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Extraviar cosas con frecuencia, ¿síntoma de un problema importante?

Olvidar cosas es más normal de lo que creemos.

Cristian Vázquez

30 de abril de 2021 23:59 h

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Seis meses y medio de vida se nos van en encontrar cosas que hemos perdido en nuestra propia casa. O, lo que es lo mismo, 2,38 días al año, casi 66 minutos por semana, algo menos de diez minutos cada día. Así lo estableció un estudio titulado ‘Orden y tiempo’, encargado por Ikea y realizado por la agencia McCann en 2019.

Los resultados son muy parecidos a los de un trabajo publicado por la empresa Samsung en el Reino Unido a finales del año pasado, que señalaba que los británicos pasan nueve minutos cada día buscando cosas extraviadas. Aunque ese informe atribuye gran parte de la responsabilidad por esas pérdidas a los efectos de la pandemia de COVID-19, ya investigaciones anteriores coincidían con esas cifras.

Y añadían otras consecuencias negativas de tales percances, más allá del tiempo desperdiciado: mal humor, estrés, discusiones con otras personas, gastos de dinero para reemplazar los objetos extraviados, pérdidas de objetos insustituibles por su valor sentimental o por tratarse de información de la que no existían copias, etc.

Todos pasamos por (y sufrimos) esa experiencia: no saber qué hemos hecho con el teléfono móvil, el mando a distancia, las llaves, las gafas, la cartera, el bolígrafo y una buena cantidad de otros objetos. Pero, más allá de sus perjuicios inmediatos, ¿pueden los extravíos frecuentes ser señal de un problema más importante?

Tendencia genética a perder cosas

Sucede que las pérdidas de memoria son uno de los primeros síntomas de problemas cognitivos que podrían derivar en alzhéimer u otros tipos de demencia. Por ello, conviene poner atención a esa clase de señales, en particular en el caso de las personas mayores.

Pero tampoco conviene ponerse paranoico. Como decíamos, no hay nadie que no sufra el extravío de cosas en su vida cotidiana, lo mismo que los pequeños lapsus, olvidos de nombres de personas, de compromisos, etc. Aunque sí hay quienes lo experimentan con mayor asiduidad.

La ciencia ha buscado explicaciones al hecho de que existan algunas personas mucho más proclives que otras a perder objetos y tener esta clase de lapsus. De acuerdo con un estudio de 2014, algunos factores genéticos intervienen en esa característica.

Investigadores de la Universidad de Bonn, Alemania, analizaron una muestra de 500 personas y descubrieron que, en su mayoría, las más tendentes a esos pequeños olvidos coincidían en una variación en un gen llamado DRD2.

Ese gen (más conocido como dopamina D2) puede tener dos variantes: la C y la T (de citosina y tiamina, respectivamente, que son dos de las moléculas bases del ADN). Por lo tanto, todos los seres humanos, de acuerdo con los científicos alemanes, nos dividimos en dos grupos: los de la variante T (los más propensos a estos lapsus) y los de la C (los menos olvidadizos).

Olvidar cosas, ¿señal de inteligencia?

Otros estudios recientes, por su parte, han puesto atención en la importancia del olvido para el funcionamiento cerebral. En cierto sentido, los investigadores han comenzado a valorar más –para decirlo en los términos que ellos mismos emplean– la fugacidad que la persistencia de la memoria.

“Es importante que el cerebro olvide detalles irrelevantes y que, en cambio, se enfoque en las cosas que le ayudan a tomar decisiones en el mundo real”, señaló Blake Richards, científico de la Universidad de Toronto, Canadá, y uno de los autores de un trabajo sobre esta cuestión publicado en 2017.

El otro autor del mismo estudio, Paul Frankland, añade que hay “mucha evidencia de investigaciones recientes de que existen mecanismos que promueven la pérdida de memoria, y que estos son distintos de los involucrados en el almacenamiento de información”.

Desde este punto de vista, olvidar las nimiedades de la vida cotidiana –por ejemplo, dónde hemos dejado las gafas o el mando de la tele– podría ser una señal de inteligencia, pues el objetivo sería aumentar la capacidad de tomar, en relación con los asuntos más importantes, las mejores decisiones.

Si bien este estudio no se refiere en particular a los lapsus y pequeños olvidos del día a día, sí condice con la idea del “genio distraído”, quien, con la cabeza llena de pensamientos complejos, se desconecta del mundo que lo rodea.

No obstante, también se puede relacionar con lo ajetreado de la vida moderna, que a menudo obliga a realizar muchas tareas a la vez y, en consecuencia, a realizar unas acciones (como guardar las llaves) mientras la mente está ocupada en otras cosas. 

Perder cosas desde el punto de vista de la psicología

Por otra parte, también la psicología –y en concreto, el psicoanálisis– ofrece sus respuestas. Desde este punto de vista, la pérdida de objetos forma parte del mismo grupo que los actos fallidos. Es decir, sería un modo en que el inconsciente manifiesta algo que, de manera consciente, la persona no puede o no quiere aceptar.

En este sentido, extraviar un objeto se podría interpretar como la expresión del deseo de sustituirlo por otro, o (si se trataba de un regalo) de cortar el vínculo con la persona que se lo había regalado. Se podría entender algo parecido si, en vez de perderlo, el objeto se deja caer y se rompe o se estropea.

Todo esto lo mencionamos aquí, por supuesto, de un modo muy simplificado. Analizarlo de una manera profunda requiere acudir a un profesional y eventualmente comenzar una terapia.

En cualquier caso, existen algunas medidas efectivas para evitar perder las cosas con mucha frecuencia, sobre todo en el hogar. Una de las más elementales consiste en guardar cada objeto en un mismo sitio (que se convierta en “su” sitio): las llaves en un “cuelgallaves”, la cartera y las gafas en un determinado cajón, etc.

Otra posible técnica para casos más complejos es la de instalar un recipiente específico para colocar allí todos los objetos que tienden a perderse. Estarán menos ordenados, pero se supone que siempre estarán allí.

También puede ser útil apuntar en un cuaderno o en el teléfono dónde se guardan ciertas cosas, sobre todo las que no son de uso cotidiano: un modo de prever el momento futuro en que sea necesario dar con ellas.

Desde luego, la recomendación es acudir a un médico si estas pérdidas u olvidos aumentan su frecuencia, sobre todo si ese aumento se da en poco tiempo o en adultos mayores, con el objetivo de detectar lo antes posible cualquier problema cognitivo.

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