Néstor, lector y socio de diario.es, nos traslada la siguiente situación: “resulta que en casa bebemos mucha leche, pero también nos preocupa el medio ambiente. Hemos estado investigando qué opciones tenemos para minimizar el gasto de plástico y descubierto que hay algún establecimiento que ofrece recargas de leche: vas con tu frasco y lo rellenas”.
“El problema es que estas tiendas suelen estar en grandes ciudades y nosotros no vivimos en una de ellas; entonces últimamente he visto marcas que ofrecen botellas de 1,5 litros, por tanto, si en lugar de gastar tres briks de leche de 1 litro gastamos dos botellas, se supone que el consumo es menor”, comenta. “Ahora bien”, apostilla Néstor, “la composición de estas botellas más grandes parece como de un plástico más duro”. Para terminar plantea la siguiente duda: “¿cuál es más contaminante para el medio ambiente? Supongamos que gastamos tres litros de leche: ¿qué recipiente es menos nocivo?”.
¿Envasar o no envasar? He ahí la cuestión láctea
O, más exactamente, en qué recipiente deberíamos hacerlo. En su día ya explicamos por qué las leches vegetales resultan más amables con el planeta que la leche de vaca. Pero Néstor ahora nos pregunta por el receptáculo. ¿Mejor el brik o la botella de plástico? Aunque las opciones resultan más amplias: hay leche en botella de vidrio y en bolsa de plástico (aunque escasas). Además, los sistemas de recarga de leche que cita Néstor, aunque aún resultan pocos, existir, existen.
Y seguramente los veamos proliferar en los próximos años, así como extenderse más allá de las grandes ciudades. Dado que en España consumimos 3.197 millones de litros de leche en 2018, y otros 230.691 litros de bebidas vegetales -de soja, avena o almendra, entre otras-, todo este producto pone en el mercado unos 3.200 millones de envases al año. Por lo que sí importa, y mucho, qué recipiente escojamos.
Leche en vidrio: lo más sostenible
Si te preocupa el planeta, tal vez estés considerando comprar tu bebida láctea en botella de vidrio, pero no estás seguro si los beneficios ambientales justifican el coste: un litro de leche (casi siempre ecológica) en botella de vidrio puede superar los tres euros, mientras que el mismo producto en botella de plástico no llega a dos euros, y ronda 1,5 euros si viene en tetrabrik.
Aunque el vidrio constituye un envase pesado y requiere altas temperaturas durante su producción -por lo que también consume mucha energía-, en general, resulta la opción más aceptable para el planeta. Se trata de un material 100% reciclable que se puede recuperar tantas veces como se quiera sin perder calidad. Además, evitamos el plástico.
Así, beber leche en botella de vidrio constituye la mejor opción. Sobre todo, si tienes cerca un establecimiento de recarga o la leche es distribuida desde granjas cercanas. Hay más: el lechero de antaño ha vuelto y hasta se ha puesto de moda en países como Reino Unido. Solución: una idea para reducir el impacto de la leche sería que los supermercados comenzaran a vender leche en recipientes reutilizados. O que instalaran estaciones de recarga; algo que tal vez consideren de existir la presión suficiente por parte de los consumidores.
Leche en botellas de plástico: la segunda opción
Si no quieres o no puedes pagar más por una botella de cristal, ni tienes cerca un sistema de recarga, la siguiente mejor opción resulta la leche en botella de plástico, en especial si es de gran tamaño. El motivo: la mayoría están fabricadas con plástico PET (tereftalato de polietileno), en principio 100% reciclable y de alta calidad.
Tras su uso, el PET incluso puede utilizarse para crear nuevas botellas de leche. Algo que cada vez resultará más habitual: “De hecho, la directiva europea sobre plásticos de un solo uso exige que en 2025 todas las botellas PET contengan al menos el 25% de material reciclado, y el 30% en 2025”, explica Cristina Alonso, responsable de recursos naturales y residuos de Amigos de la Tierra.
Eso sí: incluso cuando reciclamos el plástico virgen o recién creado seguimos alimentando la demanda de este material. Solución: revisa las etiquetas y escoge las botellas ya recicladas o que estén en parte hechas de material reciclado.Cuanto más mayor sea su contenido de material no virgen, mejor para el planeta.
Leche en brik: reciclaje complicado
Si lo que nos preocupa es el plástico, el brik, un residuo que nadie puede reciclar al 100% hoy día, contiene sustancialmente menor cantidad que la botella de este material. Mientras que el tetrabrik típico para un litro de leche pesa 30 gramos, el 75% de ellos es cartón, el 5% aluminio y solo el 20% plástico (polietileno): es decir, seis gramos de plástico.
Por su parte, una botella para un volumen de un litro de leche pesa 35 gramos, mientras que la de 1,5 litros pesa unos 52 gramos, y todos ellos son de plástico. Así, si consumimos tres litros de leche al día: en tres briks de un litro estaremos usando 18 gramos de plástico, mientras que si escogemos dos botellas de 1,5 litros nuestro consumo de este material resultará notablemente superior: 104 gramos.
El problema: aunque el cartón del brik sí se recicla, en España hoy no existe la tecnología necesaria para evitar que el plástico y el aluminio de este envase acaben en el vertedero. Y, en el peor de los casos, en el océano. Solución: por ello, respondiendo a la pregunta de Néstor, gana la botella: “mejor dos botellas de plástico de 1,5 litros que tres briks”, dice Alonso.
Bolsas de leche: las más ligeras
Aún existe otra opción: las bolsas. Aunque escasean, nunca se fueron del todo, y aún pueden encontrarse bolsas de leche en algunos establecimientos, especialmente para envasar el producto fresco. Puesto que las bolsas pesan menos (unos 15 gramos) que las botellas y, según sus fabricantes, utilizan hasta un 75% menos de plástico para almacenar la misma cantidad de leche, escogiendo este envase en lugar de la botella para un litro de producto estaremos haciendo un favor al planeta.
Aunque en España hoy resultan una rareza, en Canadá y en India, el 65% de la leche fresca ya se comercializa en bolsas. Eso sí: necesitarás una jarra que entre en el frigorífico para usarla sin derramarte la leche encima. Eso, o pedir que vuelva el lechero. No solo se trata de un ataque de nostalgia: esa sencilla botella de leche y el tintineo del vidrio nos recuerda que hay modo de vivir sin tanto envase de usar y tirar.
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