¿Son realmente del Cantábrico las anchoas del Cantábrico?
Gonzalo, lector y socio de eldiario.es, nos pide que hablemos del “gran fraude de las anchoas españolas, que se venden como del Cantábrico cuando en realidad pueden ser de cualquier sitio”. Nos pide que aclaremos por qué la legislación permite que en el etiquetado no se indique el origen de las anchoas ni dónde se pescan, salan o envasan.
En realidad lo que denuncia Gonzalo, pese a ser cierto, solo lo es parcialmente. Nos explicamos: es verdad que la legislación permite denominar anchoa del Cantábrico a cualquier anchoa pescada tanto en este mar como en el mar de Irlanda, en el Mediterráneo o en las aguas territoriales de Marruecos (zonas Fao 27, 37 y 34) siempre que sea anchoa de la especie Engraulis encrasicolus, que es la única anchoa europea que puede acogerse a esta denominación y es además la que da filetes de mejor calidad. Se puede constatar por su precio.
¿Por qué lo permite la legislación? Pues porque la denominación “del Cantábrico” no es una denominación de origen protegida, con lo que no cuenta con regulación específica, salvo la de la especie pescada. Esto comporta, y en esto tiene razón Gonzalo, toda suerte de triquiñuelas en el etiquetado.
Una de ellas es denominar anchoa del Cantábrico a una anchoa pescada en aguas de Marruecos y después escaldada, cortada, escurrida, fileteada y aceitada en una conservera de este país, o en cualquier otro, o procesada en alta mar y finalmente envasada en conserveras españolas para hacerla pasar por 100% nacional. Esta práctica ha sido repetidamente denunciada por sindicatos del sector, por buscar rebajar los costes laborales a base de quitar puestos de trabajo en origen.
Esto es perfectamente legal, como lo es ofrecer anchoas de envasadoras españolas que en realidad han sido pescadas en Argentina y son de la variedad Engraulis anchoita, de una calidad algo menor, pero sin hacer mención a la especie ni a la procedencia de la captura, lo que no permite al consumidor discriminar la calidad. Esto sí: una captura de esta especie no se puede hacer pasar por anchoa del Cantábrico, lo cual sí sería fraude de etiquetado.
Sellos de calidad de Euskadi y Cantabria
La OCU inició el año pasado una campaña en favor de cambios en la legislación de este producto para que aumente la transparencia en el etiquetado y se oblique a especificar tanto la especie capturada como el origen de la captura y el país de la manufactura. No obstante, dos de las principales comunidades anchoveras ya hace años que han tomado iniciativas en este sentido.
El País Vasco en concreto posee para sus anchoas el sello Anchoa del Cantábrico del País Vasco. Para poder lucirlo en los envases, la anchoa no solo tiene que ser Engraulis encrasicolus, sino que debe haber sido capturada en la región VIIIc de la zona FAO 27, lo que corresponde al Golfo de Vizcaya. Además, la conservera tiene que estar radicada en tierras vascas y haber realizado todo el proceso desde el escaldado al envasado en Euskadi.
Por su parte Cantabria también posee un sello propio, Anchoa de Calidad Controlada de Cantabria. Este sello también exige que la especie sea Engraulis encrasicolus y que todo el proceso de se realice en una conservera ubicada en Cantabria. Pero zona de captura es mucho más amplia que la del sello Vasco. Se puede etiquetar como Anchoa de Calidad Controlada de Cantabria a la pescada en el Atlántico Noreste (FAO 27), el Mar Mediterráneo (FAO 37) y el Atlántico Centro-Este (FAO 34).
Cómo distinguir una anchoa de calidad
Desde el sector conservero cántabro señalan una serie de observaciones para saber si estamos o no ante una anchoa de calidad y sobre todo, que mantenga su frescura y sus cualidades:
- Las anchoas conservan su punto de máxima calidad si son consumidas dentro de los siguientes ocho a diez meses de ser enlatadas y tras un año en salazón. A partir de esta fecha, empieza una degradación del producto en aspectos como la textura, el color y el sabor. Comprobando en latas y frascos la fecha de envasado o número de lote sabremos si la anchoa todavía posee sus facultades organolépticas.
- Al abrir la lata, el aceite de oliva debe estar limpio y brillante y ser suave. Si presenta “nubes” es que estamos ante una “anchoa vieja”.
- Los filetes deben de estar bien ordenados y de tamaño homogéneo, siempre enteros y limpios de espinas. A este respecto, los expertos recomiendan desconfiar de las latas o frascos que incluyen recortes de anchoa.
- Respecto al color de la carne, tiene que ser uniforme de tonalidad marrón-rojizo intenso, sin marcas de sangre o piel, con la espina central apenas dibujada. Cuanto más tiempo tiene la anchoa más se marcará esta espina. Un color marrón apagado y una anchoa excesivamente blanda significa que la anchoa es vieja.
- En cuanto a la textura de los filetes, lo aconsejable es que sea tersa y masticable, de grosor coherente, pues a veces nos encontraremos con filetes de anchoa demasiado finos; esto revela que se han aplastado para dar la impresión de ser más grandes, consiguiendo así romper las fibras, reblandeciendo y envejeciendo prematuramente el producto.
- El color oscuro y la textura pastosa es característico de las anchoas traídas de Chile o Perú, de la especie Engraulis ringens. Es la anchoa más económica y la de peor calidad organoléptica. Suele emplearse para la elaboración de harinas para la acuicultura y el aceite de pescado, pero a veces se envasa y se vende al consumidor.
- Por otro lado, las anchoas argentinas de la especie Engraulis anchoita, poseen unas espinas más duras y son más saladas que las del cantábrico.
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