Viento frío, calefacción y más horas de pantalla: cómo proteger tus ojos en invierno
El invierno es una estación de extremos: interiores con la calefacción o chimeneas encendidas y viento gélido y frío en el exterior. La diferencia entre el ambiente exterior y el interior es grande y esto supone un gran desafío para nuestros ojos, que tienen que enfrentarse a estos contrastes térmicos. Tanto el aire frío y seco de fuera como el aire caliente interior pueden irritarlos. Y, a diferencia de otras partes de nuestro cuerpo, los ojos no tienen dónde esconderse para protegerse, aunque sí tienen mecanismos de protección naturales como pestañas, párpados y lágrimas que ayudan a soportar estas condiciones de invierno.
Los enemigos de la vista en invierno
Pero incluso con todos estos mecanismos, el clima frío y otros entornos típicos de estos meses todavía pueden afectar a nuestros ojos, sobre todo porque se juntan estos condicionantes a la vez y hacen que este sistema protector no pueda producir el exceso de lágrimas que necesitan los ojos para mantenerse hidratados y protegidos.
Lo demuestran estudios como este recogido en PubMed, según el cual factores como el viento, el sol o el calor, pero también el frío, agravan la sensación de ojo seco. En concreto, el 43% de las consultas sobre ojo seco se producirían durante el invierno, cuando se juntan varios factores:
- La calefacción: el frío del invierno hace que permanezcamos más tiempo en espacios cerrados con la calefacción encendida. Sin embargo, los sistemas de calefacción eliminan la humedad del aire, lo que provoca o empeora la sequedad ocular.
- Más horas frente a una pantalla: en invierno solemos pasar más tiempo en espacios encerrados, lo que para muchas personas significa pasar también más tiempo frente a una pantalla y puede resultar agotador para la vista mirar un monitor durante periodos prolongados de tiempo.
- Baja humedad: el ambiente suele ser más seco en invierno, lo que provoca que las infecciones en los ojos puedan aumentar debido al síndrome del ojo seco, que es una de las razones más comunes de consulta optométrica durante estos meses más fríos y que suele manifestarse con dolor, ardor, enrojecimiento, ojos cansados o sensación de arenilla.
- Menos luz: los días más cortos de los meses de invierno pueden hacer que notemos que necesitamos usar más las gafas, sobre todo a medida que envejecemos. Esto se debe a que cuando hay menos luz natural disponible, la pupila se expande, lo que reduce la profundidad de enfoque del ojo y hace que notemos visión borrosa.
- Viento y frío: el aire frío del invierno suele ser menos húmedo que el aire cálido del verano. Esto significa que tiene capacidad para extraer más humedad de la superficie del ojo, lo que puede provocar sensación de sequedad. Ambos efectos, el frío y el viento, actuarían de forma similar, es decir, acelerando la evaporación de las lágrimas y provocando así irritación y enrojecimiento.
A pesar de todos estos contratiempos, hay algunas cosas que podemos hacer y medidas que tomar para reducir el riesgo de sufrir problemas oculares ahora que hace más frío. Estos son algunos consejos:
Usar un humidificador
Como hemos comentado, la calefacción interior puede resecar el aire, lo que provoca sequedad ocular. El uso de un humidificador en casa añade humedad al aire, lo que puede ayudar a mantener la vista más cómoda porque reduce la evaporación de la película lagrimal y evita la sensación de sequedad. Podemos colocarlo en las zonas donde pasamos más tiempo, sobre todo en el dormitorio, para mantener un nivel de humedad más saludable.
Hidratar los ojos
Igual que nuestra piel, los ojos también necesitan que los hidratemos durante estos meses con lágrimas artificiales, muy útiles en el caso de ojo seco y tras el uso continuado de pantallas. Una buena hidratación de los ojos no debe pasar por alto la importancia también de mantener una buena hidratación para el organismo en general. Por tanto, es importante reponer los líquidos corporales perdidos bebiendo suficiente agua u otros líquidos y con el consumo de suficientes verduras y frutas, priorizando vitaminas y antioxidantes como la vitamina A, C y E y ácidos omega-3 del pescado azul de pequeño tamaño como sardinas o anchoas.
No olvidar las gafas de sol
Un abrigo, una bufanda y un gorro son piezas imprescindibles en invierno. Pero también es importante proteger nuestros ojos de los rayos ultravioleta, sobre todo si practicamos algún deporte de invierno, ya que la nieve y el hielo pueden reflejar la luz solar, lo que aumenta la exposición a estos rayos ultravioletas.
De hecho, se calcula que en un entorno con nieve se refleja un 80% más la radiación ultravioleta respecto a otras superficies y, además, por cada mil metros de altitud, la radiación afecta un 15% más. Otro aspecto que no debemos olvidar es que, en invierno, el sol va más bajo y, por tanto, se pueden crear muchas superficies reflectantes que aumentan de manera drástica la cantidad de luz brillante.
Conseguir una iluminación adecuada
Una buena iluminación interior es otro punto clave, sobre todo en invierno, cuando la cantidad de luz natural es mucho menor y, por tanto, dependemos más de la iluminación artificial. Para ello, podemos usar múltiples fuentes de luz para aumentar la cantidad de luz sin depender de una luz superior brillante, usar bombillas de luz cálida en lugar de bombillas de luz fría para crear una sensación más natural o usar lámparas dirigidas para tareas como leer o escribir. Debemos intentar, además, aprovechar al máximo el uso de la luz natural situándonos cerca de una ventana durante el día si vamos a leer o trabajar.
Tomar descansos de las pantallas
Aquí podemos aplicar la regla 20/20/20, que consiste en dejar de mirar cualquier pantalla durante 20 segundos cada 20 minutos y centrar la mirada en cualquier punto que esté a unos seis metros de distancia para descansar la vista. También nos ayudará minimizar los reflejos que distraen en la pantalla, por ejemplo, los de las ventanas, así como parpadear con frecuencia para evitar la sequedad.
Lavarse las manos con frecuencia
Aunque no parezca que pueda haber relación entre la higiene de manos y la salud ocular, la realidad es que tiene más importancia de lo que podríamos imaginar. En invierno, además, la frecuencia con la que solemos lavárnoslas puede ser menor, lo que favorece que al frotarnos los ojos con las manos sucias podamos provocar conjuntivitis infecciosa, que suele aparecer en forma de escozor, enrojecimiento e inflamación del ojo.
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