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Luz y gas: ¿tarifa plana o cuota fija?

Como cada año, con la llegada del frío y del calor, los comerciales de la luz y del gas inician sus campañas de promoción de las modalidades de contratos que mejor les funcionan a las compañías, entre las que destacan la tarifa plana y la cuota fija. Ambas parten de una misma base, pero tienen distinto funcionamiento.

En esencia se diferencian del pago por precio de kilovatio/hora en el mercado regulado, en el que se paga por lo que se va gastando un valor que varía mucho de mes a mes y que en los meses más fríos o más calurosos puede suponer disgustos en las facturas de la luz o del gas, con picos de consumo muy acentuados, más teniendo en cuenta las recurrentes subidas que aplican las compañías.

En cambio, aparentemente, con las modalidades de contratación de la tarifa plana y la cuota fija estos picos se pueden esquivar gracias a un acuerdo con la compañía en el que se paga un fijo cada mes durante todo el año. En algunos meses saldremos perdiendo pero en otros seguramente saldremos ganando, pues aunque gastemos mucho, no se reflejará en la siguiente factura. Al menos, esa es la idea. 

No es lo mismo cuota fija que tarifa plana

Normalmente los comerciales nos dan a escoger entre contratar una cuota fija o bien acceder a una tarifa plana. Quizás alguno no dirá que es casi lo mismo, pero no es así, pues existen notables diferencias entre ambas modalidades. Para empezar, en la tarifa plana se acuerda previamente un consumo anual de kilovatios/hora (kWh) máximo y según este se establecen unas cuotas.

Las mismas, aunque su precio pueda sernos conveniente, no son flexibles; es decir hay franjas de consumo tabuladas y a ellas se aplican unas cuotas estándar. Deberemos escoger la franja de consumo que más se acerque a nuestro consumo medio anual, para lo cual deberemos estudiarlo previamente con las facturas del año anterior. Pero no se nos hará una cuota a medida.

En la cuota fija, en cambio, se establece una cantidad fija a pagar cada mes en función del consumo medio que hayamos tenido en otros años, pero no existirá un máximo que no podamos superar, como sí ocurre en la tarifa plana. Así, en la tarifa plana, si superamos el consumo respecto al que se fijó nuestra cuota, deberemos pagar una penalización extra por kWh consumido, que en ocasiones puede suponer gastos importantes, de modo que el precio final del kWh, que al principio se nos ofreció como más barato, nos salga muy caro.

En la cuota fija, a final de año se realiza una revisión del consumo que hemos tenido y si se ajusta a la cuota que hemos pagado o está por debajo, según precios de mercado, se nos devolverá la cantidad por los kWh que hemos dejado de consumir. Si hemos superado el consumo anual medio, en cambio, la regularización se hará en favor de la empresa, siempre sobre precio de mercado regulado

 

¿Qué nos conviene más?

Cada modalidad de contratación se adapta a un perfil de usuario; aunque puede parecernos que la cuota fija es más justa, lo cierto es que en la tarifa plana, a priori se ofrece un precio por kWh que puede resultarnos muy barato si podemos adaptarnos al tramo de volumen de consumo que hemos elegido. Además, si consumimos menos de lo estipulado, seremos bonificados en la primera factura del siguiente ciclo, siempre que renovemos el contrato.

Ahora bien, si no podemos, efectivamente lo vamos a pagar muy caro en forma se coste extra por kWh que puede llegar a doblar el precio que se paga en el mercado regulado. Este coste extra se aplica de golpe cuando llega el fin del ciclo del contrato. Así, se contabilizarán los kWh consumidos a lo largo del año y se les aplicará el extra, que puede llegar a superar en algunos casos los 200 euros.

En el caso de la cuota fija, se puede decir que es un modelo más conservador pero más seguro, en el que no se hace una apuesta ganadora pero tampoco se corre el riesgo a fin de año de salir duramente penalizado. A lo sumo, si nos excedemos en el gasto, deberemos cubrirlo en el siguiente ciclo, pero siempre a precio regulado.

El problema que señalan los expertos respecto a la tarifa plana es que crea una falsa sensación de confianza en el consumidor que le incita a gastar más de la cuenta, algo que puede salirle caro si su consumo real medio se sitúa cercano a la franja de consumo elegida y termina por superarla. En otras palabras, esta opción puede ser provechosa para personas que controlen mucho su gasto energético de agua y/o gas y no se salgan de unas franjas de consumo muy ajustadas.

En caso contrario, ya sea porque no controlamos el gasto o porque somos muchos en casa, etc., siempre es más interesante y sensato ceñirnos o bien al mercado regulado, pagando por kWh consumido y apechugando en las facturas –lo cual nos impulsará a aprender a ahorrar–, o bien con una cuota fija, que por lo menos nos penalizará a precio de mercado. Además, en esta modalidad el precio a pagar sí es personalizable y se recalcula cada año. 

 

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