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La de “después de comer hay que esperar dos horas para bañarse, que te puede dar un corte de digestión” es una frase que sabe a verano, a madres y padres, a infancia y a impaciencia por que pasen las dichosas dos horas y volver a gozar del agua.
A todas y a todos nos la han repetido en numerosas ocasiones y con la edad nos hemos acabado planteando si aquel fastidio de cada tarde era algo con fundamento científico o un mito popular perpetuado por el miedo y la precaución excesiva. ¿Era verdad, era un cuento chino? ¿Qué le digo yo ahora a mi hija o a mi hijo? ¿Les transmito lo mismo o me la juego?
Lo cierto es que en términos generales el consejo de esperar las dos horas preceptivas, sobre todo en el caso de los niños y las personas mayores, es acertado, al menos de forma preventiva. Pero más allá de la precaución, hay muchas inexactitudes y cosas a relativizar respecto a los “cortes de digestión”. Para empezar, estos no existen como tales, son una interpretación popular de un fenómeno llamado hidrocución.
¿Qué es la hidrocución?
La hidrocución, tal como relatábamos en este artículo sobre cómo proteger a los niños en las piscinas, es una reacción del sistema nervioso a un cambio brusco de temperatura corporal, sobre todo a nivel de piel. Según la Sociedad Española de Médicos de Urgencias y Emergencias (SEMES) “este shock termodiferencial se puede producir al entrar en el agua de forma brusca, ya sea después de comer, después de tomar el sol o tras haber realizado una actividad física intensa”. “Sus síntomas”, prosigue el documento de la SEMES, “van desde náuseas y dolor de cabeza hasta, en los casos más graves (pero poco frecuentes), paro cardíaco”.
Es decir, la hidrocución se produce cuando tenemos la temperatura corporal muy elevada y nos introducimos en un medio sensiblemente más frío, como puede ser una piscina o el mar en algunas zonas de España. El cambio de temperaturas nos puede provocar un síncope, pero no está relacionado con el sistema digestivo sino con el nervioso y puede tener consecuencias sobre el sistema cardiorrespiratorio.
La hidrocución (derivado de electrocución, puesto que son los mismos síntomas que si recibiésemos una descarga) se podría producir también en una bañera, pero en este caso el peligro de muerte sería bajo a no ser que la bañera fuera muy grande o se tratase de niños. En cambio, en una piscina o en el mar, el riesgo es mucho más alto, puesto que al perder el conocimiento nos hundiremos. A este respecto, no son pocas las muertes en España que se pueden achacar cada verano a este fenómeno. Ahora bien, no es lo mismo meterse en caliente en el Atlántico que en el Mediterráneo en agosto. En el segundo caso se puede decir que se reduce en buena medida por la mayor temperatura del agua. Y lo mismo sucede con el agua de la piscina: depende del volumen de agua, de las temperaturas nocturnas de la zona, etc., y otros factores que determinarán lo fría que pueda estar.
¿Qué tiene que ver esto con la digestión y las dos horas de espera?
En el documento de la SEMES puede leerse: “existe un consenso generalizado, y así ha sido publicado en una revisión de Chambers a para la American Red Cross, en que no hay ninguna contraindicación para bañarse tras comer”, pero conviene añadir matices, pues aunque la hidrocución no se vea afectada por el aparato digestivo y los cortes de digestión no existan como tal, sí es cierto que una comida copiosa puede hacernos subir significativamente la temperatura del cuerpo si el día es caluroso.
Sobre todo en niños, cuyo volumen corporal es pequeño, la subida de temperatura tras comer es importante, pues la sangre se acumula en el estómago y no refrigera bien el resto del cuerpo. Es por ello que sí es aconsejable, de modo preventivo, cuando sabemos que el agua va a estar fría, que nos abstengamos y hagamos abstenerse a nuestros hijos y nietos de meterse en el mar o la piscina como mínimo hasta una hora y media después de comer. Sobre todo si hemos comido copiosamente, como suelen hacer los más pequeños, dado que están consumiendo mucha energía. Así lo recomienda Cruz Roja.
Ahora bien, tampoco es recomendable en absoluto pasar esas dos horas de digestión haciendo ejercicio intenso, ya que puede subir la temperatura corporal. Por lo tanto, si vemos que nuestros hijos se impacientan tras algo más de una hora de quietud y comienzan a jugar activamente, tal vez sea mejor que les permitamos ir al agua, aunque siempre bajo nuestra vigilancia.
Cómo prevenir la hidrocución
La SEMES, que insiste en este otro documento en que el tema no va de la digestión sino de la diferencia de temperaturas entre el agua y nuestro cuerpo, aconseja “entrar poco a poco en el agua, mojándonos previamente nuca, muñecas y pies y evitando zambullirnos de golpe”. Y añade que “si aparece algún tipo de malestar: mareo, nauseas, dolor de cabeza, calambres, etc., hay que salir inmediatamente del agua”.
Si estamos ante un caso de hidrocución en el agua, se debe llamar a emergencias y a los socorristas de forma inmediata y sacar a la persona del agua para colocarla con las piernas en alto, así como taparla para mantener su calor corporal y comprobar si respira o no. En el caso de parada cardiorrespiratoria se deben comenzar las maniobras de reanimación cardiopulmonar básica tras haber llamado al servicio de emergencias.