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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

Pago aplazado en las tarjetas de crédito: razones para evitarlo

Foto: Pixabay

Jordi Sabaté

  • El pago aplazado en las tarjetas de crédito es una opción que, a pesar de parecer ventajosa, puede acabar convirtiéndose en una pesadilla

Gabriel, lector de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto: “para un viaje al Japón en marzo tiramos de la Visa tanto para pagar los vuelos como los hoteles y gastos generales de la estancia allí; después pusimos el pago aplazado en cuotas bastante altas, pero resulta que no hay manera de que la deuda baje, o al menos eso me parece mí, que mes tras mes la veo bajar pero mucho menos de lo que esperaba: Me gustaría que me aclaraseis cómo funcionan este tipo de tarjetas y si son un timo o no”.

Tenemos un apuro, un capricho caro, un regalo para un personas importante, etc.; cualquier situación que se nos ocurra en la que debemos hacer un desembolso económico grande, puede empujarnos a tirar de tarjetas Visa, MasterCard y compañía. Son de una gran comodidad ante tales dilemas, porque podemos disponer de inmediato de un dinero que no tenemos y que nos permitirá salir del paso sin mayores apuros… en principio.

Conviene recordar que se trata de un dinero que no es nuestro, es decir que nos ha sido prestado en este caso por una entidad financiera a través de una tarjeta, y por tanto la misma se cobrará el servicio en forma de intereses. Obviamente la entidad está en su derecho y, en efecto, si a final de mes abonamos la cantidad tomada en crédito concedido, apenas tendremos que pagar intereses.

El problema radica en si utilizamos la opción de crédito aplazado que nos ofrecen numerosas tarjetas y conforme a la cual, no tenemos que pagar la cantidad que hemos tomado prestada de la tarjeta a final de mes, sino que podemos demorarla en plazos que nosotros mismos decidimos. El motivo es que los pagos aplazados de los diferentes servicios de crédito pueden tener intereses muy altos.

Intereses demasiado altos

Es posible que, medidos en TAE (tasa anual equivalente), superen el 20%, como ocurre con algunos de los servicios de financiación más conocidos, como las citadas Visa o MasterCard. En estos casos, y especialmente si nos acostumbramos a vivir a base de aplazar los pagos que vamos haciendo con la tarjeta, se acumula la deuda y con ella crecen los intereses.

De este modo podemos estar durante meses utilizando despreocupadamente la tarjeta en pagos aplazados, por ejemplo para pagar billetes de avión, hoteles en el extranjero, etc., tal como relata Gabriel, y tener un cálculo erróneo de lo que debemos al banco, puesto que al monto acumulado deberemos sumarle el interés, que cada mes se calculará sobre la deuda acumulada. Y seguirá creciendo en un clásico efecto de bola de nieve si no ponemos remedio a tiempo.

Cómo frenar el efecto

El dilema en tales situaciones es encontrar el modo de frenar esta bola de la deuda creciente y saldar el crédito de una vez por todas sin que el interés acumulado lo eternice, pero también sin que nuestra propia economía doméstica se resienta. Muchos usuarios se deciden por la opción de pagar una cuota fija al mes; la misma puede ser más o menos asequible, pero debemos saber que cuanto más baja sea, menos ayudará a resarcir la deuda, que cada mes generará un interés acumulado que incluso puede ser superior a la cuota pagada, con lo que la deuda seguirá creciendo.

Si tomamos esta opción, debemos ser realistas y fijarnos cuotas que aunque nos parezcan muy altas, eliminen la mayor parte de la deuda en pocos meses. De lo contrario está seguirá creciendo y las cuotas se alargarán mucho más de lo calculado.

La otra alternativa que suele ofrecer los servicios de crédito es pagar un porcentaje de la deuda. Aquí nuevamente debemos optar por porciones lo suficientemente altas, pero también ser conscientes de que a medida que se vaya reduciendo la deuda, también se reducirá el porcentaje que pagamos, de modo que esta nunca estará totalmente satisfecha y siempre irá generando interés, por pequeño que sea, a favor de la entidad crediticia.

Así, en una deuda de 1.000 euros a devolver el 25% cada mes, no se devuelve en cuatro meses sino que en el primero pagaríamos 250 euros, en el segundo sobre 187 euros, en el tercero cerca de 140,6 euros, en el cuarto más o menos 79 euros, en el quinto 59,6 euros, en el sexto, 44,7, etc. El pago se alargaría varios meses más y debemos tener en cuenta que estos números están calculados sin aplicar el interés, que todavía alargaría más los pagos.

Quiero comprar a crédito: ¿qué alternativas tengo?

En resumen, la mejor opción siempre es la más incómoda y muchas veces la menos posible: pagar la deuda de golpe a final de mes y cancelar así el círculo vicioso de los intereses en el que nos hemos metido. Al menos podemos intentar rebajar sustancialmente la misma con cuotas y porcentajes altos y en cuanto dispongamos de líquido asequible, la cancelamos definitivamente de forma anticipada. Solo así podremos salir de la bola.

Otra forma de evitar los pagos aplazados es rechazar las llamadas “tarjetas revolving”“tarjetas revolving” que últimamente algunas entidades nos ofrecen con el anzuelo de que no tienen ninguna comisión de uso. Incluso a veces nos aseguran que nos devolverán un porcentaje del gasto que hagamos con la tarjeta, que suele estar en torno al 5%.

Lo que no nos dicen es que muchas de estas tarjetas solo permiten el pago aplazado y no la devolución a fin de mes, así como que el interés devengado les compensará de sobras cualquier cesión del porcentaje de las compras. Por otro lado, si usamos una tarjeta de crédito para hacer un pago aplazado, debemos intentar que la misma tenga la opción de aplazar solo dicho pago y no el resto de la deuda que podamos generar y que queramos devolver a fin de mes.

En un documento interno el Banco de España reconocía en 2016 que este tipo de tarjetas eran problemáticas y hacía una serie de recomendaciones de buenas prácticas, entre las que se encontraba el que la entidad financiera nos hiciera una proyección de la vida del pago cada vez que lo aplazábamos, en función de las cuotas o porcentajes de liquidación, para que tuviéramos una idea de lo que realmente estábamos haciendo. Ninguna de sus recomendaciones ha sido por el momento escuchada.

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