“¿Está esta planta muerta o puede volver a brotar?” Ésta es una pregunta desgraciadamente demasiado habitual. A menudo se me consulta por árboles que aún no han brotado o por plantas maltrechas a las que les ha faltado el agua, acusaron el frío o sufrieron alguna contrariedad. Obviamente, yo no puedo ofrecer la respuesta, no tengo la planta delante, pero voy a intentar ayudar a sacar algo en claro.
1. Descartar que sea de hoja caduca
Hay que empezar por lo más obvio: existen muchas especies -los árboles caducifolios son un claro ejemplo de ello- que se desprenden de sus hojas con los primeros fríos. La razón es muy coherente y está justificada como mecanismo de adaptación. Durante el invierno la energía que gastarían en mantener sus hojas no se vería compensada por la obtenida en la absorción de nutrientes. Así que, a pesar de tener que reponerlas después, optan por deshacerse de ellas.
En este sentido, tenemos muy presentes los árboles de hoja caduca: especies como el roble, el haya o el tilo. Pero otras no arbóreas, como los rosales o la parra virgen, también entrarían en la misma categoría. No nos debe extrañar que pierdan las hojas en otoño y las recuperen después al llegar la primavera. Está claro que así debe ser y por tanto antes de arrancarla de la maceta, debemos asegurarnos de que la planta no es caducifolia.
2. Asegúrate de que no le falta riego
Pero... ¿qué pasa si es en pleno verano cuando pierden las hojas? Esto es más común de lo que te imaginas y no significa que la planta esté enferma, solo que se ha estresado por el calor y la falta de agua. Es muy habitual en árboles o arbustos recién plantados a los que el primer estío sorprende aún en periodo de adaptación.
Cuando el calor es extremo y pierden más líquido del que logran absorber, utilizan la misma estrategia que al llegar el otoño y purgan de golpe sus hojas. Sería conveniente entonces una ayudita (va bien aumentar el riego en estos casos), siempre con mesura, claro. Y sin pasarte; ya sabes que si el suelo está húmedo habrá aún agua disponible y no conviene regar.
En otras ocasiones existe una sintomatología previa: las hojas languidecen antes de su caída, como dando pistas de lo que les sucede. Es posible recuperar la planta si la asistes a tiempo. Estando en maceta, puedes sumergirla en un recipiente con agua durante unos minutos. Después deja que escurra bien. Conviene sustituir, lo antes posible, el sustrato “de transporte” con el que vienen desde el vivero. La turba tras quedar seca se endurece y no retiene apenas el agua.
3. ¡Socorro... demasiada agua!
Ten cuidado, las hojas lacias y caedizas también pueden ser un indicativo de exceso de humedad en el suelo. Si a las raíces les falta el aire, al no poder respirar se mueren, mostrando señales muy parecidas en la planta a las de escasez de agua.
Mueren más plantas por exceso de riego que por defecto. ¡Esta es la realidad! Asegúrate de que el problema es el déficit de humedad y no al revés, antes de empeorarlo aún más. Siempre es más sencillo recuperar una planta hidratándola, que si ya tienen podridas sus raíces.
¿Te has pasado con el riego? Mírate este artículo: Consecuencias del exceso de riego y cómo solucionarlo. Tal vez aún puedas remediarlo. Por otro lado, para reducir el riesgo de incidencias es buena idea utilizar sustratos de calidad, preferiblemente sueltos. Facilitarás el drenaje y en consecuencia la aireación de las raíces.
Finalmente, el agujero obstruido en las macetas es otro de los mayores causantes de “asfixia radicular”. Asegúrate de comprobar que todo está correcto. No falles en un tema tan importante. Aquí tienes más consejos sobre el riego de tus plantas.
4. ¿Tu planta es sensible al frío?
Demasiado frío puede acarrear que tu magnífica planta acabe siendo un triste cadáver. Ya sabemos cómo reaccionan las especies caducifolias. Pero, ¿qué pasa cuando es una planta tropical, y en principio perenne, la que “se queda pelada”? En muchas ocasiones, plantas endémicas de lugares cálidos logran vivir sin problemas en climas menos favorables (siempre que las heladas sean anecdóticas, por supuesto).
