Qué debes tener en cuenta si te haces las uñas habitualmente

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Pintarse las uñas o hacerse la manicura y pedicura en centros estéticos es costumbre para muchas personas. Al pintarnos las uñas cubrimos la lámina ungueal con un producto químico que, en principio y de forma genérica, “no es malo”, dice la doctora Montserrat Fernández Guarino, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal y creadora de Madriderma. Pero añade un matiz: “Siempre que no haya alguna patología o enfermedad, como psoriasis o cuando la uña esté infectada por hongos”. 

Aunque ninguno de los componentes de los esmaltes de uñas, ni los clásicos o acrílicos ni semipermanentes pueden penetrar a través de la cutícula de la uña y pasar a la dermis, sí deben tomarse ciertas precauciones a la hora de aplicar la laca porque, en contacto con la piel, algunos pueden ser agresivos.

El 'trío tóxico' que hay que vigilar

Conviene saber que en la composición de este tipo de cosméticos intervienen sustancias que en cantidades altas pueden ser tóxicas. En especial destacan en los esmaltes acrílicos tres compuestos que se conocen como el 'trío tóxico':

  • formaldehído
  • ftlatato de dibutilo
  • touleno

Aunque no están permitidos por la normativa europea, debemos comprobar siempre en la etiqueta que no aparecen, sobre todo si adquirimos el producto en sitios no especializados:

El formaldehído se utiliza como conservante en estos productos y es un compuesto habitual, por ejemplo, para conservar órganos diseccionados, insectos y animales muertos.

Tiene un olor fuerte y característico y en proporciones altas puede llegar a irritar la tráquea y los bronquios y provocar silbidos al respirar. Además, en contacto con la piel puede producir quemaduras. Está tipificado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer como “cancerígeno”.

El ftalato de dibutilo (DBP) es el clásico olor a pegamento de los esmaltes y en buena medida es el responsable de las intoxicaciones en los adictos a la cola, provocando mareos, náuseas y también algunos efectos narcóticos.

Se le relaciona con la pubertad precoz y diversos problemas uterinos, así como con el cáncer testicular y la baja calidad espermática. A largo plazo, una exposición excesiva y prolongada también puede provocar problemas hepáticos y renales.

El tolueno se emplea como disolvente en los esmaltes, es decir que es lo que los mantiene líquidos hasta que se evapora y se solidifican. Es irritante y sus gases se relacionan con alteraciones del sistema nervioso central, provocando cefaleas y mareos. También se le ha ligado a la insuficiencia renal y hepática.

Como hemos comentado, se trata de sustancias que prohíbe la normativa europea. En España, los productos comercializados tienen que pasar por exhaustivos controles sanitarios, por tanto, “todos estos componentes están regulados y no tienen porqué ser perjudiciales”, dice la doctora Fernández Guarino.

Sin embargo, hay otros componentes que se usan de forma habitual en los esmaltes que, aunque no están prohibidos, sí han empezado a aparecer en algunas investigaciones que indican posibles daños a largo plazo. Hablamos de:

  • xileno
  • resina de formaldehído
  • acetona
  • campfenos
  • fragancias
  • siliconas

Cuidado con los esmaltes semipermanentes y permanentes

En los últimos años han ganado popularidad en el mercado los esmaltes o lacas semipermanentes y permanentes. En 2019, la Academia de Dermatología y Venerología (AEDV) advertía que este tipo de esmaltes debería limitarse al uso profesional (esteticistas) para minimizar uno de los riesgos que ha surgido de su popularización, en concreto la dermatitis alérgica por contacto, tanto en profesionales de la estética como en usuarios. 

Los dermatólogos advierten contra el uso frecuente de los esmaltes permanentes porque contienen una sustancia llamada acrilato, material plástico formado por la polimerización de monómeros derivados del ácido acrílico y que, al estar en contacto con la piel, “pueden ser reconocidos como un alérgeno y generar una reacción alérgica”. 

Esto es especialmente notorio en el caso de las personas que trabajan en un centro de manicura. La exposición a muchos productos químicos distintos se acumula día tras día o cuando hay poca ventilación. 

El problema surge cuando este esmalte toca la piel, no en la uña, ya que hay células que pueden reconocer esta sustancia como un alérgeno. Esto no ocurre, sin embargo, cuando los acrilatos ya están secos, de ahí que las uñas se tengan que secar en lámparas apropiadas para este uso.

Desde la AEDV advertían que “no es un esmalte normal, hay que secarlo en lámparas bien calibradas porque el esmalte tiene que estar bien polimerizado, es decir, secado adecuadamente para que no se genere reacción ni problemas”.

Otra de las dificultades de los acrilatos es que la dermatitis no siempre aparece en la zona donde se ha aplicado sino que la reacción se puede trasladar a otros puntos como el cuello y los párpados (por contacto con las manos). También debe tenerse en cuenta que un uso continuado de este tipo de manicura puede enmascarar enfermedades de las uñas o signos de otras patologías. 

Esmaltes libres de tóxicos

Con el fin de reducir estos riesgos, los fabricantes han puesto especial empeño en crear alternativas de lacas libres de estos compuestos. Y es que muchos de los esmaltes que se comercializan ahora no contienen todas estas sustancias y se presentan como “libres de tóxicos”.

Los primeros que prescindieron del 'trío tóxico' (de tolueno, fomarldehído y ftlatato de dibutilo o DBP), son conocidos como esmaltes 3-Free, cuya calificación indica en el etiquetado que no los usan. 

También existe la formulación 4-Free, que prescinde también de la resina de formaldehído, un endurecedor que puede afectar a la piel y a las vías respiratorias; o la versión 5-Free, que evita el uso de alcanfor, encargado de alargar la durabilidad del esmalte pero con capacidad para provocar reacciones alérgicas. En esta lista se pueden consultar las principales marcas que trabajan con esmaltes 3-Free y 5-Free.

Cómo podemos pintarnos las uñas sin perjudicarlas

En palabras de Fernández Guarino: “Para pintar las uñas normalmente se suele usar una base que protege la uña y después una o dos capas de color para obtener el resultado”. Es una de las mejores maneras de hacerlo con el menor daño en la uña.

Para la experta, aplicar una base antes “protege la lámina de la uña” y después se puede aplicar un esmalte sencillo que se pueda retirar en casa y “que no produzca mucha oclusión de la lámina”. Desde su experiencia, este uso no conlleva problemas asociados.

En cambio, los esmaltes convencionales disponibles en perfumerías, que se aplican sobre una capa de un esmalte previo base y que duran aproximadamente una semana, serían, bajo criterio de la dermatóloga, los que más daño pueden causar en la uña.

“Cuanto más permanente sea el esmalte más capacidad de dañar la uña”, dice y apunta también que las uñas acrílicas o las de gel se endurecen rápidamente al aplicarlo y, a medida que crece la uña, se va reaplicando en la raíz y fijando con luz.

“Cuanto más tiempo tengamos la uña ocluida más fácil será que se infecte de bacterias u hongos y que se altere su crecimiento”, advierte Fernández Guarido. En el caso de las uñas de plástico, además de la sensibilización que puede aparecer cuando usamos este tipo de materiales que aumentan la adherencia y que llevan compuestos más complejos, es frecuente que produzcan onicólisis, la rotura de la parte libre de la uña.