilmente en un día de julio o agosto porque es cómodo de consumir, a diferencia de otros alimentos de digestión pesada, pero debemos de ser conscientes de que estamos ingiriendo un alimento, no una bebida refrescante.
Pero ¿realmente engorda el gazpacho?
Si lo usamos como bebida acompañante de las comidas y las cenas podemos decir que sí engorda, puesto le damos el uso equivocado. Si lo convertimos en sustituto de un primer plato y limitamos su ingesta a un vaso grande, es un buen alimento siempre que no lo colemos para dejarlo sin la fibra vegetal.
De todos modos, si controlamos nosotros la elaboración podemos ser más conscientes de la cantidad de pan -hidratos y azúcares-, aceite -grasas vegetales- y sal que añadimos y buscar un equilibrio acorde con nuestra dieta. Ahora bien, el problema viene cuando recurrimos a gazpachos industriales y envasados.
En estos no controlamos la elaboración y a pesar de tener la composición nutricional en la etiqueta, seguramente no la leeremos jamás. Si lo hacemos y comparamos con el aporte energético de otros productos, tal vez nos daremos cuenta de que el gazpacho no es alimento dietético ideal que creíamos que era.
Las kilocalorías del gazpacho envasado comparadas con otros productos
Para empezar, tiene en promedio aproximadamente el mismo aporte energético que un tercio/mediana de cerveza: una botella de 240 mililitros (ml) aporta 111 kilocalorías (kcal). En ConsumoClaro nos hemos tomado la molestia de ir a un supermercado y comparar la información nutricional de siete gazpachos de diferentes tipos y marcas.
La media de aporte energético es de 121 kcal por cada 250 ml, lo que vendría a ser una ración. Es decir, que bebernos un litro de gazpacho para comer es como bebernos un litro de cerveza, aporta más o menos la misma energía calórica. Por otro lado, una lata de tónica de 250 ml tiene menos calorías a pesar de su alto nivel de azúcares: 98 kcal.
No pasa igual con un yogurt, por ejemplo, que ofrece 162 kcalorías por 100 gramos, o un kefir industrial, que aporta 170 kcal en el mismo peso, según sus informaciones nutricionales. Pero lo cierto es que no nos imaginamos comiéndonos 200 gramos de yogurt, ¿a que no? Tampoco nos comemos cada día una hamburguesa o un filete...
Y resulta que la hamburguesa aporta a nuestra dieta entre 200 y 300 kcal y 100 gramos de filete contribuyen con 217 kcal, que es el equivalente aproximado de medio litro de gazpacho. A ello hay que sumar el aporte de sal, que en el gazpacho viene a corresponder a dos gramos por vaso cuando la OMS recomienda un máximo de 5 gramos diarios. Así que con el gazpacho pasa un poco como con el vino, o los zumos, que puede ser buenos en mesura pero dañinos en grandes cantidades.
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