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El metano es un gas de efecto invernadero que causa preocupación y controversia, y en general las discusiones incluyen la mención a los eructos de las vacas (que no sus pedos, como antes se pensaba). ¿Por qué es preocupante y qué tienen que ver las vacas?
Aunque se habla mucho más del CO2 y sus emisiones, el metano (CH4) es un gas que tiene un efecto invernadero (capacidad de atrapar calor) unas 30 veces mayor que el CO2.
Este potencial de calentamiento global se estima por los efectos en 100 años. La diferencia es que mientras el CO2 permanece en la atmósfera 200 años, el metano se descompone después de 10 años.
Aún así, en la situación de emergencia climática actual, 10 años es un tiempo que no tenemos. Las emisiones de metano se han disparado, junto a las de CO2, en los últimos 100 años. ¿De dónde sale todo ese metano?
Aproximadamente un 27% proviene, como se ha dicho, de los eructos de las vacas y otros rumiantes, como ovejas y cabras, por un proceso llamado fermentación entérica. Las bacterias que viven en el estómago del animal digieren el alimento y liberan grandes cantidades de gas metano.
Se calcula que hay 1.200 millones de vacas en el planeta, y cada una de ella produce unos 300 litros de metano al día. Pero aunque es una cifra enorme, los rumiantes (domésticos y salvajes) ya existían en un número similar antes de la revolución industrial.
Producían cantidades similares de metano, y eso no estaba calentando el planeta. Más de dos tercios de las emisiones de metano actual provienen de otras fuentes que no son vacas.
Tomando como referencia EEUU, uno de los principales países ganaderos del mundo, solo la extracción de petróleo y gas emite un 32% del metano total a la atmósfera, superando a la ganadería.
Entre los vertederos y las plantas de tratamiento de agua, donde se descompone la materia orgánica, se emite otro 17%, y un 8% adicional proviene de las minas de carbón, y otro tanto de la quema de biomasa.
Si se abandonaran los combustibles fósiles por completo y se atrapara el metano de los desechos, se podrían eliminar dos tercios del problema. En su lugar, los científicos trabajan sin descanso para conseguir que las vacas y ovejas eructen menos.
Omega-3 para las vacas
Una de las principales intervenciones para reducir las emisiones de metano del ganado es la dieta. Sin embargo, no hay casi diferencia en la cantidad entre el ganado alimentado con pasto y el ganado alimentado con pienso, las emisiones del ganado de pasto se compensan con la captura de carbono en la hierba.
Por desgracia, la mayor parte de las vacas del mundo se alimentan en los últimos meses de su vida de grano para engordarlas. Para reducir el metano se ha recurrido a la suplementación.
Uno de los métodos es añadir fuentes de ácidos grasos omega-3 a la dieta del ganado, mezclando su pienso con aceite de pescado. Además, esto mejora la calidad de la grasa de la carne, que aumenta su contenido en omega-3.
En otros experimentos se ha comprobado que al alimentar a las vacas con algas también se reduce significativamente el metano emitido, aunque esto tiene el problema de la explotación de las algas con este fin, y el hecho de que a las vacas no les gusta el sabor.
Un proyecto en el que participa la Universidad Politécnica de Madrid ha comprobado que combinando un pienso con semillas de lino, rico en omega-3, y la selección en la crianza de las vacas lecheras, se pueden reducir las emisiones de metano en un 20%.
Otra aproximación es alterar la microbiota del estómago de las vacas y otros animales, por ejemplo, introduciendo bacterias que producen ácido láctico en lugar de metano, algo que se ha comprobado in vitro, pero que no ha dado resultados convincentes en animales.
Ovejas de bajas emisiones
La genética es otra posible solución. A lo largo de siglos se han seleccionado mediante cruces las variedades de ganado más convenientes, como aquellas que producen más leche o engordan más rápido, por ejemplo.
En Nueva Zelanda, donde hay seis ovejas por cada persona, se están analizando y seleccionado las ovejas desde 2012 para que produzcan menos metano, unido a un incremento de los impuestos a los ganaderos que tengan ovejas de altas emisiones.
Esta crianza selectiva necesita años. Sin embargo, las técnicas actuales de edición genética con CRISPR pueden obtener los mismos resultados mucho más rápido.
En la actualidad ya se han conseguido vacas lecheras sin cuernos editando las células embrionarias, con lo que es de esperar que conseguir de este modo ovejas o vacas que emitan menos metano es una posibilidad en el futuro cercano. El tiempo se agota.
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