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Hasta hace no tanto tiempo, las mascotas ocupaban un lugar bastante secundario en la mayoría de los hogares. En los últimos tiempos, sin embargo, junto con el aumento del conocimiento y el respeto de los derechos de los animales, los perros han ganado un protagonismo tan grande que ahora corren el riesgo de la “humanización”.
Humanizar a los perros consiste en atribuirles ciertas características que no corresponden a su especie, sino a la humana. Es decir, tratarlos y obligarlos a comportarse como si tuvieran emociones, actitudes, visiones del mundo y necesidades que en realidad pertenecen a los humanos y no a los caninos.
Existen muchas formas de humanizar a los perros. Algunas de las principales las detalla Miriam Sainz, educadora y entrenadora multiespecie y una de las responsables de la escuela canina Sentido Animal, con sede en Alcorcón (Madrid):
ðð¼ Colocarles ropas o adornos. Salvo las prendas de abrigo que pueden ser necesarias en ciertas razas cuando hace mucho frío, los perros no necesitan ninguna vestimenta. Muchos menos zapatillas (que les impiden obtener información del suelo que pisan) o gomas de pelo, que a menudo tensan demasiado y causan incomodidad o dolor.
También hay ropa con partes brillantes, que pueden resultar muy simpáticas para los humanos pero no está nada claro si el perro las tolera bien o no. Las gafas también pueden resultar muy molestas para el animal. Incluso hay una moda bastante reciente que consiste en tatuar a los perros.
ðð¼ Forzarlos a una higiene excesiva. Los perros tienen su propia forma de higiene (se limpian con la lengua todos los días) y gracias a ella, han sobrevivido durante milenios. Está bien bañarlos de vez en cuando, pero los baños continuos, la limpieza del ano o el uso de colonias para enmascarar su olor corporal son formas de humanización.
A causa del mismo afán por la higiene, muchas personas también impiden a sus mascotas caminar por el pasto o el barro, revolcarse, y hasta tomar palos, piedras u otros objetos con la boca por el mero hecho de que se encuentran en el suelo. Este consejo es válido para los humanos, pero no para los perros.
ðð¼ Sobreprotegerlos. En la misma línea que la higiene excesiva, se trata de suponer que el perro no puede hacer ciertas cosas -y, en consecuencia, impedirle siquiera intentarlo- que en realidad sí podría. Esto incluye desde ciertas destrezas físicas hasta relacionarse con otros perros.
También puede entenderse como sobreprotección dar al perro la misma comida de las personas, cuyos nutrientes pueden ser insuficientes para el animal y que además puede incluir algún ingrediente que resulte tóxico para este último. Y lo mismo sucede con el hábito de pasear al perro en cochecito, en lugar de dejarlo andar y corretear sobre sus propias patas.
ðð¼ Enseñar a los perros a orinar y defecar en la taza del váter. Por lo demás, existen algunas formas bastante extremas de humanización, como las señaladas, o crearles cuentas en las redes sociales, cuyos contenidos consisten en fotos y vídeos que pueden ser muy simpáticos para las personas pero, para los animales, demasiado estresantes.
Perjuicios de la humanización de los perros
Lo malo de humanizar a los perros no es que les enseñen y les exijan hacer cosas que solo tienen sentido para los humanos y no para ellos. Si eso fuera todo, no sería tan grave. El verdadero problema es que, de esa forma, se coarta su auténtica naturaleza, puesto que se les impide actuar como lo que realmente son: perros.
“Un perro humanizado es un perro que vive en constante frustración, ya que probablemente no tenga una sola oportunidad en todo el día para ser perro”, apunta un artículo de la escuela canina Filosofía Animal. Es por eso que muchos expertos afirman que la humanización es otra forma de maltrato animal.
Los principales efectos negativos de humanizar a los perros son los siguientes:
ðð¼ 1. Estrés. Como quedó dicho, la obligación de portar prendas o realizar acciones que les causan incomodidad o dolor o que les impiden entrar en contacto con el mundo a través de sus propios sentidos, guiados por su instinto, lleva a los perros a un estado de frustración permanente. Esto deriva en un estrés crónico y, desde luego, en una vida infeliz.
ðð¼ 2. Miedos e inseguridad. La sobreprotección a la que son sometidos muchos perros les impide vivir las experiencias necesarias para aprender a gestionar sus emociones. Como señalan desde Filosofía Animal, “un perro al que no se le permite explorar el mundo, interactuar con el entorno y socializar es un perro que irá perdiendo confianza en sí mismo”.
ðð¼ 3. Problemas de socialización. Al perro humanizado en general no le permite relacionarse con otros perros, por temor a que le hagan daño. Por lo tanto, no sabe cómo relacionarse con ellos, les tiene miedo, y en ocasiones ni siquiera los reconoce como pares, sobre todo si lo han habituado a orinar y defecar en el váter, si le ponen perfume o si lleva ropa todo el tiempo.
ðð¼ 4. Problemas para respetar las normas. Con frecuencia, a los perros humanizados se les permite transgredir ciertas reglas hogareñas, como las de no subirse a los muebles, no tomar comida de ciertos lugares, no ocupar la cama de los humanos, etc. Una vez que los animales se acostumbran a eso, es muy difícil tratar de imponerles límites.
ðð¼ 5. Sobrepeso y obesidad. El sobrepeso en los perros humanizados tiene fundamentalmente dos causas. Por un lado, la alimentación inadecuada, en particular cuando es abundante en chuches y otros dulces. Por el otro, la falta de actividad física, debido a que son paseados en carritos y no se les permite jugar y correr solos o con otros perros.
Las consecuencias del sobrepeso y la obesidad en los perros sí suelen ser similares a en los humanos: mayor riesgo de problemas en las articulaciones (como artritis) y de enfermedades cardiovasculares. En definitiva, menor calidad de vida.
ðð¼ 6. Hiperapego. Muy a menudo, el perro humanizado no sabe quedarse solo. A este trastorno se lo conoce como hiperapego o síndrome de ansiedad por separación. Como el perro pasa casi todo el tiempo junto a su humano, no tolera que se aleje ni siquiera por un rato: llora, sufre palpitaciones, tiembla, defeca en cualquier parte o rompe cosas.
ðð¼ 7. Agresividad. En tales circunstancias, el perro suele desarrollar la llamada agresividad por conflicto social, debido a que “no reconoce la jerarquía de las personas con las que convive”, según explica un artículo de la Universidad Abierta de Cataluña. Esa agresividad se manifiesta sobre todo cuando el animal no consigue lo que quiere, como una especie de berrinche infantil.
En definitiva, la humanización de los perros afecta de forma notoria la calidad de vida de los animales pero también de las personas. Por ello, evitarlo redunda en beneficios no solo para los perros sino también para los humanos.
¿Eso quiere decir que no se puede mimar, cuidar o tener muestras de cariño hacia los perros? Para nada. Solo que, como explican desde Filosofía Animal, hay que cumplir con lo elemental. En primer lugar, permitir al perro que haga cosas “de perro” como correr, explorar, olfatear, ensuciarse y socializar con sus congéneres.
Y, por otra parte, no exponer al animal de forma continua a “situaciones humanas”: disfraces, adornos, baños, visitas a la peluquería, comidas no específicas para perros, etc. El amor por las mascotas implica no olvidar en ningún momento que pertenecen a una especie distinta de la nuestra, con sus propias necesidades.
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