¿Eres de esas personas que cuando les hablan de plantas, piensan que son demasiado complicadas o no tienen tiempo para ellas? Que si riega aquí, que si poda allá, que si le ataca un bicho del cual desconocías su existencia… Te gustan, pero piensas que eres un negado a la hora de regarlas o se te mueren siempre sin ninguna razón aparente.
Hoy vamos a romper con el mito de los mataplantas. Hay plantas que solo requieren un poquito de mimo de vez en cuando y que incluso prefieren que te olvides un poco de ellas si te olvidas de ellas.
Plantas resistentes
Lo cierto es que la resistencia de ciertas plantas no es casualidad. Muchas de ellas provienen de ambientes duros, donde el agua es un bien preciado. Por ejemplo, en el desierto o en regiones de clima seco, las plantas han desarrollado estrategias de supervivencia dignas de cualquier superhéroe botánico: almacenan agua en sus hojas, reducen su tamaño para no perder humedad, y hasta cierran sus esporas en los momentos más calurosos del día.
Por eso, cuando traemos a casa especies del otro extremo (las que viven en ambientes totalmente distintos a nuestro clima) como las Calatheas, los anturios u otras plantas tropicales, estamos literalmente retando su supervivencia, ya que las condiciones no serán las más idóneas para ellas y terminarán frustrando nuestras ansias de tener plantas.
Volviendo a las campeonas de la resistencia, a estas mejor dejarlas a su aire que pasarse el día con la regadera. Si tienen la cantidad de luz necesaria, estas plantas, acostumbradas a resistir largos periodos sin agua en su hábitat natural, se adaptan de maravilla a muchas ubicaciones de interior. Así que mientras una planta tropical te pide cuidados diarios y una regadera en mano, estas 'veteranas' solo te miran desde la esquina como diciendo: “tranquilo, yo me las arreglo sola”.
Además, estas plantas resistentes o de bajo mantenimiento tienen otra ventaja: no solo requieren poca agua, sino que también sobreviven con menos luz que otras. Esto significa que son ideales para esos rincones en los que parece que el sol pasa casi de largo.
Veamos cuatro de las plantas más duras (que no son cactus ni potos) que puedes tener en casa.
Cuatro plantas de bajo mantenimiento
Dracaena (Sansevieria) o lengua de suegra
Estas famosas plantas de origen africano y de hojas gruesas, largas y firmes, son las plantas totales de interior. Sus hojas no solo son atractivas, sino que permiten que la planta almacene agua dándole una especie de 'reserva acuática' para cuando el agua escasea.
Solemos verla feliz tanto con una luz indirecta como en rincones con poquísima luz dentro de casa, aunque puede adaptarse a lugares a la sombra en exterior (siempre que no haya heladas).
¿Cada cuánto hay que regarla? Dependerá de la ubicación, la estación y el tamaño de la maceta, pero nunca, nunca, se deberá regar si el sustrato muestra un mínimo ápice de humedad. El exceso de agua es su peor enemigo y puede llevar a la pudrición de sus raíces. En este caso, veremos que sus hojas se vuelven gelatinosas y se caen por su propio peso.
Zamioculcas
En su hábitat natural, la Zamioculcas crece bajo la sombra de árboles más grandes, lo que la ha hecho muy tolerante a la baja luminosidad. Además, las condiciones climáticas de estas zonas incluyen largos periodos de sequía y temperaturas elevadas, lo que obligó a esta planta a desarrollar un sistema de almacenamiento de agua en sus raíces tuberosas.
La Zamioculcas se adapta perfectamente a ambientes hostiles y a personas olvidadizas, características que la han convertido en una planta ideal para casi cualquier rincón de casa. Lo importante para esta planta es no tenerla en macetas demasiado grandes. Si las raíces no están 'apretaditas' y el sustrato permanece mucho tiempo húmedo, puede que comience a pudrirse mostrando sus hojas amarillas y flácidas.
Dieffenbachia
La Dieffenbachia es una de estas plantas que, por su aspecto tropical, parece algo complicada, pero lo cierto es que se desarrolla bastante bien en un amplio espectro de situaciones. La luz que mejor le va es la indirecta o moderada, aunque puede tolerar con creces niveles de luz más bajos, lo cual es una ventaja para ampliar el rango de acción de esta planta.
No necesita demasiados cuidados, le basta con recibir riego cuando su sustrato se seque casi del todo. Sin embargo, hay que tener cuidado con el exceso de agua, ya que esto puede provocar el amarillamiento de las hojas.
Aunque también tiene un lado algo 'peligroso' que le ha dado el nombre de “caña muda”. Sus hojas contienen cristales de oxalato de calcio, que pueden causar irritación en la boca y la garganta si se ingieren, y en algunos casos producir una sensación de mudez. Por esta razón es recomendable mantenerla fuera del alcance de niños y animales, ya que su ingesta puede causar incomodidad y reacciones en la piel o las mucosas.
Dracaenas
Las variedades más famosas son la Dracaena marginata, D. fragans, D. reflexa y D. sanderiana. Aunque todas ellas son originarias de zonas tropicales como África, Asia tropical y algunas islas en el Océano Índico, las Dracaenas son un fondo de armario excelente para el repertorio botánico en caso de no saber qué poner en casa. Toleran una amplia variedad de condiciones y aportan un aire tropical y vibrante.
Algunas crecen como arbustos pequeños y otras pueden alcanzar varios metros de altura, pero todas aportan frescura y un toque exótico con poquísimo esfuerzo y mantenimiento.
Lo más destacable de esta familia es que son altamente resistentes a la luz baja o media, aunque algunas especies pueden prosperar perfectamente en ambientes de exterior siempre que el sol no suponga una amenaza.
En cuanto al riego, la mayoría de las Dracaenas necesitan algún riego ocasional, lo que las hace perfectas para personas ocupadas o para quienes viajan con frecuencia. Suelen morir en más ocasiones por regarla en exceso (mostrando hojas caídas y troncos oscuros) que por olvidarse de hacerlo.