Nos preocupa lo que comemos y lo que bebemos: todos pretendemos hacer las cosas bien. Y queremos que nuestra compra sea más sostenible y amable con el planeta. De hecho, el 76% de los ciudadanos españoles reconocen estar interesados en el medio ambiente y la ecología, según recoge el CIS (datos de 2016).
Pero, a veces, resulta más sencillo decirlo que hacerlo. Si necesitas algo de inspiración y te propones seriamente hacer tu cesta de la compra más verde, conviene destapar algunos bulos que se interponen en tu camino y seguidamente aplicarles soluciones sorprendentemente sencillas para transformar nuestras acciones en un gesto más ecológico. A continuación te exponemos cinco de estos bulos.
1. No puedo huir del plástico
Lo sabemos, resulta más fácil de decir que de hacer, porque una vez que despiertas y te das de bruces con el problema del plástico, lo ves en todos sitios: en el bote del yogur, en la bolsa de espinacas, en el tubo de la pasta de dientes y hasta en el envoltorio de los Doritos. De hecho, cada año consumimos 1.844.064 toneladas de envases, según Ecoembes; de los cuales reciclamos (menos mal) casi el 80%. Aunque hay que matizar que un informe de Greenpeace asegura que España recupera apenas el 25% de los envases plásticos.
Si estás horrorizado por las decenas de millones de toneladas por metro cúbico de plástico creadas cada año en el mundo, buena parte en forma de productos de un solo uso, como bolsas, envoltorios de alimentos o pajitas, no estás solo. Pero resulta que comprar a granel mola, y mucho.
Solución: olvídate de la verdura plastificada y pasa a la compra a granel. Ah, y lleva una bolsa de la compra reutilizable de tela a tu frutero. Si lo conviertes en un gesto duradero, de por vida, él te lo agradecerá, tú lograrás sacar mucho plástico de tu cesta de la compra y estarás dando un respiro al planeta.
2. Con llevar una bolsa de tela lo soluciono
En cuanto a reducir la contaminación de la compra, el fin de la era de las bolsas de plástico gratuitas, el 1 de julio de 2018, ha supuesto un éxito enorme. La patronal de los supermercados asegura que gastamos un 85% menos en plástico. Pero aún resultan demasiadas: una bolsa por persona cada dos días.
Ya está: ¡llevemos una bolsa de tela al mercado! Pero esta bienintencionada medida supone una solución solo a medias. Existe un estudio del gobierno danés que preocupa a muchos expertos: no estamos reutilizando suficientemente las bolsas de algodón y nos dedicamos a acumularlas en casa. Resumiendo: estamos cayendo en una “ecocontradicción”.
Solución: necesitas utilizar tu bolsa de algodón 149 veces para que su impacto ambiental, considerando la huella de carbón, toxicidad y uso del agua -aunque el estudio no contempla el daño en los océanos o vida marina- resulte inferior a la de una bolsa de plástico ligera ordinaria. Tengamos la bolsa de algodón a mano, y usémosla con frecuencia.
3. No pasa nada por comer carne
Pues sí pasa: si queremos comprar de forma más sostenible, nos toca comer más plantas. De hecho, un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters afirma que la medida personal que más ayudaría a reducir nuestras emisiones de CO2 reside en seguir una dieta vegetariana; una acción incluso más efectiva que olvidarse del coche o tener menos hijos.
Solución: mete más vegetales en la cesta, ya que puedes evitar la emisión de 0,8 toneladas de gases de efecto invernadero al año. El motivo es que la producción de carne roja usa mucha comida, agua y tierra; eso sin contar las emisiones de metano que liberan las vacas en sus eructos.
4. No hay vida más allá del súper
Cuando se trata de comprar, aún existe la percepción de que los alimentos locales, de temporada, equivalen a “comida cara”; pero resulta que esto no siempre es así. Ha llegado el momento de explorar mundo, porque existe vida más allá de supermercados e hipermercados.
Solución: visita los mercados de productores y recurre a plataformas como ¡La Colmena que dice que sí! o Ferbai, donde puedes comprar alimentos de temporada directamente a los productores locales, saltándote a las cadenas de distribución.
Estos proyectos te permiten comprar directamente a los agricultores, apicultores, pescadores y granjeros españoles, con puntos de recogida semanales. Con ellos, no solo comerás alimentos frescos, sabrosos y, en muchos casos, ecológicos: además estarás recortando de forma radical el embalaje y el plástico. Y esto solo puede resultar algo bueno.
5. El detergente vegetal no existe
Y por impensable que pareciera hace años, crecen los comercios libres de plástico y con productos más amables con el planeta. Aunque de momento solo sea en forma de pequeños oasis, la etiqueta “sin plástico” ya se impone como el nuevo “sin gluten” de la conciencia verde más enrollada y cool.
Solución: descubre las tiendas que se autodenominan zero waste (sin basura) que han abierto por toda la geografía: desde Galicia y Barcelona hasta Alicante. Venden productos como papel higiénico reciclado y sin embalaje, detergente vegetal en botes de cristal, fiambreras de silicona y hasta salvaslips ecológicos y reutilizables para una menstruación más sostenible. Ser eco podrá sonar a cosa de hípsteres. Pero, la verdad, mola.
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