Esos ojos nos traen de cabeza y nos derriten –literalmente– el corazón. Quienes viven con un perro conocen de sobra esa mirada suplicante que nos dedica cuando ha hecho algo que no debería, pero también si quiere un premio o salir de paseo. Tu amigo de cuatro patas frunce el ceño, abre mucho los ojos y te mira fijamente… hasta que te rindes irremediablemente ante semejante despliegue de encanto peludo.
Sabemos que esta mirada perruna constituye una herramienta casi infalible para conseguir lo que quiera de nosotros. Y, aceptémoslo con humor y dignidad, todo el que vive con un perro ha sucumbido alguna vez ante ella. La pregunta que nos hacemos aquí es: ¿cómo han llegado nuestras mascotas a dominar esta expresión tan eficaz en el arte del robar corazones humanos? Prepárate, porque –al menos en parte– tú tienes la culpa.
¿Cómo han aprendido los perros a ponernos ojitos?
Por sorprendente que parezca, los humanos somos en buena parte culpables de que los perros nos “pongan ojitos”, un gesto a través del cual tu amigo de cuatro patas abre mucho los ojos, levanta notablemente las cejas y, en caso más deliciosamente demoledor, inclina su cabeza. En un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), los científicos revelan el secreto de esta expresión que los perros han perfeccionado durante decenas de miles de años de convivencia con el fin de comunicarse mejor con nosotros.
Los expertos han comparado la anatomía y el comportamiento de perros y lobos, y han hallado que la composición muscular facial del can ha cambiado respecto a la de sus ancestros salvajes. Así, el perro ha ido adquiriendo gradualmente un nuevo músculo –no presente en el lobo, este animal tiene un pequeño tendón en su lugar– llamado músculo elevador del ángulo medial del ojo, o MEAMO (o LAOM por sus siglas en inglés), que le permite subir los párpados superiores y las cejas de modo muy llamativo.
También es el músculo que utiliza desde entonces para desplegar ante nosotros esa mirada perruna tan triste como irresistible. En otras palabras, o en otros ladridos: la anatomía facial de nuestro gran amigo peludo parece haber evolucionado de forma específica como consecuencia de vivir a nuestro lado. Y hay más: este tipo de diferencias musculares tan acusadas resultan extrañas entre especies tan cercanas desde el punto de vida evolutivo como el perro y el lobo.
Este hecho, según los investigadores, “constituye una prueba de lo importantes que son las expresiones faciales en la comunicación e interacción humanos, y del poder que estas tienen para captar nuestra atención”. Y, reconozcámoslo, también nuestros corazones. Una prueba más de la relación especial que existe entre humanos y perros.
El secreto de esa irresistible mirada perruna
El MEAMO se sitúa justo encima de los ojos, y permite a los perros elevar las cejas y fruncir el ceño de forma acusada logrando que sus ojos “parezcan más grandes y más infantiles; y también recuerdan a la mirada que producimos los humanos cuando estamos tristes”, explica Juliane Kaminski, psicóloga de la Universidad de Portsmouth en Reino Unido, y coordinadora de esta investigación.
Todas estas características permiten al perro “comunicarse mejor con nosotros” y, según apunta la científica, despiertan una suerte de instinto protector, “incluso maternal o paternal”, hacia nuestro amigo de cuatro patas. Exactamente esa mirada demoledora que te empuja a pensar: “¡Oh, cielos! Mi perro me está intentando decir algo. ¿Qué es lo que necesita?”.
Y esa sonrisa peluda
“Estos hallazgos sugieren que los expresivos ojos perrunos podrían ser el resultado directo de su relación con los humanos, ”ya que de forma tal vez inconsciente hemos preferido y priorizado estos rasgos durante el proceso de domesticación“. Además, poner ojitos se antoja una herramienta muy eficaz para el perro, ”ya que parece provocar en nosotros un fuerte deseo de cuidarles y protegerles“.
Esto explicaría que aquellos animales más eficaces en desplegar esta mirada triste hubieran gozado de una ventaja evolutiva en su relación con los humanos, habiéndose reforzado este rasgo en las generaciones posteriores. El nuevo estudio ha identificado otra diferencia facial importante entre lobos y perros. Así, existe un músculo que acerca los párpados superiores hacia las orejas, “y que hace que prácticamente parezca que el perro esté sonriendo por ejemplo cuando jadea”.
Una curiosidad: este músculo aparece en todas las especies caninas investigadas, con la excepción del husky siberiano, una raza antigua y, por tanto, aún más cercana a los lobos. Aunque algunos lobos sí cuentan con él, este músculo de la sonrisa aparece con menor frecuencia en esta especie, y cuando surge resulta mucho más fino.
Ya sabes: la próxima vez que tu perro te dedique una de esas miradas irresistibles, no te culpes por cederle el mejor sitio del sofá y además premiarle con caricias y ricas galletas caninas. La culpa es de la evolución. ¿Tu perro también te “pone ojitos”? ¡Compártelo con nosotros en los comentarios!
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