El caso de la Bougainvillea es un claro ejemplo. En todo el mediterráneo consigue pasar el invierno perfecta y con sus hojas íntegras. Cerca de la línea de costa, eso sí. Solo a unos pocos kilómetros de allí, fuera de la influencia benefactora del mar, hará el suficiente frío como para obligarla a perder sus hojas. Quizás entonces te parezca desprovista de vida, pero si las heladas no han sido exageradas, brotará nuevamente al llegar la primavera.
¿Quiere decir esto que todas las plantas tropicales siguen el mismo principio? Pues no; si la especie no tolera el frío, lo más probable es que se muera sometida a bajas temperaturas. Para evitarlo, debes informarte siempre sobre la planta en cuestión y tomar las medidas oportunas para protegerla. Una opción habitual es utilizarla como planta de interior.
También puedes acolchar el suelo para resguardar sus raíces o cubrir el ejemplar con un plástico por la noche. Si, a pesar de todo, tu planta queda dañada y tienes dudas de su viabilidad... espera, que no pierdes nada. Es posible que, aunque la parte visible haya sido afectada, las raíces continúen en buen estado. Si es así, acabará brotando de nuevo.
Esto es, sin ir más lejos, lo que me ocurrió este año con esta suculenta. Mi Crassula ovata (árbol de jade) no pudo resistir la crudeza de un enero en que las olas de frío fueron continuas. Cuando creía que tendría que darla de baja, ocurrió el milagro y comenzó a brotar de su base.
Lo de sacrificar la parte aérea expuesta al frío y concentrar su energía en los órganos subterráneos es una estrategia conocida en plantas bulbosas como el tulipán, la azucena o el narciso, y también en otras vivaces. No tiene por qué funcionar en plantas perennes, pero si la raíz ha resistido, verás cómo nuevos tallos emergerán llegado el momento.
5. Las plantas son más duras de lo que crees
A estas alturas ya sabemos que mientras las raíces permanezcan intactas, éstas tendrán la capacidad de rebrotar. Siempre hay excepciones (los pinos, por ejemplo, y otras coníferas), pero sí que vale para este ciruelo de jardín. Hace casi una década fue torturado por mi perro y, sin embargo, se exhibe ahora con este porte majestuoso.
Aunque el tronco mordisqueado quedó de pena y no tuve más remedio que cortarlo, sabía que la cosa no había acabado aún. Enseguida surgieron numerosos brotes. Solo hubo que ir guiando su crecimiento hasta formar de nuevo un arbolito.
Otra imagen impactante es la de un bosque arrasado por el fuego. Está comprobado, sin embargo, que algunos árboles, como las encinas y los alcornoques, son capaces de renacer tras el incendio. Mientras sus raíces estén vivas salen adelante, a pesar de toda su madera quemada.
6. La inspección final
Las plantas nos aportan constantemente pruebas de su increíble resistencia. Piénsatelo dos veces antes de declararlas difuntas. Es posible que se empeñen en darte nuevas alegrías. De un primer vistazo puedes saber si un árbol o arbusto lleva tiempo muerto. Su corteza agrietada, su falta de flexibilidad y sus ramas quebradizas son un indicio bastante fiable.
¿Y si los signos no son tan evidentes? Puedes saber si todavía queda vida rascando la corteza del tronco o las ramas hasta descubrir el tejido verde. Si el resultado fuera negativo no te precipites; asegúrate y haz la comprobación más abajo (cerca de la base).
En las plantas no leñosas el tema es más complicado y solo puedes inspeccionar en que estado se encuentran sus raíces. Si éstas están negras, blandas o despiden un olor desagradable... ¡lo siento! hay malas noticias... significa que ya han empezado a pudrirse.
Sigue a José Manuel Durán en su blog Jose el jardinero.
Jose el jardinero.
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